Su recuerdo en Santa Fe es imborrable. A fin de cuentas, Gustavo Costas es el técnico más exitoso de la historia del rojo capitalino. Consiguió cinco títulos, entre ellos el primero de un equipo colombiano en Japón: la Copa Suruga. También, claro, el Torneo Finalización en 2014 y 2016 y la Superliga 2015 y 2017. Logros que se dieron en dos etapas. Extrañan al argentino en Bogotá. Y el entrenador nacido hace 57 años en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, también.

Por eso la charla con El Espectador gira en torno a aquellos años felices. Más allá, claro, del éxito que está atravesando como técnico de Guaraní. Líder del torneo paraguayo, sorprendió en la Copa Libertadores. Dejó afuera al San José de Oruro y eliminó a un gigante, Corinthians, en San Pablo, nada menos. Ahora enfrenta a Palestino de Chile, al que le ganó 1-0 como visitante en la ida. Todo indica que se clasificará a la fase y jugará contra Palmeiras de Brasil, Tigre de Argentina y Bolívar de Bolivia.

Sí, se trata de un técnico exitoso. Desde que arrancó su carrera en Racing Club en 1999 conquistó nueve estrellas. Fue campeón en Perú, Paraguay, Ecuador y Colombia. Y jugó quince finales. Por eso se ganó el apodo del Mourinho argentino, pues solo el portugués y Costas fueron campeones en cuatro ligas diferentes.

¿Cuál es su secreto? ¿Por qué le va bien en todos lados?

El trabajo y el grupo. Cuando agarramos un equipo, trato de que tengamos armonía en el plantel. Hablo demasiado con los jugadores, me gusta que estén contentos, porque para que el futbolista rinda bien tiene que estar feliz. A veces pensamos que los jugadores son maquinitas y ellos tienen los mismos problemas que cualquier ciudadano común. A mí me gusta saber cómo está su vida privada, si necesita algo. Y a la hora de trabajar, también. Primero, mucha intensidad. Después, hablar constantemente. De cómo salimos a buscar los partidos, de cuál es la mejor estrategia para plantearlos. Nunca jugamos de la misma manera. Si tenemos que apretar arriba, lo hacemos; si tenemos que bajar cinco metros, también. En el fútbol a veces te dominan y hay que saber cómo pararse.

¿El técnico tiene que ser un poco el psicólogo del equipo?

El entrenador tiene que saber todo, no puede andar delegando las tareas todo el tiempo. Hoy se trabaja con más gente en el cuerpo técnico, pero trato de estar metido en todo. Pienso que tenés que tener algo de psicología. El entrenador tiene que conocer cuando el jugador está caliente, cuando te quiere insultar. Es difícil llevar un grupo de 25 o 27 personas cuando solo once son titulares. Todos quieren jugar y cuando tenés doble competencia, todos quieren jugar la Copa. Entonces, hay que tener tacto y saber manejarlo.

¿Y cómo es trabajar con su hijo?

Es un sueño cumplido. Cuando terminó la secundaria, Fede se fue a jugar al fútbol playa. Entonces, yo le dije: ‘Si querés que te ayude un día y trabajemos junto, estudiá. Y cuando termines y hagas los cursos, vemos’. Hizo la carrera de educación física, está actualizado en todo lo que tiene que ver con el manejo de la tecnología porque el fútbol evoluciona, si hasta se usa el GPS en los zapatos. Cuando vi lo preparado que estaba y tuve la oportunidad, lo traje a trabajar conmigo. Estaba como segundo preparador físico y acá en Guaraní vino como el principal. Nunca les regalé nada a mis hijos. Yo les doy todo, pero primero que estudien.

Dirige hace veinte años y tiene su propio estilo, pero ¿en qué lado se pondría: el de Guardiola o el de Mourinho?

Yo me pongo en mi vereda. Hoy tenemos un equipo con transiciones rápidas, más directo. Cuando agarro un club, yo no me caso con ningún esquema. Los partidos tratamos de estudiarlos. Esos que dicen ‘yo muero con la mía’… No, no van. Yo quiero ganar siempre. Saldré a presionar o no. Hay momentos del partido en que el rival va a saber tener la pelota, te puede llevar, no es que te metés atrás, o te puede pasar al revés y tenés que saber cómo entrarle. Me gusta salir jugando si no me presionan arriba, si tengo espacios. Nadie tiene la verdad en el fútbol. Pueden ganar los que defienden o los que atacan. Hay que saber manejar el equilibrio, lo más difícil en la vida. Tanto en el fútbol como con la familia o el trabajo.

