Un ataque de nostalgia, de mirar hacia atrás, al pasado, y ver que desde 2001 sólo se suman subcampeonatos, tres para ser exactos (2002, 2010 y 2014). Que ganar la Copa Davis, un evento en el que fueron los amos durante finales de los años 20 y principios de la década de los 30, ahora es un torneo esquivo, de choques, de nerviosismo, de generaciones con talento suficiente para levantar la ensaladera una y otra vez, y que sucumbieron con equipos inferiores por el simple hecho de no dar más. Francia tendrá otra oportunidad a partir de este viernes, cuando empiece la llave con Bélgica, un país cenicienta en este tipo de instancias, con dos finales alcanzadas (1904 y 2015) y dos derrotas sumadas frente al mismo rival: Gran Bretaña.

Francia será local de nuevo, así como en 2014, cuando cayó ante Suiza en el estadio del Lille, un escenario tan moderno que se puede adecuar fácilmente para jugar un partido de fútbol y al siguiente día uno de tenis. Techo retráctil, un césped que se puede mover según las necesidades, que se puede proteger, y un aforo cercano a los 30.000 espectadores (hace tres años, en el duelo de dobles contra los suizos fueron 37.432 personas). Pero a veces, como en aquella ocasión, las cosas más normales resultan ser las más complicadas, el apoyo de la gente se transforma en presión y los tenistas que entran a la cancha creyendo que no hay imposibles se vuelven vulnerables.

Por eso, la federación francesa trajo de nuevo a Yannick Noah. un hombre para nada dubitativo en estas instancias, que estuvo presente en las victorias de 1991 y 1996 y con una intuición para este deporte como si se tratara de un acto de adivinación. Por eso no dudó en dejar por fuera a Nicolas Mahut y Julien Benneteau, los que para muchos eran la pareja de dobles fija para esta final. Por el contrario, el capitán apostó por la renovación, a Richard Gasquet y Pierre Hugues- Herbert, dos hombres que también tienen un espíritu de lucha irreductible.

La confrontación la abrirán este viernes dos amigos, dos hombres que entrenan juntos, que comen juntos, que comparten antes de cada partido, en cada torneo, que se conocen tanto, pero a la vez tan poco. Lucas Pouille y David Goffin se medirán en el primer encuentro de esta final buscando darle el primer punto a su respectivo país. La serie entre ambos la lidera el francés, quien en los tres duelos previos se ha quedado con la victoria (el último: semifinales del ATP de Metz, en 2016, con parciales de 7-6 (6) y 6-1). Sin embargo, el belga viene de ser finalista en el torneo de Maestros (perdió con Grigor Dimitrov) y es el mejor ubicado en el escalafón de la ATP, en el puesto siete.

En el segundo turno, el carismático Jo-Wilfried Tsonga, el tenista  más querido por la afición, se enfrentará con Steve Darcis. Segunda vez que ambos se van a encontrar. La única vez que se midieron fue en un Futuro en 2002, en cuartos de final, con triunfo para el francés por abandono de su oponente cuando el marcador iba 2-2. Este sábado será el duelo de dobles y el domingo el cuarto y quinto punto con los encuentros entre los mejores de cada nación, en caso de que el campeón no se defina antes. Francia y su cuarta corona, Bélgica y la primera. Uno de los dos tomará el trofeo obtenido por Argentina el año pasado.