En 2018, Tatiana Calderón fue noticia del deporte mundial después de firmar con Alfa Romeo Sauber como piloto oficial de pruebas de la Fórmula 1. Estaba en México y llegó al Autódromo Hermanos Rodríguez con tanto dolor de estómago que no tuvo tiempo de pensar en que llevaba quince años soñando ese momento: la primera vez que iba a manejar uno de los monoplazas más rápidos del mundo.

Antes de ir a la pista se tomó un ‘caldito’ para compensar el malestar. Treinta ingenieros y quince mecánicos la esperaban en el garaje con rostros poco expresivos. Había tantas personas entre periodistas y camarógrafos que le costaba ver con claridad la pista. Entró al garaje con el corazón palpitando con tanta fuerza que lo escuchó retumbar en su pecho. No miró a su hermana a sus ojos para evitar el llanto. Un nudo en la garganta no la dejaba respirar.

Ahí estaba el sueño de su vida. Desde 2015, cuando la piloto escocesa Susie Wolff condujo un Williams, ninguna mujer había intentado de nuevo llegar a la Fórmula 1. Sin embargo, ese día, Tatiana corrió los 100 kilómetros que la hicieron la mujer más rápida del mundo. Hasta hoy, sigue siendo la última en aspirar a quedarse en competencia en el campeonato de automovilismo más importante del mundo.

Se subió al monoplaza y empezó con su infaltable rutina de respiración. Inhaló. ‘Estoy aquí porque me lo merezco’. Exhaló. ‘Lo voy a disfrutar’. Inhaló de nuevo. ‘Sea lo que sea, solo sé feliz. De lo que haya pasado y de lo que vaya a pasar nos preocuparemos después’. Esas fueron las palabras que se repitió a sí misma un par de veces antes de abrochar los cinturones y empezar a chequear el radio con los ingenieros. Luego encendió el carro y pisó el acelerador.

Calderón asegura que el sentimiento es parecido al de caer por la pendiente de una montaña rusa. Es un vacío, un vértigo. A más de 300 kilómetros por hora con la fuerza G en el cuello cada vez que frenaba. Como en un videojuego, el carro no se equivocaba, hacía todo lo que ella quería que hiciera a una velocidad impensable. Después de la tensión de la primera vuelta vino la segunda, la tercera, a la quinta vuelta ir tan rápido empezaba a parecerle normal.

A pesar de que el sueño no duró tanto como Tatiana deseaba, no frenó sus ganas de seguir compitiendo. En febrero de 2019 fue la piloto titular de BWT Arden en Fórmula 2, pero la muerte de su compañero de escudería Anthonie Hubert durante una carrera, los malos resultados y la falta de apoyo del equipo la obligaron a irse. En 2020 disputó la Super Fórmula Japonesa con Honda, pero esta vez fue la escasa continuidad por la pandemia la que le pasó factura.

Corrió y terminó las 24 Horas de Daytona en 2020 y el Campeonato Mundial de Resistencia y las 24 Horas de Le Mans en 2021 con el llanto de alegría de su equipo colándose por el radio. Luego llegó a la Indycar Series, pero no pudo terminar la temporada por falta de patrocinio. Junto a la escudería Telmex Claro y a la famosa cantante colombiana Karol G, la piloto regresó este año a la Fórmula 2.

Otra vez vuelve a estar cerca de su sueño de niña: correr en la Fórmula 1.  Hoy se recupera de una fractura en su mano derecha después de un accidente en la tercera fecha de la temporada en el Autódromo Nacional de Monza. Desde su casa en Madrid, Calderón habló así del accidente, de su carrera, su familia y sus sueños.

¿Cómo ocurrió el accidente en Monza?

Era la primera carrera del sábado. En la primera curva yo me abrí para salir bien a la recta y poder pasar al que estaba al lado mío. Creo que él no calculó muy bien, cruzó de más y me pegó en la parte delantera. El timón cedió y el impacto me dio en la mano. Ese día me fui, me puse hielo y no fui al centro médico porque si vas estás casi jodido. El domingo llegué a la pista con la mano hinchada y el ingeniero me dijo que estaba loca si pensaba manejar así. Me probé guantes dos tallas más grandes que el mío, pero no me entraron. Entonces el jefe de equipo me mandó a hacerme un scan y me dijo que si estaba rota no podía correr. Una hora antes de la carrera me tomé la radiografía en el hospital de la pista y sí, estaba rota. Sentí mucha impotencia. Lo bueno es que son dos meses hasta la siguiente carrera entonces, dentro de toda la mala suerte, hasta algo de suerte tuve.