Estuvo en Santa Fe durante dos etapas y hasta lo llamaron para dirigir Millonarios en 2018. ¿Volvería al fútbol colombiano?

Sí, ¿cómo no voy a volver? Es un país que quiero mucho. Gracias a Dios, me llevo el cariño de la gente, siempre le agradezco eso. Cuando terminó el partido con Corinthians y conseguimos la clasificación tenía 300 mensajes de WhatsApp de Colombia, sobre todo, y Perú. Ese reconocimiento es impagable. En Bogotá me trataron bárbaro, me hicieron sentir como en mi propia casa. Fue muy intenso, logramos cosas importantes con Santa Fe. En Colombia estuve un año y diez meses. Logramos cinco títulos en muy poco tiempo. El trabajo fue bárbaro.

El año pasado estuvo cerca de volver a Santa Fe, ¿por qué no terminó arreglando?

El problema es que tenía a mi papá muy enfermo. Después, falleció. A mí me llamaron en febrero y hasta marzo no podía moverme de Buenos Aires. Por eso decliné las ofertas que me llagaron en ese momento.

¿Cuál fue el mejor jugador que dirigió en Colombia?

Tuve muchos buenos jugadores en las dos etapas, pero me quedo con el grupo que se formó.

¿Y si tuviera que elegir entre la primera o la segunda etapa en Santa Fe?

Las dos me regalaron cosas hermosas. Me dieron torneos, Superligas, ganamos la Suruga. Fueron dos momentos distintos del club. En la primera, ya estaba más armado el equipo, tenía buenos jugadores y venía de hacer grandes campañas. Estaba Cuerito, Medina, Ómar Pérez, Roa… ya tenía una base bien armada. En la segunda, lo agarramos empezado el campeonato y el equipo no andaba en un buen momento, pero logramos enderezarlo y conseguimos tres títulos.

¿Por qué cree que no lo llaman del fútbol argentino?

No sé. No les debo gustar, es muy difícil… Habría que preguntárselo a los dirigentes. No entiendo.

¿Es raro ser cotizado en Sudamérica e ignorado en su país?

No solo gané títulos afuera. También hicimos campañas buenísimas que fueron mejores que los campeonatos que conseguimos. Cuando fuimos a Alianza por segunda vez, el equipo estaba peleando el descenso. Y en 2001 hicimos una revolución con Guaraní, con chicos peleando hasta la final con Cerro Porteño. La perdimos por penales, lamentablemente. Después, muchos de esos jugadores fueron a la selección paraguaya. En Argentina no se valora, ni saben cómo trabajo.

¿En qué nivel ubica al fútbol paraguayo?

Hay dos países fuertes a nivel de ligas, que son Argentina y Brasil. Están muchos escalones arriba en infraestructura. Después, vos ves los partidos y no se refleja esa superioridad. En los sub-20, sub-23 y selecciones mayores no hay tanta diferencia. Y después, vienen los demás. Paraguay y Colombia por delante. Lo que veo acá es que hay que mejorar todo lo que tiene que ver con sacar jugadores de abajo y se les deben dar a los profesionales campos buenos para entrenar. Hoy no alcanza solamente con tener pelotas y una cancha, hay que hacer crecer a los clubes.

Usted con poco siempre se las arregla.

Hay que saber elegir bien. Es la realidad que toca acá. Uno sabe que los jugadores que están en un gran nivel en su club van a ser difíciles de traer. Entonces, tenés que buscar futbolistas a los que podés potenciar. Si le damos confianza, que es fundamental, nos va a ir bien. Primero miramos. Para este mercado estuvimos viendo jugadores desde octubre. Nos quedábamos hasta tarde con la gente del club, el director deportivo; habremos visto 500.

¿Cómo se ve en la Libertadores? Logró un triunfo importante en Brasil.

Muy bien. Ojalá podamos llegar a la zona de grupos, en el objetivo que nos planteamos.