Los camiones cargados con ayuda humanitaria se hunden en el fango en el valle del Rift, una zona de Etiopía azotada por una grave sequía en la que la llegada de la lluvia alivia la sed, pero no así el hambre.

Las crecientes repentinas han transformado los áridos caminos en verdaderos barrizales, obstaculizando el transporte de productos de primera necesidad hacia las zonas más alejadas.

Un año de sequía, la más grave en décadas, hizo que 10,2 millones de etíopes dependan de la ayuda alimentaria, según la ONU. Toda la provincia de Sitti, en el este del país, se encuentra en «situación de emergencia», el último peldaño antes de la hambruna.

Decenas de esqueletos de cabras y bovinos pueblan la aldea de Derela, en la que se han refugiado nómadas a la espera de la llegada de ayuda.

«Todos mis animales se morían», explica Ali Boor en un campamento junto a su esposa y sus siete hijos. De sus aproximadamente 200 reses, sólo han sobrevivido seis. «Sin ayuda, en una zona inaccesible, no había esperanza. Nos dijeron que aquí podríamos tener comida y agua».

«Una sequía como ésta nunca se había visto», abunda Mohamed Aden, el jefe de la comunidad. Las tres últimas temporadas de lluvias fueron escasas en precipitaciones debido al fenómeno climático El Niño que afecta a todo el Cuerno de África.

– Clínica móvil –

«Al comienzo, vendimos ganado para comprar comida, pero se nos acabó. Sin ayuda, lo único que nos quedaría para comer sería la piel de los animales», asegura Aden.

En este pueblo los niños toman un tazón de papilla de cereales por día y los adultos unas raciones de trigo distribuidas por la ONU, a veces de manera irregular.

Un total de 350.451 niños menores de cinco años sufrieron malnutrición severa en 2015 en Etiopía y probablemente serán 450.000 en 2016, según Unicef.

En Malkashek, un área desértica, la clínica móvil instalada por la oenegé Save The Children no da abasto.

Abd Rahman Adan, un empleado de la organización, mide los brazos de los niños para identificar a los desnutridos. En marzo se detectaron 136 casos de malnutrición severa en el distrito.

«Desde el comienzo de la sequía, hay muchos más», afirma. «Les damos Plumpy’Nut (una pasta nutritiva a base de cacahuete). Algunos niños recuperan un peso normal pero otros tienen que ir a un centro de estabilización».

Aicha Nur, madre de una niña de dos años, demacrada, se marcha con unos suplementos nutritivos de trigo que carga sobre un burro. «Comemos tortas de sorgo y de trigo, eso es todo, sin leche ni aceite. No nos quedan animales que vender», se lamenta.

– Vulnerables a las enfermedades –

Las crecidas «agravaron una situación ya de por sí desastrosa», lamentó el Consejo Noruego para los refugiados (NRC) en un comunicado.

«Las carreteras se transforman en ríos agitados y nuestros camiones que transportan ayuda alimentaria son incapaces de llegar a muchas comunidades», se queja Mohamed Hasan, director de operaciones de esta oenegé en la región de Jigjiga, citado en el comunicado.

Frente a la crisis alimentaria, el gobierno etíope desbloqueó 766 millones de dólares para ayuda de emergencia, de los cuales unos 400 para este 2016.

Otros países desembolsaron fondos, pero faltan todavía unos 600 millones de dólares para poder suministrar raciones completas a todos los afectados en este año.

«Oriente Medio y la crisis migratoria han desviado la atención de nuestros socios», lamenta Mitiku Kasa, ministro para la Seguridad Alimentaria.

Se teme un agravamiento de la crisis en los próximos meses.

«El año pasado, muchos agricultores cosecharon poco, o nada», afirma John Graham, director de Save The Children en Etiopía.

Eso significa -dice- que «millones de personas pasarán más hambre hasta la próxima cosecha, como muy pronto en septiembre».