En Polonia, la Unión Europea financia el 60% de la inversión pública que ha modernizado mucha de su infraestructura, educación y servicios públicos. El apoyo económico dista de hacer pensar que Polonia está marcando distancia con la Unión.

El nuevo gobierno de Mateusz Morawiecki, quien asumió el pasado diciembre, parecía dispuesto a renovar el gabinete con el fin de tener el beneplácito de la Unión. Sin embargo, los marcados valores nacionalistas han empezado a sentar las bases de una democracia no liberal en la Europa del este.

Según el New York Times, el gobierno ha llenado las cortes de miembros afines al partido oficial, lo que no ha caído muy bien entre los dirigentes occidentales que ven esto como una amenaza a las instituciones democráticas que dicen defender.

Polonia no es el único país de Europa que desafía los valores democráticos de la Unión. Hungría, por ejemplo, es otra de las naciones del este que toman distancia pese a pertenecer a la federación política.

Sin embargo, Polonia es mirada con atención por ser una nación geoestratégica es históricamente importante para Europa.

Recientemente, el gobierno polaco aprobó una ley que criminaliza a quienes hagan alguna referencia a la responsabilidad del país en el Holocausto judío. Además, han sacado casi que la totalidad de las voces críticas de los medios oficiales.

El euroescepticismo que se siente en el continente desde que el Reino Unido aprobó en un referéndum su salida de la unión, ha incrementado la fuerza de los pequeños países, sobre todo en el centro y el este de Europa por distanciarse de Bruselas.

Sin embargo, este sentimiento escéptico hacia la unión política y económica no es reciente, aunque el término “euroescepticismo” lo sea. De hecho, esta incredulidad nació luego de la Segunda Guerra Mundial cuando quería condensarse el sueño federal en el Viejo Mundo.

La desconfianza hacia la Unión no es nueva, pero sí los alcances que está logrando. La multipolaridad que está caracterizando el orden actual en la comunidad internacional ha hecho que se incrementen las tensiones entre los Estados miembros fundantes (occidentales, en su mayoría) y los que recientemente se ha adherido (del centro y este del continente).

Esto sobre todo tiene que ver con la “identidad” europea y las tensiones que provoca dadas las múltiples religiones, historia, valores, identidades y comunidades que circulan en un vasto territorio que ha tenido que reconsiderar su estática definición de la identidad con la llegada masiva de migrantes provenientes de África y el Medio Oriente.

“Sí a Europa, pero ¿cuál Europa?, aseguró al New York Times, Michal Baranowski, director de la oficina de Varsovia del Fondo Alemán Marshall.

En Polonia la respuesta a esta pregunta parece cada vez más clara, el impulso nacionalista viene del partido al mando, Ley y Justicia, y su jefe Jaroslaw Kaczynski. Pese al incremento de la ayuda económica que reciben de la Unión (de 2014 a 2020 los apoyos sumarán 105.000 millones de dólares), temen que esto haga que los presionen a implementar medidas que vayan contra esta defensa polaca de la identidad.

Sin embargo, según el mismo medio norteamericano, Jaroslaw Kaczynski ha respondido con contundencia ante las críticas de Bruselas y Berlín. Entre sus alegatos se cuentan la negativa a la cuota de migrantes que la Unión ha determinado para cada uno de sus miembros.

Ley y Justicia, el partido oficial, ha impulsado una campaña avivando el orgullo nacional para “dejar de estar de rodillas”, presentándose además como un país de tradición católica romana.

Aseguran que luego de que el antigu imperio se fraccionó, y haber pasado por el fascismo nazi y el dominio comunista están listos parta dejar su papel secundario en la historia del siglo XXI.

“La historia es parte de nuestra identidad, eso es lo que la gente de otras partes del mundo no entiende. ¿Qué significa ser polaco? Somos la nación que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y fuimos víctimas de los dos sistemas totalitarios”, afirmó Slawomir Debski, director del Instituto Polaco de Relaciones Internacionales al Times.

Una peligrosa y efervescente combinación entre nacionalismo, conservadurismo y religión ha sido la fórmula que los políticos de distintas banderas políticas han sabido aprovechar para avivar el espíritu antinmigrante, no solo en Europa sino en varias partes del mundo.

En Polonia, Ley y Justicia tiene un apoyo de 47%, según encuestas recientes de opinión, resultado de un rechazo a medidas liberales que generalmente redefinen las nociones de familia, género y abren sus fronteras a la integración migrante.

¿Por qué pese al euroescepticismo polaco permanecen en la unión? La posición de Polonia es similar a la del Reino Unido, lo ven como un oportunidad comercial y económica, pero no de integración política, cultural o de valores comunes.

Además, el liderazgo franco-alemán le ha dado razones a estos países de implementar medidas que frenen la influencia de Macron y Merkel al interior de sus fronteras. Polonia cree que Bruselas está armando un bloque de países de centro con la mayoría de sus miembros en la periferia que deben dejarse guiar por los más fuertes.

Kaczynski no está dispuesto dejar que el poder judicial interfiera en sus pretensiones nacionalistas y “está dispuesto a pagar casi cualquier precio”, aseguró, al mismo portal, Piotr Buras, jefe de la oficina en Varsovia del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. Y añadió: “Está usando lentamente los medios democráticos, amasando tanto poder que la posición del partido es intocable”.

Europa ha advertido a Polonia de estar cerca de cometer una “infracción seria” al querer quebrantar los valores democráticos, liberales y el Estado de derecho que dicen defender.

La tensión aumenta mientras el partido oficial siga creyendo, según Buras, que la “Unión Europea está condenada al fracaso y que por lo tanto debemos hacer algo para salvarnos”.