Kem Sokha, opositor camboyano, fue condenado a 27 años de prisión, luego de ser declarado culpable de traición. “Es sentenciado por el cargo de colusión con extranjeros cometidos en Camboya y otros lugares”, afirmó el juez Koy Sao ante el tribunal. El exlíder del disuelto Partido de Rescate Nacional de Camboya (CNRP) fue arrestado en 2017 y acusado de conspirar con Estados Unidos para derrocar al líder Hun Sen, quien ha gobernado durante casi cuatro décadas. Sokha fue puesto bajo arresto domiciliario y se le prohibió postularse para un cargo y votar en las elecciones.

El político negó los cargos de conspiración con potencias extranjeras para derrocar al gobierno del primer ministro Sen y sus abogados dijeron que planean apelar su condena por traición. Frente a ello, las reacciones no se hicieron esperar: W. Patrick Murphy, embajador de Estados Unidos en Camboya, dijo que las acusaciones eran “teorías de conspiración fabricadas”. El recinto diplomático afirmó que el caso se había “basado en una conspiración inventada” y que la condena fue un “error judicial”. El comisionado de Derechos Humanos de la ONU pidió la liberación de Kem Sokha, diciendo que estaba preocupado por “la base de los cargos y la realización del juicio”.

Algunas organizaciones internacionales de derechos humanos, como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, también se pronunciaron al respecto. La primera de ellas describió los cargos como “fabricados” y agregó que el sistema de justicia de Camboya había “demostrado una vez más su asombrosa falta de independencia”. Por su parte, Phil Robertson, subdirector para Asia de Human Rights Watch, aseguró que “era obvio desde el principio que los cargos contra Kem Sokha no eran más que una estratagema políticamente motivada del primer ministro para dejar de lado al principal líder de la oposición de Camboya y eliminar el sistema democrático del país”. Incluso, advirtió que “enviar a Kem Sokha a prisión no se trata solo de destruir su partido político, sino de aplastar cualquier esperanza de que pueda haber elecciones generales genuinas en julio”.

El líder de Camboya, Hun Sen, que ha estado en el poder desde 1985, es uno de los autócratas más antiguos del mundo. Algunos creen que se presentará a las elecciones generales de mitad de año, pero otros especulan que planea cederle el poder a su hijo mayor, Hun Manet. Bajo su gobierno, líderes de la sociedad civil y opositores han sido condenados en juicios masivos, se han cerrado periódicos y estaciones de radio, y se han adoptado leyes que restringen la libertad civil. Por ejemplo, el mes pasado, el dirigente ordenó el cierre de Voice of Democracy, uno de los últimos medios de comunicación independientes del país, pues dijo que había publicado una historia que atacaba a su hijo y dañaba la reputación del gobierno.

El arresto de Kem Sokha

Cerca de la medianoche del 3 de septiembre de 2017, la unidad de guardaespaldas del primer ministro Hun Sen condujo a aproximadamente 100 policías armados con rifles de asalto automáticos para arrestar a Sokha en su casa en Phnom Penh. Posteriormente, un juez de instrucción lo acusó de traición y “connivencia con extranjeros”, se lee en el artículo “Camboya: líder de la oposición condenado por cargos falsos”, publicado en el portal de Human Rights Watch.

Los fiscales del gobierno sostuvieron que estaba involucrado en un esquema de larga duración de colusión extranjera para derrocar al gobierno y, en consecuencia, fue despojado de su inmunidad parlamentaria y la administración buscó la disolución legal de su partido. Así, la Corte Suprema controlada por el gobierno, encabezada por un presidente del Tribunal Supremo que era miembro del comité central del gobernante Partido Popular de Camboya (CPP), ordenó la disolución del partido en noviembre de 2017.