Cuando esta semana el Reino Unido inició un programa en el que ofrece visado por dos años a estudiantes de posgrado de algunas de las mejores universidades del mundo, Nikhil Mane, un estudiante de ciencias de la computación procedente de la India que asiste a la Universidad de Nueva York, aplaudió la noticia.

“Estaba contento”, comentó Mane, de 23 años, cuya universidad estaba en la lista. “Es una buena forma de alcanzar nuestros sueños”.

A más de 8000 kilómetros de distancia, Adeola Adepoju, estudiante de bioquímica de 22 años de la Universidad Olabisi Onabujo de Nigeria, también leyó sobre el anuncio con enorme interés. Pero él tuvo la reacción contraria.

“No podía creerlo”, comentó Adepoju. “Ninguna universidad del tercer mundo está clasificada”.

El programa de visas para “personas con grandes posibilidades” del Reino Unido acepta estudiantes de posgrado provenientes de 37 de las universidades mejor clasificadas del mundo en Australia, Canadá, China, Europa, Hong Kong, Japón, Singapur y Estados Unidos para que, incluso si no tienen ninguna oferta de empleo, vayan a vivir en ese país durante dos años.

La mayor parte de las universidades de la lista están en Estados Unidos, entre ellas, la Universidad de Harvard, el Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de California, campus San Diego.

El gobierno señaló que este plan atraería a “las personas más brillantes y prometedoras del mundo” y ayudaría a la economía británica. Sin embargo, sus detractores afirman que el plan fomenta las desigualdades a nivel global y discrimina a la mayor parte de los países en vías de desarrollo.

El gobierno anunció en su convocatoria que el objetivo de esta política es crear “un grupo muy atractivo y competente de personas calificadas con la capacidad de desplazarse que puedan reclutar los empleadores del Reino Unido”, así como impulsar el crecimiento económico y los avances tecnológicos. No estableció ningún límite al número de solicitantes que aceptaría y dijo que los egresados con doctorado podrían quedarse tres años.

“Queremos que aquí se construyan hoy las empresas del mañana”, dijo en un comunicado Rishi Sunak, el ministro de Hacienda británico. “¡Vengan a participar!”.

El programa está en consonancia con la política británica posterior al brexit relacionada con las visas, la cual les ha facilitado la entrada a los trabajadores bien calificados y se la ha dificultado a quienes considera mal calificados, así como a los solicitantes de asilo. Los cauces de las visas incluyen visados de trabajador calificado para las personas que han recibido alguna oferta de trabajo en el Reino Unido, visas para personas consideradas “líderes o líderes en potencia” en algunas áreas y un programa para autorizar que los estudiantes extranjeros egresados de universidades británicas se queden al menos dos años.

En algunos círculos académicos de Estados Unidos han elogiado esta nueva visa británica como algo que hay que emular. Pero muchos académicos, estudiantes y políticos del Reino Unido, África y la India se han pronunciado en su contra diciendo que los estudiantes asisten a ciertas universidades con base, en gran parte, a sus circunstancias sociales y geográficas y que el nuevo esquema favorece a las personas ya de por sí más privilegiadas.

“Yo no sería candidata”, comentó Deepti Gurdasani, una investigadora en salud pública y catedrática sénior en aprendizaje automático en la Queen Mary University of London que asistió a una universidad pública de la India que no aparece en la lista. “Es muy doloroso saber que estamos devaluados y que las personas de nuestra comunidad están devaluadas debido a niveles arbitrarios”.

Gurdasani mencionó que, como estudiante, obtuvo uno de los siete lugares disponibles en el Christian Medical College de Vellore, India, por los que compiten miles de estudiantes, con el propósito de estudiar medicina. Ahí, tuvo acceso a lo que ella considera una formación muy rigurosa al atender pacientes con enfermedades muy complicadas, incluyendo enfermedades infecciosas, gracias a lo cual adquirió la experiencia con la que llegó después al Reino Unido.

“Durante la pandemia de COVID”, hemos visto que en el Reino Unido falta esto”, comentó. “Es muy impactante percatarnos que después de esto vemos que aparecen la misma clase de nombres, las mismas universidades, que, evidentemente, favorecerán a un tipo concreto de personas blancas privilegiadas”.

Madeleine Sumption, directora del Observatorio de Migración de la Universidad de Oxford, el cual monitorea los patrones de inmigración, señaló que la nueva política era una idea innovadora, pero que tenía sus inconvenientes.

“¿Cómo se decide quiénes son las personas bien calificadas?”, preguntó, y añadió que la política actual aceptaría a alguien que logró con mucho trabajo egresar de Harvard, pero no a los estudiantes de más alto rendimiento de una prestigiosa universidad india.

Sería bueno introducir otros criterios, como las calificaciones, para evaluar a los solicitantes, afirmó, pero mucho más difíciles de aplicar“Es muy cómodo para el gobierno tener solo una institución esté o no esté en la lista”.

El Ministerio del Interior del Reino Unido aseguró que la lista había sido recopilada de las listas que clasifican a las mejores universidades a nivel global y que las nuevas instituciones internacionales podían subir de rango y sumarse a esa lista después.

No obstante, la clasificación de las universidades es muy criticada en muchos sectores, y los críticos señalan que casi nunca logran conocer la calidad de la enseñanza y con frecuencia le otorgan mucha más prioridad a la investigación que a la formación.

Phil Baty, quien es responsable de desarrollar la metodología de la Clasificación Académica de Universidades del Mundo, la cual se encuentra entre las que usa el gobierno británico, mencionó en una publicación de LinkedIn que “Esto no es lo que teníamos en mente cuando creamos la clasificación”.

Zubaida Haque, directora ejecutiva de Equality Trust, una institución de beneficencia británica, comentó que, en la creación de esta nueva visa, el gobierno británico no logró comprender las barreras raciales, de clase y económicas que impedían que muchos estudiantes con méritos suficientes no llegaran a las mejores universidades.

En un estudio de 2017 de las universidades pertenecientes a la Ivy League, así como de instituciones como la Universidad de Chicago, la Universidad de Stanford, el Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad Duke, la mayor parte de las cuales están en la lista de visado del Reino Unido, se descubrió que era mayor la cantidad de estudiantes que procedían de familias ubicadas en el uno por ciento más alto en la distribución de ingresos en Estados Unidos que la de la mitad inferior.

“Este programa demuestra que el gobierno no comprende la desigualdad sistémica de razas y clases en este país, y es obvio que no la comprende en ningún otro lugar”, afirmó Haque. “Es un programa de visado elitista”.

Haque añadió que el programa otorgó una ventaja injusta a quienes menos la necesitaban. “Es probable que, de todos modos, estos egresados tengan buenas oportunidades”, comentó.

Christopher Trisos, un alto investigador en la Iniciativa Africana para el Cambio Climático y el Desarrollo de la Universidad de Ciudad del Cabo, señaló que el programa también era perjudicial incluso para el Reino Unido.

“Si las empresas y los gobiernos británicos quieren tener alguna participación en la resolución de los mayores desafíos de este siglo —acceso a la energía, combate al cambio climático y la pandemia—, tienen que incluir las habilidades y los conocimientos que aportan los países en vías de desarrollo”, aseveró.