Tras meses de violentas protestas, Líbano logró formar un nuevo Gobierno. El primer ministro, Hassan Diab, elegido hace poco más de un mes, advirtió que la tarea inmediata es difícil, pues ningún flanco del panorama ayuda, hay una economía estancada y las calles están constantemente siendo ocupadas por miles de personas que protestan contra la clase política del país. 

En un discurso realizado hoy, el mandatario envió un mensaje inédito hasta el momento: «Estamos frente a un callejón sin salida económico y social. En realidad estamos frente a una catástrofe y tenemos que mitigar su impacto y sus repercusiones sobre la vida de los libaneses. Los desafíos son inmensos, los ciudadanos están cansados de promesas y de planes que se quedan en el papel», aceptó.

Diab, un profesor universitario de 61 años, prometió responder a las reivindicaciones de la calle con este gobierno de «tecnócratas independientes». Pero cuando se anunció el nuevo gobierno, en las principales ciudades del país los manifestantes incendiaron neumáticos y bloquearon carreteras para expresar su descontento.

Los ministros, aunque sean expertos y tengan la etiqueta de «tecnócratas», siguen siendo gente vinculada a la actual clase política, según los manifestantes, que piden justamente unos dirigentes que no estén asociados a una élite de poder que consideran ineficaz y corrupta. «En lugar de los políticos corruptos, ahora tendremos a los amigos de los políticos corruptos», decía Ahmad Zaid, un manifestante de Beirut.

«El gobierno de la última oportunidad», titulaba el miércoles el diario Al-Ajbar, cercano ideológicamente al movimiento chiita Hezbolá, columna vertebral de este gobierno.

¿Gestión del caos? 

El martes por la noche en Beirut, varios centenares de personas se congregaron en una calle que lleva al parlamento, frente a una barrera policial. Intentaron atravesarla, lanzaron piedras y petardos contra las fuerzas del orden, que respondieron con gases lacrimógenos y agua a presión.

En tres meses de protestas, la cólera ciudadana solo ha aumentado. A las reivindicaciones políticas se unen las económicas. Además, la crisis se ha agravado con despidos en masa, drásticas restricciones bancarias y una fuerte depreciación de la libra libanesa frente al dólar.

El nuevo equipo de gobierno tiene ante sí una tarea titánica en un país que se hunde bajo el paso de una deuda que roza los US $90.000 millones, es decir más del 150% de su Producto Interno Bruto (PIB). 

«Un poco de tiempo»

«La situación económica forma parte de nuestras prioridades», ha pedido el primer ministro, comprometiéndose a aportar lo antes posible una solución a los problemas del sector bancario o del tipo de cambio. «Hay que darse un poco de tiempo. Vamos a ser rápidos pero no nos vamos a precipitar», dijo.

En una economía donde el sistema bancario ocupa un papel fundamental, las autoridades van a tener que hacer frente a una falta de confianza de los ciudadanos frente a las instituciones financieras, que instauraron restricciones importantes en la obtención de efectivo y en las transferencias en dólares al extranjero.

El gobierno se ha formado a partir del Hezbolá proiraní y sus aliados, mayoritarios en el parlamento, principalmente la formación chiita Amal y el partido Corriente Patriótica Libre, fundado por el presidente Michel Aoun. Los ministros son desconocidos para el gran público, sobre todo académicos.

«Nos oponemos al gobierno de Hassan Diab. No es un equipo de tecnócratas independientes y no responde a las exigencias de la revolución», dijo el martes por la noche Alaa Khodor, un manifestante en las calles de Trípoli.