Desde 1949, en el borde que divide Cachemira entre Pakistán e India, existe una línea de seguridad que ningún militar ajeno puede cruzar, a riesgo de que suenen los fuegos de artillería. Fue bautizada la Línea de Control y es el símbolo tangible de una disputa diplomática y militar que ha enfrentado a Pakistán e India desde 1947, cuando ambos territorios se independizaron de la corona británica. Desde el 8 de julio de este año, las protestas y enfrentamientos se reanudaron en Srinagar, la capital cachemira.

Por ese entonces, el líder de Cachemira, el Maharaja (que traduce rey o líder) Hari Singh cedió el territorio cachemiro a India tras la firma de un tratado. Tras la independencia, los paquistaníes habían amenazado con tomarse esas tierras y el Maharaja, urgido por su buena salud y su afán de disminuir los daños en sus dominios, prefirió aliarse con India. El Maharaja, que era hindú entre una mayoría musulmana, reconoció también que sólo los cachemires podrían decidir a qué país se anexarían o si preferían ser independientes.

Tal plebiscito nunca existió y la guerra, de manera intermitente, persistió. En 1962, tres años antes de que se reanudara el conflicto militar entre Pakistán e India, China reclamó parte del territorio cachemiro. De allí nació una Línea de Control Actual (que sigue posicionada) y una división tripartita de las tierras cachemiras: hoy India posee 43%, Pakistán el 37% y China el 20%.

Hubo nuevas disputas en los años 70, cuando Pakistán e India firmaron el Acuerdo de Simla, en el que determinaban que desde entonces resolverían sus problemas por medios pacíficos. Fue inexacto e incumplido: en 1999, más de 50.000 disparos revivieron el estrés bélico. Las cifras no oficiales hablan de 30.000 muertos. En total, la continua guerra entre Pakistán e India ha dejado —según fuentes no oficiales— más de 70.000 muertos y cientos de miles de desplazados.

En la entrada del siglo XXI, el conflicto tomó una nueva faceta: a la disputa entre Pakistán e India se sumó el nacimiento de guerrillas separatistas, entre ellas el partido de los Guerreros Sagrados, que exigen con las armas que Cachemira sea una nación independiente (un impulso inspirado en parte en la independencia de Bangladesh en 1971). Desde entonces, el gobierno indio y las guerrillas se han enfrentado sin detenerse. Las autoridades indias acusan a las paquistaníes de prestar ayuda militar a los guerrilleros.

Estas acusaciones son de vieja data. Ya desde finales de los 90, grupos de guerrilla habían cruzado la Línea de Control y ocupado los puestos de vigilancia indios. Cerca del 10% del territorio desde la línea fue ocupado y el gobierno indio devolvió el golpe. Con la mediación de Estados Unidos, el conflicto llegó a un apaciguamiento, pero India siguió insistiendo en que los paquistaníes los apoyaban.

Los disparos en la Línea de Control continuaron. En 2003 se firmó un cese al fuego, pero por entonces las guerrillas ya habían tomado fuerza. Cuatro grupos de liberación —el partido de los Guerreros Sagrados, la Armada de los Puros, el Movimiento de los Compañeros del Profeta y el frente Liberación de Jammu y Kashmir—, con objetivos distintos y medios muy diversos, se enfrentan a las fuerzas de seguridad de ambos países.

Ni el tono de las acusaciones ni la raíz del conflicto han cambiado. En una de sus notas, la agencia EFE dice: “La India acusa a Pakistán de permitir la entrada en la Cachemira india de insurgentes armados para fomentar las aspiraciones separatistas de esta región”. El portavoz de Exteriores de Pakistán acusó a India de violar el alto al fuego y dijo que sus estrategias eran “marca registrada de las exportaciones de Pakistán en terrorismo internacional e infiltraciones”. En el último mes, en enfrentamientos entre los manifestantes y la Policía india, han sido asesinadas 60 personas. Hace tres días, ambos países celebraron su independencia y en la Línea de Control intercambiaron dulces como símbolo pacífico.