¿Cuál es la diferencia entre la Tatiana Calderón con el casco y sin él?

La Tatiana con casco es egoísta. Uno está en la pista para hacerse ancho, para no dejar pasar a nadie, para no darles espacio de más, para ser ruda. Soy muy diferente en la vida normal. Me gusta que la gente a mi alrededor me dé tranquilidad, confianza, ese calor que a veces es muy difícil de encontrar en Europa. Trato a toda la gente de mi entorno como si fuera mi familia y que la gente te devuelva ese cariño es un poco lo que busco por fuera de la pista. Soy alegre, un poquito tímida a veces, pero dentro de la pista soy determinada y tengo muy claro hasta dónde quiero llegar.

¿Ha tenido algún choque cultural dentro de los equipos europeos?

Sí. Los franceses, por ejemplo, son muy estructurados, no dicen una palabra de más, todo lo hacen sin mostrar emoción. Me acuerdo de una de las primeras veces que corrí con un equipo francés (Dams en la GP3 2017). Ellos sabían que estaba nerviosa, que era tímida. Yo quería hablar de lo que no me gustaba del equipo porque algo no había salido bien en la pista y querían echarme la culpa a mí. Entonces me bajé del carro encendida, gritando, boté todos los guantes, entré al camión azotando la puerta, empecé a gritarle a un ingeniero. Y esta gente me miraba como ‘se enloqueció Tatiana’. Ese día se dieron cuenta: ‘Uy, esta niña tiene personalidad y hay que escucharla’ y después de eso tuvimos una buena comunicación. A vece hace falta mostrar esa explosividad y esas ganas de hacer bien las cosas para que te escuchen.

Cuando empezó a competir la trataban diferente. ¿Cómo fue para una niña de nueve años entrar en un terreno tan hostil como el de las carreras?

La primera vez que fuimos a la pista todo el mundo sonreía y decía ‘qué lindo ver a dos niñas correr’, pero en el momento en que empiezas a ser competitiva eso se transforma. Entonces ya no saludaban. Siempre que terminaba una carrera, aunque no terminara entre los tres primeros, revisaban mi carro y había gente que hacía protestas contra nosotros porque no podía ser que ‘la niña’ fuera más rápido que el hijo.

Cuando ganaba decían que era por mi carro, o mi motor, que hacía trampa. Y entonces yo me preguntaba, ¿será que yo tendré un motor mejor? ¿Será que tengo un carro mejor? ¿Será que me están tratando distinto? El entorno te llena a ti misma de dudas, hacen que empieces a cuestionar tu propio talento. Por eso he tenido que ganar mucha confianza en mí misma, por haber estado constantemente expuesta a eso. Mi papá les decía ‘¿creen que es el motor?, pues rifemos los motores y salimos de dudas’. Ese día rifamos los motores y yo volví a ganar. Y se arrastró el que tenía mi motor. No hizo sino quejarse y decir que nosotros le habíamos descuadrado algo.

¿Qué enseñanza le quedó de ese momento?

Entendí que no importa el material y que caer en esas excusas es muy fácil. Siempre tuve que blindarme mucho para no creer todo lo que hablaban de mí. Ser mejor. Usar eso para cerrarles aún más la boca. Con lo que me dieran yo tenía que hacerlo mejor que ellos y eso me terminó fortaleciendo. Creo que el ambiente todavía no estaba preparado para que llegara una mujer y les dijera cómo hacer las cosas. Pero entendí que el problema no eres tú, sino el entorno.

Ya como piloto profesional, ¿se ha sentido menospreciada alguna vez por ser una mujer?

Sí. Siento que ellos nunca creen que tú eres el caballo ganador. Lo que pasa en el automovilismo es que un carro nunca va a ser igual al otro, hay ingenieros mejores, con más experiencia y es frustrante cuando llegas y sabes que tienes a los segundos. Y es notorio. Ellos tratan de disimularlo, pero tú lo sabes, sabes que no están poniendo todas las herramientas para que seas competitiva. Competir con esa frustración ha sido muy difícil, pero me ha obligado a ser mejor como piloto, a entender más la parte técnica del deporte, a trabajar mucho más para estar preparada por si llega a presentarse una oportunidad. Es fácil distraerse y decir ‘no me están dando lo mejor’, por eso yo digo ‘bueno, con lo que tengo voy a darlo todo y voy a centrarme en mí misma porque es lo único que yo puedo controlar’. El respeto me lo he tenido que ganar a pulso y siempre se van sorprendiendo de lo que soy capaz de hacer conforme me van dando esas oportunidades.

