Solo las conversaciones sobre la profesión -y una que otra actividad relacionada con las juntas directivas a las que pertenece- pueden sacarlo de su casa de campo. Tiene dos razones fundamentales para trabajar de noche y de día, contrario a la idea del pensionado que repentinamente deja de lado el oficio de toda la vida. La primera, ama con pasión el periodismo y sigue viendo temas de investigación por todas partes. La segunda: “Soy soltero, no tengo familia”.

Ya no lee periódicos impresos y cree que en menos de dos décadas serán muy pocos los medios de comunicación que conserven la edición de papel. ¿Redes sociales? Casi no tiene contacto con ellas. Les reconoce bondades, pero cada vez se convence más de que implican peligros para la democracia. En Twitter es Marty Baron, como lo llaman sus amigos. En Facebook, Martin Baron, en español y sin tildes, como su nombre de pila. Dejó de debatir en Twitter porque se cansó del lenguaje pendenciero y la incitación al odio y tampoco publica en Facebook, excepto porque en enero de 2021 decidió contar a sus amigos de esa red que dejaría el “Washington Post”.

En aquel mensaje recordaba que estuvo nueve años como director del periódico, que también condujo al “Boston Globe” y al “Miami Herald”, y que en sus 45 años de carrera estuvo en coberturas periodísticas de interés mundial, como las que revelaron la pederastia en Estados Unidos (no lo dice, pero él lideró ese trabajo), la caída de las Torres Gemelas, las guerras en Iraq y Afganistán, la pandemia del covid, las protestas contra el racismo, la llegada de Trump al poder y el asalto al Capitolio de Estados Unidos, entre otras. No mencionaba que también fue redactor y editor, ni decía -como lo hace ahora, en una tarde de tertulia en el Chapinero bogotano-, que de sus facetas como periodista la que más lo llenó fue la de director.

Usted está en Bogotá por invitación de la plataforma de investigación Connectas¿Cómo se ve el “Washington Post” desde afuera?

Está haciendo buen periodismo y sigue haciendo investigaciones profundas. Ganó el Premio Pulitzer por su cobertura de los eventos del 6 de enero de 2021 (el asalto al Capitolio de Estados Unidos) e hizo un gran proyecto después de mi salida del periódico. Investigó a fondo lo que pasó ese día, antes de ese día y después de ese día. Investigaron el comportamiento del presidente Donald Trump, o su falta de respuesta al ataque al Congreso.

En muchos medios de comunicación existe debate sobre cómo debe ser la relación entre el dueño y el director. ¿Cómo manejaba ese tema con Jeff Bezos?

No somos amigos, pero era un empleado de él y tenemos buenas relaciones. Cuando compró el periódico, él pensaba en cómo íbamos a aumentar la circulación en internet. Estaba dispuesto a invertir su dinero en el crecimiento del “Washington Post”, pero tenía interés en exigir que nos transformamos en un medio digital. Ya habíamos empezado a hacerlo, pero en ese momento aceleramos el proceso. Nos dijo que no iba a meterse en nuestra cobertura y que incluso teníamos derecho a cubrirlo a él como a cualquier otro ejecutivo. Y que cubriéramos a Amazon como a cualquier otra empresa. Nunca ha violado esa promesa. Nos daba la independencia de cubrir sin restricción a su propia empresa, a sus empleados, las implicaciones de sus productos con respecto a la privacidad, su vida personal, su divorcio, sus amoríos.

El “Washington Post” que usted dirigió tuvo que librar famosas batallas por la defensa de la democracia en tiempos de Donald Trump. ¿Cree que ahora que él salió de la Presidencia se acabaron los riesgos para la democracia de Estados Unidos?

Bueno, él dijo explícitamente que en un momento deberían hacer a un lado la Constitución de los Estados Unidos. Imagínese. Y creo que hizo varias cosas para socavar la democracia en Estados Unidos. Ya no es presidente, pero hay un riesgo todavía.

¿Y cómo calificaría su relación con Trump?

No tengo una relación con Trump. (Risas).

Esa es una calificación contundente

He oído de él algunas veces durante mi gestión del periódico, pero no mantuvimos una relación. No soy amigo de él.

