«Infelizmente estamos delante de la mayor y más horrible masacre en los presidios de Brasil». Estas palabras de Epitácio Almeida, de la Orden de los Abogados de Brasil, da fe de la magnitud de la masacre perpetrada en el Complejo Penitenciario Anísio Jobim, en Manaos, Amazonas. Hasta ahora van reportados 60 muertos pero la cifra puede ser mayor. La masacre se produjo, al parecer, por enfrentamientos entre dos peligrosas bandas criminales brasileñas: el Primer Comando de la Capital (PCC) y la Familia do Norte (FDN). 

Hay reportes de personas decapitadas y quemadas durante las 17 horas que duraron los enfrentamientos al interior del penal. «Todo indica que fue un ataque de una facción mayor contra una menor para eliminar la competencia», dijo Sergio Fontes, secretario de Seguridad Pública de Amazonas. Aunque se trata de la mayor masacre de este tipo en la historia de Brasil, no es la primera vez que un enfrentamiento como este acaba con la vida de decenas de personas. En octubre pasado, 18 personas fueron asesinadas en dos motines, uno en Roraima y otro en Rondono.

Brasil es el país con la cuarta mayor población penitenciaria del mundo después de China, Rusia y Estados Unidos. Y su sistema carcelario, similar al colombiano, no da abasto. En las cárceles brasileñas se han presentado desde casos de canibalismo hasta desmembramientos y violaciones colectivas. Recientemente el gobierno de ese país anunció una inversión por 366 millones de dólares para enfrentar el hacinamiento carcelario, un eterno dolor de cabeza para las autoridades de Brasil, que pasa por uno de sus peores momentos.