Sé que una de las formas de ganarse ese respeto ha sido chocando, ¿por qué?

Porque uno sabe. Si tu frenas muy tarde no vas a girar o no vas a hacer la curva y había veces que yo sabía que me estaban forzando a frenar primero cuando el que debería frenar es el otro, el que está por fuera. Siempre asumían que yo era la que iba a frenar temprano. Muchas veces en los karts iba liderando carreras y me sacaban de la pista. Me pegaban por detrás y hasta luego. Hasta que un mecánico holandés me dijo ‘mira, tú eres muy rápida, pero a cada rato nos sacan de la pista y así nunca vamos a ganar. Esta carrera que sales de última, porque te sacaron en la anterior, quiero que no pases a nadie, que les pegues a todos. Y eso hice. Yo nunca había sacado a nadie y me empezaron a decir ‘La pegona’. Mi papá se reía porque había unos mexicanos que se preocupaban cuando iba detrás de sus hijos. Tenía como catorce o quince años y yo iba, pum, pum, pum, sacando a cuanto se me atravesara porque, al menos en ese momento, era la única forma de ganarme el respeto de todos. Probé un punto y es que después ya no te hacen lo mismo.

¿Cuál es el momento en familia más especial que recuerde?

Los mejores días eran los primeros, cuando corría en los karts. Íbamos todos en el carro, con un remolque, las herramientas y la expectativa de lo que podría ser, si íbamos o no a ganar. Mi mamá nos armaba el almuerzo, organizaba todo, arreglaba el box. Luego estaba mi papá que nos ayudaba de mecánico y de asistente. Mi hermana y yo muy pendientes de nuestras cosas y mi hermano se sentaba en la tribuna porque no le gustaba mucho, pero igual lo llevaban porque no podía quedarse solo en la casa. Creo que esos son de los momentos más bonitos, porque el deporte logró unirnos aún más como familia.

En Estados Unidos se enfrentó a Max Verstappen y a Lance Stroll…

Sí (entre risas). Los pasé varias veces. Hay un video en la Formula 3 donde estoy pasando por fuera a Marx Verstappen. Ahí te das cuenta ¿no? He competido con muchos pilotos que hoy están en la Fórmula 1 y que son muy buenos, pero yo sé que son de carne y hueso. No estoy diciendo que soy Marx Verstappen, pero sí que uno puede estar a su altura, competir de igual a igual. Es ese recordatorio de que es posible si uno trabaja duro.

¿Ha habido alguien que le haya dicho que no era capaz de lograrlo?

Hay varios que han dicho ‘¿A Fórmula 1? Soñar no cuesta nada, niñita. ¿Y de Colombia? Nunca va a manejar Fórmula 1′ y luego son los primeros que te mandan un mensaje de felicitaciones. También directores de equipos grandes que te preguntan por qué no te vas por otra disciplina, como los prototipos, o los GT’s, pero que una mujer en la Fórmula 1 no va a pasar mientras estemos vivos. Pero yo he llegado a manejar un Fórmula 1 y bastante bien. Entonces cada vez que tengo un comentario de ese estilo lo tomo como una motivación extra, porque si bien al final lo que hago lo hago por mí, también lo hago para demostrar que uno puede hacer lo que se proponga.

¿Es consciente de su importancia como mujer en la historia del automovilismo? o ¿ha sentido alguna vez el síndrome del impostor?

Creo que durante la pandemia fue la primera vez que fui consciente de que había logrado. Ha sido el único momento en mi carrera en que he tenido tiempo de no pensar en el futuro. No sabíamos qué iba a pasar, si iba a volver a correr, si iba a poder salir de la casa. Fue la primera vez que pude desacelerar y mirar hasta donde había llegado, por todo lo que había pasado y estar orgullosa de todo lo que hemos conseguido; una niña de nueve años que soñaba con llegar a la Fórmula 1 y que todo lo hizo en familia. Igual, todavía hay muchas cosas que quiero hacer, mi mente está siempre ocupada en lo que viene.