Eso de fiscalizar a magnates y gobernantes es una obligación del periodista que a veces se queda en veremos cuando hay demasiada proximidad con la fuente, cuando se vuelven amigos. ¿Qué tan cercano debe ser el periodista de sus fuentes?

Bueno, a veces las fuentes son amigos. Pero los periodistas deberíamos mantener la independencia. Creo en los medios independientes, en los que están dispuestos a hacer investigaciones sobre cualquier persona poderosa, cualquier institución poderosa que pueda influenciar la vida del pueblo. Trataba de mantener mi propia independencia. No me hacía amigo con los políticos, con los empresarios, con los emprendedores o con cualquier institución que teníamos que cubrir. Nosotros fiscalizamos al poder con respecto a Trump, pero también con respecto al presidente anterior, Obama, y a su sucesor, Joe Biden. Hay que vigilarlos a todos.

Estamos hablando a propósito de su salida del “Post”, pero, ¿cómo fue llegar a ese centro del poder político — Washington — y a ese medio de comunicación, que es una especie de cima del periodismo?

La verdad es que no tenía esperanzas de trabajar en Washington. En los años 70 era muy joven y solicité un puesto como reportero en el “Washington Post” y me rechazaron. Entonces fui a “Los Ángeles Times” y empecé a pensar que Washington era una burbuja, no tenía expectativas de ir a esa ciudad. No fue una meta profesional para mí, porque pensaba que muchos de los funcionarios gubernamentales que trabajaban en esa ciudad, los políticos, estaban en una burbuja, que no entendían las preocupaciones de los ciudadanos ni sus esperanzas. Pero después fui invitado a postularme para ser director del “Washington Post” y fue una buena oportunidad. Es un periódico con una gran herencia y ya estaba listo para salir del Boston Globe. No pienso en los periodistas de Washington como si fueran de una clase más alta que los otros. Conozco a muchos buenos periodistas por todo Estados Unidos y en otros países. Muchas veces los periodistas en otros lugares tienen más dificultades, más obstáculos para hacer su trabajo.

¿Y cuáles son hoy las tres principales amenazas al trabajo periodístico y la libertad de expresión en el mundo?

La difusión de falsedades por las redes sociales y otras vías, los políticos que quieren aprovecharse de las fracturas en los medios para impulsar el autoritarismo en algunos países y la autocensura por parte de los medios con respecto a los políticos y otros poderosos.

Conocemos un poco sobre la autocensura en Colombia y en América Latina. ¿En Estados Unidos existe autocensura?

Admiro el trabajo de gran parte de los periodistas en Estados Unidos, pero hay autocensura por parte de algunos. Y algunos medios han hecho… por ejemplo, la cadena Fox News es aliada del partido Republicano y ha sido aliada de Trump.

¿Salieron más costosas las redes sociales que los beneficios que ofrecen?

Bueno, es que les han dado voz a algunos grupos y personas que nunca habían tenido la oportunidad de ser escuchados. También les han dado la posibilidad de seguir a algunos especialistas a los cuales posiblemente no tenían acceso antes. O de intercambiar ideas con amigos, colegas o familiares. Pero también han permitido la difusión de muchas falsedades, muchas teorías de conspiración que no tienen raíces en la realidad. Y han contribuido a la polarización de las sociedades por todo el mundo.

¿Está en redes sociales?

Ahora casi no por participo en las redes sociales porque ya estaba harto de Twitter y dejé de postear hace tres años. La conversación en Twitter no era una conversación, era una batalla de falsedades, una oportunidad para que algunas personas, quizás anónimas, llevaran ataques contra otras. No valía la pena seguir participando en esa red. Y no he posteado nada en Facebook por años. Bueno, cuando tomé la decisión de jubilarme lo posteé en Facebook.

Entre los periodistas que llevan mucho tiempo en la profesión existe nostalgia por los impresos, por el papel, en pleno auge de los medios digitales. Usted vivió ese choque hace como dos décadas. ¿Qué le diría a quienes apenas están pasando por esa etapa?

Al principio no pensábamos mucho en la era digital, no creíamos que tendría tanto impacto sobre nuestra profesión. Muchos periodistas se resistían a los cambios necesarios para adaptarnos, pero la mayor parte de ellos ahora reciben su información por los dispositivos móviles y los periódicos impresos seguirán sufriendo un descenso continuo en su circulación, porque la mayoría de la gente prefiere recibir su información de una manera digital.

