Cuando los premios Oscar se acercan, empieza el alboroto de cinefilia mainstream por cuanta red social existe. Cuanto más se aproximan los populares premios, más expertos y críticos aparecen. Pero lejos de ser esto una crítica y una burla soterrada y socarrona, me despierta una alegría enorme porque, por lo menos durante unos pocos meses, el cine tiene protagonismo.

Y entre las categorías hay varias que pasan desapercibidas, como las de los cortometrajes, ese formato que difícilmente tiene salida comercial, pero que es mucho más estimulante; puerta de entrada a la industria.

No escribiré sobre el formato en sí, sino los cortometrajes que hacen parte de la categoría a Mejor cortometraje animado y no llegarán a salas. Es posible ver la mayoría en plataformas como YouTube —uno en la plataforma de Apple— y, claro, navegando por ahí, en el mundo de lo deliciosamente alternativo.

En 2019, el escritor e ilustrador británico Charlie Mackesy lanzó el libro infantil The boy, the mole, the fox and the horse, un bestseller. Narra el desarrollo de una amistad entre un solitario niño y cuatro animales que encuentra entre la nada, en un espacio solitario y en extremo frío. La historia se arma en una retahíla de optimismo y frases tan honestas como edulcoradas, perfectas para replicar en redes sociales.

La adaptación al cine, con el mismo nombre, contó entre su equipo con el mismo Mackesy y está dirigida por el también escritor Peter Baynton (Paddington II). Un estilo de animación sobria y limpia que ya estaba plasmada en el libro. Es una impecable propuesta que ya hacía Mackesy en su obra y es inevitable no pensar en las ilustraciones de Winnie The Pooh.

Asistimos a las constantes preguntas que se hace su pequeño protagonista relacionadas con encontrar un lugar en el mundo y lo que significa crecer y saber relacionarse socialmente con quienes nos encontremos en el camino. El corto tiene un sentido del humor inocente y blanco. Quizás los 35 minutos que dura la pieza lo hagan algo empalagoso, pero es perfecta para quienes disfrutan sobremanera con una película contada desde la benevolencia y las necesarias muestras de bondad. Entre sus productores están J. J. Abrams (Bad Robot Productions) y Woody Harrelson, y entre los actores están Idris Elba (el zorro), el irlandés Gabriel Byrne (el caballo) y el actor inglés Tom Hollander, como el simpático topo. Pueden encontrarla en Apple TV.

Desde Canadá, aparece un cortometraje recientemente ganador en Sundance que también tuvo su paso por Annecy 2022, el Toronto International Film Festival y el AFI Fest, entre otros. The Flying Sailor se remonta a 1917 y comienza con un tono festivo y de proeza que va mutando a uno de suspenso y total intriga. En el muelle de un pequeño pueblo ocurre el inesperado choque de dos barcos de carga. Uno de ellos transporta material altamente peligroso (la forma en la que se narra el peligro seguro los llevará a recordar los dibujos animados de la Warner Brothers). Ante el choque, la mirada curiosa de un marinero que enciende un cigarrillo y luego: una colosal explosión.

El marinero, protagonista, hace un viaje de carnicería volando por los cielos, donde repasa toda su vida mientras, al tiempo, se van desprendiendo poco a poco sus prendas hasta llegar a ser una masa deforme. El corto, inspirado en hechos reales y dirigido por Amanda Forbis y Wendy Tilby, tiene una mezcla de humor negro y lo que podría parecer una reflexión sobre el individualismo, además de evidenciar el milagroso suceso en el que Charlie Mayers sobrevivió en la explosión de Halifax el 6 de diciembre de 1917, luego de haber volado más de 2 kilómetros. El corto está en YouTube.

An Ostrich Told Me the World is Fake and I think I Believe it es otro de los nominados y un espléndido ejercicio de stop motion del australiano Lachlan Pendragon, que cuenta el terrorífico lío en el que se ve envuelto un oficinista, Neil, cuando se da cuenta de los defectos que tiene el universo en el que está inmerso. A ello llega gracias a la aparición de una enorme avestruz que le arma conversación, mientras está solo en su espacio laboral. Todo suena de terror, pero está contado en clave cómica. Una propuesta grandilocuente que tiene un punto buñuelesco. Para narrar el conflicto, su creador muestra dos universos: el del personaje principal y, detrás, una suerte de behind the scenes, queda en evidencia el trabajo en stop motion, el proceso de animación, el trabajo de obra. Es cine dentro del cine, un auténtico juego que hace recordar trabajos geniales como The Truman Show o Stranger than Fiction. Lo pueden encontrar en plataformas alternativas o poniendo su nombre en Twitter.

Mi favorito, y el que despertó risitas mientras ocurría la presentación oficial de los nominados a los Óscar. ¿Se acuerdan? (tengo aún clavado el “no comments” de Allison Williams). My Year of Dicks es un cortometraje totalmente intoxicante, auténtico, deslenguado, soez y tremendamente divertido. Lo dirige la islandesa Sara Gunnarsdóttir. El cortometraje está basado en el libro Notes to Boys (and Other Things I Shouldn’t Share in Public), escrito por la norteamericana Pamela Ribon, coguionista de Ralph Breaks the Internet (2018), coescritora de la historia de Moana (2016) y también guionista de este cortometraje, que cuenta el viaje íntimo que vive una adolescente de 15 años a comienzos de los 90, quien decide embarcarse en una tarea puntual: encontrar al tipo ideal para dejar de ser virgen. El problema es que se encuentra con cada idiota, que hace difícil llegar a la deseada meta. El cortometraje está dividido en cinco capítulos y cada uno es mejor que el otro, haciendo que el quinto sea el que, sin duda, los haga desternillarse de risa. A las animaciones, una mezcla de rotoscopia, algo de motion graphics y animé, entre otros, se le suma un material de archivo (o con ese efecto, si es que no es 100 % real), que nos devuelve a la estética de las webcams de finales de los años 90 comienzos de 2000, donde su protagonista hace gala de su desesperada necesidad. Lo pueden ver vía Vimeo.