“Ahí la tiene Maradona, lo marcan dos… pisa la pelota, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial… siempre Maradona… genio, genio, genio, ta, ta, ta, ta, gooool, gooool, gooool…. quiero llorar, Dios santo, viva el fútbol….. perdónenme… en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos… barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste? Para dejar en el camino a tanto inglés… para que el país sea un puño apretado gritando… Argentina 2, Inglaterra 0… gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas”.

Así relató Víctor Hugo Morales, con acento del sur del continente, el mejor gol de la historia del fútbol, el que le marcó Diego Armando Maradona a Inglaterra, en los cuartos de final del Mundial de México 1986 en el estadio Azteca, ante 114.580 espectadores.

Apenas cinco minutos antes, el capitán argentino abrió el marcador con otra jugada legendaria: la “mano de Dios”, una acción en la que dejó en el camino a varios rivales, intentó una pared y luego saltó con el puño arriba de su cabeza para anticipar en el rebote al arquero Peter Shilton y mandar la pelota al fondo de la red. Picardía, viveza, dicen sus admiradores; trampa, para sus detractores. Fútbol, al fin y al cabo.

Pero si esa primera anotación mostró la esencia callejera de Maradona, la segunda confirmó su incomparable talento. Fueron 60 metros, 44 zancadas en diez segundos, diez toques y cinco rivales en el camino (Peter Beardsley, Peter Reid, Terry Butcher, Terry Fenwick y Peter Shilton) antes de tocar el balón con sutileza con su zurda mágica, mientras recibía en el tobillo derecho un zapatazo de Butcher, en el último intento desesperado por evitar la humillación.

Cuenta Jorge Valdano con sorpresa que, cuando fue a celebrar el gol, Maradona le pidió disculpas por no haberle pasado la pelota. El hoy analista reconoce: “Con todo lo que hizo y tuvo tiempo hasta para ver que yo llegaba por el otro costado. ¡Impresionante!”.

Después del partido, en la rueda de prensa, Diego volvió a sorprender a los periodistas al explicar las razones por las cuales decidió eludir al arquero antes de anotar. “Me acordé del amistoso en Wembley (seis años antes). Tuve una ocasión muy parecida y cuando me salió Shilton toqué la pelota a un costado y se fue afuera por centímetros. Mi hermano, el Turco, me dijo después que debía haberlo enganchado, y fue lo que hice acá”.

(Diego Armando Maradona: el gol como pequeña patria)

Pero más allá de la dimensión de la jugada, lo que la hace irrepetible e incomparable es el contexto. En un Mundial, ante Inglaterra, todavía con la herida abierta por la Guerra de las Malvinas que libraron ambas naciones y terminó con la derrota argentina y cerca de mil muertos.

Esa victoria, al final 2-1 por el descuento de John Barnes, fue como la revancha para el país suramericano, en el que el fútbol es una religión, justo ante su rival más odiado y cuna de este deporte.

“Creo que ese fue el momento en el que Maradona se consagró. Con todo lo que pasó después, lo bueno y lo malo, esa fue la cumbre de su carrera”, recuerda el entonces técnico albiceleste, Carlos Salvador Bilardo.

Esa tarde Argentina y Maradona presentaron su candidatura al título y días después completaron la hazaña levantando la Copa Mundo tras vencer 2-0 a Bélgica en semifinales, con otros dos golazos de Diego, y 3-2 a Alemania, en una épica final.

La de Maradona en México es la mejor actuación individual en la historia de los mundiales. Nunca un futbolista fue tan determinante para su selección. Y su gol ante Inglaterra fue elegido por la FIFA como el mejor de todos los tiempos, superando ampliamente al de Michael Owen a Argentina, en Francia 1998 y al de Pelé contra Suecia, en la final del Mundial de 1958.