Decía que los periodistas deberían conocer las métricas del medio de comunicación en el que trabajan. ¿Hasta qué punto y por qué?

Bueno, le escuché decir a Bezos que un negocio no puede sobrevivir sin las métricas. Las necesitamos para medir nuestra eficacia y para manejar el negocio, y deberíamos saber lo que la audiencia lee y escucha, pero deberíamos (y Bezos lo dijo) dedicarnos a los principios, porque trascienden las métricas, son más importantes que ellas. Las investigaciones a veces no generan buen tráfico, no generan suscriptores, podrían enojar a algunas empresas o lectores, pero tenemos la obligación de encontrar los hechos y difundirlos.

¿Cuál es la primera sección que lee en un periódico?

Bueno, la verdad es que vivo en el bosque y no me sirve recibir un periódico impreso, ni una revista impresa. Cuando veía impresos, llegaba por la portada. Ahora leo todo en internet, tengo suscripciones a muchos medios y pago por esas suscripciones. Y navego desde la portada.

¿Cómo se imagina los periódicos dentro de 15 o 20 años? ¿Existirán?

Supongo que no habrá impresos, con algunas excepciones. Creo que todo el mundo va a recibir su información por dispositivos como los móviles. Y supongo que vamos a enfrentar algunos peligros: la manipulación de las fotografías, por ejemplo. La manipulación de información traerá tiempos difíciles para los medios, y supongo que vamos a enfrentar más ataques contra los periodistas. Tenemos que encontrar una manera de lidiar con todo eso, de difundir la evidencia tras nuestros reportajes.

Los medios impresos hicieron la transición a digital convencidos de que por ahí multiplicarían audiencias (lo cual ocurrió) y recuperarían ingresos económicos de la publicidad perdida (lo cual no pasó). ¿Qué perspectivas ve usted para las empresas periodísticas?

Es un problema grande. Quisiera tener la solución (y ganaría mucho dinero si la tuviera) porque en muchos medios en el mundo me preguntan por el tema. Creo que hay una necesidad y en algunos países más difícil que en otros, de cambiar el modelo, de no depender por completo de la publicidad. Debemos obtener suscriptores. Tenemos que tener varias fuentes de dinero y no podemos depender por completo de la publicidad. Muchos medios han tenido temor de cambiar su modelo. En España los periódicos lo tenían, dijeron que no iban a recibir muchos suscriptores, que así no podrían reemplazar las ganancias que habían recibido con la publicidad, pero la verdad es que las ganancias de la publicidad iban a bajar, y bajaron, y esos medios tuvieron que buscar otra fuente de dinero y crearon algunos modelos digitales con suscriptores y han empezado a tener éxito.

Causa especial curiosidad verlo tan reposado, calmado y saber que es la persona que manejó varios de los casos de investigaciones periodísticas con mayor resonancia mundial. ¿Era así cuando estaba en plena investigación?

Intentaba hacerlo. No lo lograba todo el tiempo. Un editor debería guardar sus emociones, mantener la calma, ser un modelo para otros editores y el resto del personal. He cometido errores, no todo el tiempo guardaba mi calma, pero con los años aprendí que la redacción necesitaba a un líder que controlara sus propias emociones.

¿Y qué tipo de periodistas buscaba? ¿Qué periodistas cree que se necesitan en el mundo de hoy?

Me gustan los periodistas que se impresionan más con lo que no saben que con lo que saben o lo que creen saber. Deben ser curiosos, no deben suponer que saben todo antes de hacer su investigación de los hechos. Deberían hacer su trabajo con mente abierta, con honestidad, honrar con un compromiso hacia los lectores y cuando descubren los hechos deberían tener la disposición y la valentía de difundirlos como son.

En cumplimiento de su deber de informar en un mundo tan frenético, los periodistas de vez en cuando terminan exponiendo su propia integridad. No hablo de los problemas de seguridad en casos de guerra, sino de salud mental, por ejemplo. ¿Cómo se manejan los temas de estrés, presiones, ansiedades de los reporteros en el “Post”? ¿Existe algún tipo de apoyo especial en estos casos?