¿Qué es eso que viene en lo que no deja de pensar?

Quiero correr en Fórmula 1. Todo el tiempo me dicen que no va a ser posible porque ya tengo 29, pero la edad es un número para mí. Yo sigo con mi objetivo, con las ganas y voy a disfrutar del proceso. No sé si llegaré o no, pero todavía tengo esa ilusión y mientras tenga la energía para seguir intentándolo lo hare. Prefiero no quedarme con el ‘si hubiera’, sino saber que lo di todo y si no se dio, bueno, puedo vivir con eso.

¿Cuándo sintió que estaba en lo más alto de su carrera?

Este año, en la Indycar. Cuando sales a lado de Juan Pablo Montoya, de Romain Grosjean, que es ex fórmula 1, de unos pilotasos que veías en la televisión cuando tenías nueve años, solo decía, ‘no hay mucho mejor que esto que estoy viviendo’. La verdad la manera en que te reciben los fans en Indycar es algo impresionante, esa conexión con ellos es de lo más bonito que he vivido. Hoy en día en la Fórmula 1 es muy difícil acceder a los pilotos porque es demasiado exclusivo, pero en la Indycar es diferente. Al final me venían a animar niñas chiquitas, sus mamás, sus papás, sentía esa fuerza de mujer a mujer que no había vivido en ninguna otra parte y que te da esa energía extra cuando más la necesitas. Es algo que me encantaría volver a vivir.

¿Cómo fue ganar el campeonato nacional de Karts en Estados Unidos?

Yo crucé la meta y no sabía si había ganado porque dependía del resultado de los otros con los que estaba peleando el campeonato. Sabía que para tener mejores chances tenía que estar entre los ocho primeros y pasé en la última vuelta a ser octava. Pero no era seguro y el favorito era otro. En los karts ni siquiera tienes radio, no sabía nada. Entré a los Pits, me quité el casco, la gente hacia cuentas y yo no ni siquiera quería preguntar. De pronto empiezo a oír en el alto micrófono: ‘El campeón del 2008 de la costa Este es Tatiana Calderón’ y no lo podía creer. Mis papás y yo llorábamos de la emoción. Esa fue la mejor forma de enterarse, como un poquito desprevenida.

Supongo que sus papás son los más orgullosos…

Sí. Siempre empiezan a poner todas mis entrevistas. Si salía en el periódico compraban todo el stand y los guardaban. Yo les decía ‘por favor no pongan esa entrevista, yo no me quiero oír’. Me daba pena que hablaran tanto de mí. Yo soy muy tímida con esas cosas y ellos siempre han sido super orgullosos. Creo que también han sido muy importantes mi hermana y mi hermano que lo ven desde otra perspectiva y me ha servido para tener los pies muy puestos sobre la tierra.

¿Cuál es el accidente que más recuerda?

No fue mío. Mi compañero murió en 2019 en un choque en la Fórmula 2 y yo tuve que verlo todo. Vivir eso es muy fuerte y superarlo me tomó mucho tiempo. Luego de ese año fue pandemia y eso me alivio mucho porque necesitaba desconectarme, preguntarme realmente qué quería, que era lo que me gustaba. Me sirvió para entender que debo disfrutar cada oportunidad que tengo de estar ahí arriba porque a veces la presión de lo que quieres, en ese caso estar en la Fórmula 2 apuntándole a un asiento en Fórmula 1, hace que no termines disfrutando lo que haces tanto como deberías. Al final no sabes cual va a ser tu última vez y es mejor que te pase haciendo lo que más te gusta.

Sé que durante el accidente iba dos segundos detrás de su compañero. ¿Cómo vivió ese momento?

Yo empecé a gritar por el radio. ¡¿Está bien?! ¡¿Está bien?! ¡¿Está bien?! ¡¿Por favor, díganme que está bien?! El choque fue entre él y otro. El carro estaba patas arriba, partido en dos. Fue horrible. El pánico en la voz de la gente que te habla y que luego no contesta y no te dice que está bien. Todos estaban paralizados. Sabía que había sido muy fuerte, pero nunca creí que iba a pasar algo así. Hace mucho tiempo no moría alguien de esa manera. Fue muy duro vivir eso y me costó mucho volver a sentirme en mi zona de confort al manejar.

¿Cuál ha sido el momento donde más frustración ha sentido durante su carrera?

