Oleksiy Shelestiy comenzó con un turno normal en Chernóbil, pero al amanecer del 24 de febrero empezaron a resonar en la distancia las primeras rondas de artillería. La llegada de las tropas rusas a la extinta planta nuclear cambió todo. Más de 100 empleados que llegaron horas antes para el horario nocturno quedaron atrapados cuando las fuerzas rusas entraron a Ucrania y tomaron extensiones de tierra en su marcha a Kiev.

La captura de Chernóbil por parte de las fuerzas rusas fue un calvario de semanas: la energía fue cortada en la instalación y los trabajadores permanecieron vigilados por los rusos, en medio de la incertidumbre de los primeros días de la invasión. “No estábamos preparados mentalmente para esto, pero no teníamos salida”, comentó Shelestiy. Como supervisor nocturno, él tenía a su cargo un equipo de 12 personas responsables de monitorear el abastecimiento eléctrico en Chernóbil, donde un enorme sarcófago cubre los remanentes de un reactor nuclear destruido para evitar la posible contaminación radiactiva.

En 1986, la planta fue escenario del peor accidente nuclear del mundo, y desde entonces está bajo mantenimiento de miles de trabajadores ucranianos, así como vigilada de cerca por expertos internacionales para contener los desechos nucleares. Durante años, un sistema de turnos y una red de vigilancia mantuvo un control estricto de los niveles de radiación en las instalaciones, hasta que las fuerzas rusas ingresaron desde Bielorrusia y tomaron Chernóbil, donde hicieron prisioneros a los trabajadores, aislando a la planta del mundo.

“Me di cuenta de que era posible un accidente”, contó Shelestiy. “La presión emocional y psicológica no me permitió enfocarme, pero intentamos hacer nuestro trabajo y controlar todos los parámetros para que nada ocurriera”, recordó.

Lucha de poder

El período más tortuoso de la ocupación comenzó el 9 de marzo, cuando se cortó la energía en la planta, debido a los combates cercanos, según Shelestiy, pese a que los expertos reconocieron que no se podría repetir el derrame de 1986 por la ausencia de un reactor operativo en el sitio.

Durante días, los trabajadores dependieron, primero, de sus reservas de diésel para tener electricidad. Luego, los rusos brindaron combustible hasta que pudieron conectarse a la red bielorrusa. En tanto, los ucranianos atrapados en la planta solo pudieron enterarse de lo que pasaba fuera escuchando transmisiones de radio y las ocasionales llamadas a casa por una de las líneas telefónicas de la planta. “Fue mental y emocionalmente difícil”, indicó Shelestiy, quien señaló que los empleados eran vigilados de cerca y obligados a navegar por una compleja red de puestos de control instalados por los rusos en la planta, complicando las tareas.

Desde entonces, las autoridades ucranianas han acusado a los rusos de ignorar la seguridad básica durante su ocupación de Chernóbil, señalando que sus soldados cavaron trincheras y montaron campamentos en áreas contaminadas del sitio. “Ellos excavaron el suelo contaminado con radiación, recogieron arena radiactiva en sacos como fortificación, respiraron ese polvo”, comentó en abril el ministro ucraniano de Energía, German Gulashchenko, quien aseguró que las fuerzas rusas fueron expuestas a una cantidad “impactante” de radiación. “Cada soldado ruso llevará a casa un trozo de Chernóbil. Vivo o muerto”, agregó el ministro.

El director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, dijo, posteriormente, que se registró “un aumento en los niveles” de radiación de Chernóbil, aunque aseguró que estaba controlado.

Shelestiy no pudo confirmar los detalles sobre la supuesta mala conducta rusa en Chernóbil, donde debió permanecer en su puesto y tuvo poca interacción con los soldados.

“Preocupados, nerviosos”

En medio de la incertidumbre, Shelestiy dijo que intentó tranquilizar a su equipo, cuyas familias en la localidad vecina de Slavutych estaban rodeadas por las fuerzas rusas.

El alcalde de Slavutych, Yuriy Fomichev, tuvo que ayudar a contrabandear bienes a la comunidad y tranquilizar a las familias de los trabajadores presos. “Tuve que tranquilizarlos y explicar que tenían que tener paciencia”, contó el funcionario.

Slavutych fue construida tras el accidente de Chernóbil, como un asentamiento para las familias evacuadas que vivían cerca de la planta en 1986, en los últimos días de la Unión Soviética. Para muchos de sus pobladores, ver a Chernóbil envuelto en el caos revive malos recuerdos. “Estábamos preocupados, nerviosos”, comentó Tamara Shyrobokova, de 75 años, una extrabajadora de Chernóbil radicada en Slavutych tras el derrame. “Yo estaba, literalmente, en choque por el hecho de que Rusia atacara Ucrania. Nadie lo podía imaginar”, agregó.

Todo el episodio tiene perplejo a Shelestiy, quien fue liberado tras una ronda de negociaciones antes de que los rusos se replegaran para dirigir sus tropas a la batalla de Kiev. “Decían que me querían liberar de algo, pero no entendí de qué. No lo entendí”, concluyó.