George Weah camina en medio de cuatro guardaespaldas enormes, con rostros ajados, con gafas de sol para contener sus miradas desafiantes y que van empujando con sus brazos sin medir la fuerza, sin importarles nada. “Es el protocolo de seguridad al que me tengo que ajustar”, dice el exfutbolista liberiano, el que en 1995 ganó el Balón de Oro por esa combinación de talento y fuerza armónica que profesó con el Milán de la década. Ya no le piden autógrafos, le gritan que acabe con la violencia, una palabra enraizada en todo aquel que nace en una tierra sin oportunidades, en donde se viola y se mata por nada, donde el ser humano se ha convertido en lo más virulento para su especie.

Las guerras civiles (1989-1996 y 1999- 2003) desgarraron a una nación que siempre figura en los listados de la Unesco como una de las más pobres del continente (el ingreso de una persona es, aproximadamente, de cuatro dólares diarios). “Crecí en una casa de ideas liberales, sin recursos, como todas. Mi papá, un militante, me inculcó que siempre debía trabajar por mi país. Y eso es lo que he tratado de hacer toda mi vida”, dice el hombre que disputó dos Copas de África y que aprendió a jugar al fútbol con una naranja que pateaba descalzo por las calles de Monrovia, una ciudad polvorienta y desgastada con el tiempo, donde el orden lo dictaminan las balas, donde el silencio es el reflejo del miedo a las represalias.

“Erradicar el temor. A eso hay que apostarle. Y a la educación como la salida a todos nuestros problemas”, dice Weah, como si ese fuera su deber sagrado y el único camino para terminar con un ciclo eterno de una nación sinónimo de miseria. Ese es su discurso político: sencillo, práctico y concreto, el que ha mutado desde 2005 cuando se postuló por primera vez a la Presidencia de Liberia y fue derrotado por Ellen Johnson Sirleaf, una matrona africana que estuvo en el poder durante dos períodos y que dejó un legado de paz y de nepotismo, además del Premio Nobel de la Paz en 2011.

Este año, luego de que Johnson ya no se pudiera postular por ser inconstitucional, más de dos millones de liberianos votaron para conocer al sucesor de la primera mujer presidente en África. De los 20 candidatos, dos tomaron fuerza entre la población: Weah y su imagen de gran futbolista, y Prince Johnson, un señor de la guerra, el militante que tuvo la frialdad de torturar y asesinar ante las cámaras a Samuel Doe, el primer mandatario elegido por votación en ese país y quien camufló su dictadura detrás de las banderas de la democracia.

Este jueves se confirmó la victoria en las elecciones presidenciales del ex jugador de Manchester City, Chelsea, París Saint Germain, Mónaco, entre otros grandes clubes de Europa. Obtuvo una mayoría de electores sobre el actual vicepresidente, Joseph Boakai.

Aunque la esperanza de vida ha aumentado (pasó de 56 a 62 años) y el PIB creció 248 % en los últimos 12 años (de 604 a 2.101 millones de dólares), el sendero para exterminar la pobreza, la desigualdad, el hambre y el miedo es largo. “Tengo la visión, la nueva visión para Liberia”. La gente se cansó de panfletos regados por las ciudades con promesas de mejores hospitales, de más comida y educación gratuita. Se cansó de la corrupción. Por eso, la gran mayoría del pueblo se la jugó por el hombre de traje y corbata, el futbolista presidente. Quien quiere seguir haciendo historia para su país, esta vez sin la necesidad de tocar un balón.