Fue ese año también, en el 2019. De ese año aprendí muchísimo. Sentía mucha frustración porque no me salían las cosas, estaba en un espiral negativo y no estaba disfrutando la oportunidad de estar en la Fórmula 2. Tuvo que pasar semejante cosa para que abriera los ojos y viera que hay que disfrutar el camino, por más de que no te estén dando el carro que tal vez te mereces o los ingenieros que te escuchan. Ese fue el momento más difícil de mi carrera porque al final del año no tuve buenos resultados, no me pude quedar por falta de patrocinios y yo no quería quedarme en el mismo equipo (VWT Arden). Para mí el carro que me dieron estaba dañado y de hecho todos los que han pasado por ese carro se han retirado. Ya ni siquiera está el equipo. Sentí que mi mundo colapsaba, pero confié en que el futuro tenía preparadas otras cosas para mí.

¿Qué tal fue correr las 24 horas de Lemans, una de las carreras más exigentes del mundo?

Espectacular. Yo creo que es mi carrera favorita, por la adrenalina. Estas cansado, pero igual tienes que pararte a las tres de la mañana porque te tocó el turno. Normalmente quieres ganarle a tu compañero de equipo, pero aquí es la única vez donde de verdad quieres que lo hagan muy bien porque dependes de ellos para tener un buen resultado. Te montas al carro y no sabes con qué te vas a encontrar porque es de día, luego de noche, las condiciones cambian. Cruzar la meta es increíble, ves a tu equipo llorando, es como si te quitaran un peso gigante de encima. Todos estaban celebrando porque solo acabar esa carrera, que no te pase nada en 24 horas, ya es impresionante.

¿Cómo le dijeron que Karol G la iba a patrocinar para que volviera a la Fórmula 2?

No, eso es de no creérsela, la verdad. Me quedé sin patrocinador para correr en Indycar. En la búsqueda de nuevos patrocinadores mi hermana le preguntó a un contacto en la industria de la música si sabía de algún artista al que le interesara promocionarse en unas de las carreas. También le dijo que estaba todo el carro disponible. Como a los tres días me empezó a seguir Karol G y yo no me la creía, le di hasta captura de pantalla. Luego le envié un mensaje directo diciéndole que la admiraba, que era una dura y que ojalá alguna vez pudiera ir a una de mis carreras. Ella me contestó que seguramente nuestros caminos se iban a cruzar. Al día siguiente me dijeron que estaba interesada en patrocinarme y entendí que por eso me había seguido. Qué bonito poder mandar este mensaje de empoderamiento, porque al final hay mucho dinero invertido en patrocinios dentro del deporte, pero solo el 1% va dirigido a mujeres. Yo creo que hay que empezar a cambiar esas cifras y mandar este mensaje de apoyarse entre mujeres.

¿Cuál cree que es su responsabilidad como mujer al abrirse paso en este deporte?

Yo creo que poder transmitir los retos a los que uno se enfrenta para que otras mujeres que vienen detrás en el automovilismo vean que sí se puede. Hay muchas cosas que tienen que cambiar, en la ergonomía de los carros, en el diseño, en las medidas que no están hechas para mujeres, en las formas de entrenar. Nosotras no somos hombres y hay que tener en cuenta cosas tan simples como nuestro ciclo menstrual. Creo que hay muchas cosas de estas de las que no se habla y hay que hacerlo porque uno nunca sabe qué mujer está escuchando y pueda inspirarse con lo que dices. A mí me gustaría que cada vez se nos den más oportunidades de ser juzgadas por nuestras aptitudes y no por nuestro género y para eso tenemos que ayudarnos las unas a las otras. Al final lo que quiero es que la mesa sea cada vez más grande, no ser la única en la mesa.

¿Qué opina del Gran Premio del Caribe que busca traer la Fórmula 1 a Colombia?

Yo me acuerdo cuando Azerbaiyán empezó a ser parte del Mundial de Fórmula 1 y yo ni siquiera sabía eso donde quedaba. Entones nunca digas nunca. La verdad no he ido a Barranquilla hace mucho tiempo para saber cómo serían las cosas allá, pero creo que faltan un par de años para lograr la infraestructura que se necesita para acoger un gran premio como este y la inversión es muy grande. No sé si estemos preparados o no para eso, pero se vale soñar. A quién no le encantaría tener un gran premio en su casa. Y ojalá, algún día, yo pueda estar ahí corriendo.