Es una profesión con presiones todo el tiempo. Es la naturaleza de la profesión. Tenemos que cubrir cosas que no podemos predecir, pero se necesita que todos los periodistas piensen en sí mismos, en su salud mental. Después de 2020 la situación fue muy difícil para los periodistas en Estados Unidos: elección presidencial, pandemia y manifestaciones por la injusticia contra los afroamericanos. El medio empezó a pensar en cómo darles a los periodistas más oportunidad de reflexionar, de descansar, de huir de las presiones del trabajo. No hay un sistema fijo para hacerlo, pero hay recursos para los periodistas que trabajan allí. Por ejemplo, hay recursos para psicólogos o psiquiatras, y los editores ahora piensan en la necesidad de darles a los periodistas una oportunidad de distanciarse de las presiones diarias de su trabajo.

¿Y qué tanto cumplía esa premisa de darse un descanso?

Cuando era el director del Washington “Post” me despertaba a las 5:15 a.m., veía nuestro sitio de internet por si había problemas o noticias, empezaba a comunicarme con la gente encargada del sitio de internet y a leer algunos sitios de nuestra competencia. Llegaba por lo general a mi oficina a las 8:00 a.m. y tenía desayuno con miembros del personal. Teníamos una reunión a las 9:00 a.m. para hablar de nuestra cobertura digital, no hablamos mucho del periódico impreso. Durante el día, reuniones con reporteros, editores con mis colegas del negocio. Me iba de la oficina a las 7:00 p.m. A veces cenaba con alguien, un amigo, un colega. Llegaba a mi casa a las 9:30 y empezaba a leer nuestro sitio de internet, nuestro desempeño, las métricas y todo eso. Me dormía a las 12:00 de la noche. Tenía cinco horas y 15 minutos de descanso. Me faltaba mucho sueño. Ahora es diferente: me despierto a la hora que me despierto.

Y se despierta a escribir. ¿Cómo va con el libro?

Muy bien. He avanzado mucho y estoy editando.

¿Ya le tiene título?

Sí. “Colisión de poder: Trump, Bezos y el Washington Post”.

Si hay título y ya está editando, quiere decir que lo lanza este año…

La editorial espera que esté en librerías desde octubre.

Una impresionante historia del encuentro de esos tres pilares de poder, como los llama usted.

Digo que es una experiencia histórica en torno a esos tres pilares de poder: la prensa, uno de los hombres más ricos del mundo y el presidente de EE. UU., quien es quizá la persona más poderosa del mundo. El periódico tenía una historia distinguida, por su investigación en los años 70 que llevó a la renuncia de Richard Nixon y fue comprado Jeff Bezos, con todo lo que ello significa y tuvo que ejercer con valentía el oficio en época de Trump. Pero no puedo decir más, porque quiero que la gente lea el libro.

Hablando de falsedades y ataques a las libertades, ¿cómo fue esa historia de la creación del eslogan del Post? El que dice que “La democracia muere en la oscuridad”

Bueno, cuando Bezos compró el Washington Post quería tener un eslogan. Quería que tuviéramos una frase que pudiera diferenciarnos de nuestra competencia, que expresara nuestro papel en la democracia y que cupiera en una camiseta. Después de mucho tiempo de discusiones la decisión fue usar esa esa frase en todos los productos del Washington Post: en Internet, en la aplicación web, en el impreso.

Le habían pedido un eslogan optimista que no hablara de muerte, ni de fatalidades, y sale usted con “La democracia muere en la oscuridad”. No imagino la cara de Bezos. a propósito, ¿por qué no le habrá gustado ese eslogan a Donald Trump?

(Risas). Donald Trump lo interpretó como un grito de guerra contra él, pero no lo fue.

¿Seguro?

Seguro. Sencillamente fue una frase que nos gustó, que creímos que definía al Post. A mí me gusta.

¡Cómo no le va a gustar! Es una de las frases que repetía Bob Woodward, el de la investigación sobre el “Watergate” que tumbó a Nixon. Y usted es declarado admirador del estilo de Woodward.

Es cierto. Me gusta mucho ese periodismo que hizo el “Post” en el “Watergate” y admiro a Bob, pero tengo que aclarar que la frase no era suya. La usó mucho después de oírla en los juzgados a los que iba a hacer sus investigaciones. Me parece que primero la había dicho algún juez de Estados Unidos.