En una cárcel de mujeres sobrepoblada cerca de Beirut, Nour enfrenta diariamente el desafío de conseguir leche o pañales para criar a su bebé en medio del colapso económico del Líbano.

La crisis inédita que azota al país desde hace tres años afecta duramente a las presas. Las autoridades, en bancarrota, intentan cubrir sus necesidades y dependen cada vez más de donaciones, mientras la población del país se hunde en la pobreza.

Nour comparte una estrecha celda con su bebé de cuatro meses, 21 presas y otros dos niños en la prisión para mujeres de Baabda.

“No puedo amamantar a mi bebé y tengo dificultades en conseguir leche infantil”, comentó a AFP en el patio de la cárcel la demacrada joven de 25 años, abrazando a su bebé Amar.

“A veces mi hija pasa tres días sin leche. Llamo a mis padres para que me traigan leche, pero apenas pueden cubrir el 1% de las necesidades de mi bebé”, lamenta la joven detenida por cargos de drogas. “A veces dejo a mi hija con los mismos pañales hasta que traen unos nuevos”.

Hablando en voz baja, en presencia de la directora de la prisión, la joven dice que su hija nunca ha sido examinada por un médico desde que nació, y se queja de la calidad del agua de la cárcel, que provoca picor a su bebé.

El ministerio libanés del Interior hizo en septiembre un llamado a los donantes debido a que las prisiones, que albergan a más de 8.000 reclusos, estaban sobrepobladas, carecían de alimentos y “necesitan urgentemente medicamentos básicos”.

“Mi hija me hace falta”

Por el contrario, Bouchra, de 28 años, sufre la ausencia de su hija. Desde que fue acusada de difamación y encarcelada hace nueve meses, no ha visto a su hija de 13 años.

Su familia, que vive en el norte de Líbano, no puede visitarla por el costo del transporte.

“Mi hija me hace falta”, dice con lágrimas en los ojos. “Muchas mujeres aquí no pueden ver a sus hijos”.

Desde hace tres años, Líbano vive un aumento vertiginoso de precios, al tiempo que eliminó las subvenciones a los combustibles y 80% de la población vive debajo del umbral de la pobreza.

“Necesitamos lo básico: ropa, champú, desodorante… Pero nuestros padres ya no pueden comprarlo”, lamenta Tatiana, de 32 años, conteniendo las lágrimas.

Como casi 80% de los presos en Líbano, Tatiana está en espera de juicio. Lleva detenida casi tres años, pero una huelga de jueces que protestan por el deterioro de sus condiciones de vida tiene paralizado el sistema judicial.

Para la directora de la prisión, la capitana de las fuerzas de seguridad, Nancy Ibrahim, el hacinamiento es el mayor problema de las cárceles libanesas, cuya tasa de ocupación es de 323%, según el ministerio del Interior.

Frente a esta situación crítica en las prisiones, las administraciones penitenciales cuentan principalmente con la ayuda de las ONG.

“Proporcionan alimentos y vacunas para los niños e incluso trabajos de mantenimiento”, dijo Ibrahim.

En espera de juicio

Antes del colapso de la economía, la prisión de mujeres de Baabda albergaba cerca de 80 reclusas, pero ahora hay más de 105 repartidas en cinco celdas.

Rana Younès, de 25 años, trabaja para Dar Al Amal, una de las organizaciones que ayuda a las reclusas, proporcionándoles asistencia legal y pagando los medicamentos quienes padecen cáncer.

“Las madres encarceladas nos piden los productos más básicos: leche infantil, pañales, ropa, vacunas”, dijo a la AFP

Según Rana, las audiencias de las prisioneras fueron aplazadas por problemas de liquidez de las autoridades, que no tienen dinero suficiente para el combustible de los vehículos que las transportan.

Hoda Kara, directora de la ONG, indica que algunas veces las detenidas se quedan sin toallas higiénicas y tienen que utilizar retazos de tela.

Su organización invierte miles de dólares en camiones cisterna y trabajos de mantenimiento en la prisión de Baabda.

“Las familias de las detenidas ya no pueden ayudar, el estado está ausente, estamos tratando de llenar el vacío”, explica.