Acorralado por las protestas contra su gobierno, el primer ministro del Líbano, Saad Hariri, anunció que él y todo su gabinete renunciaron este martes a sus cargos. El pasado 21 de octubre, el líder del Ejecutivo anunció la decisión de introducir un impuesto al uso de servicios de mensajería como WhatsApp, lo que sirvió como el detonante de un poderoso estallido social, que hoy continúa sin encontrar calma. Si bien el gobierno accedió a echar para atrás la polémica medida, y hoy cedió a un revolcón total interno, los expertos coinciden en que las marchas no se detendrán pronto.

“Me dirijo al Palacio Baabda para presentar la dimisión del Gobierno al presidente, Michel Aoun, en respuesta a los muchos libaneses que salieron a las plazas para pedir el cambio”, dijo Hariri en un breve discurso televisado a la nación. El mandatario advirtió que ya no puede «ocultar más» el hecho de que el Líbano ha llegado a un «callejón sin salida», por lo que puso su dimisión «en manos del presidente y de todos los libaneses», pues Aoun debe ahora aceptar o rechazar la renuncia.

El primer ministro pidió a sus socios políticos, identificar su responsabilidad es proteger el país y buscar formas de desarrollar la economía, para que haya en estos momentos una buena oportunidad que no se debe dejar pasar. «Las posiciones vienen y van, pero lo más importante es la dignidad y la seguridad de la patria (…) Nadie es más grande que mi país», concluyó Hariri.

Hariri ya dimitió por sorpresa en 2017, en un discurso televisado desde Arabia Saudí, en el que denunció que se preparaba un atentado contra su vida y criticó la inyección de Irán en su país y en el mundo árabe. Un mes después, retiró su dimisión después de una reunión extraordinaria del Consejo de ministros en la que todas.

El gobierno sustituto que podría conformarse en las próximas horas podría excluir a la élite política, con quien los manifestantes tienen reparos personales, pero tendrá que lidiar con los problemas centrales de las marchas, que son el descontento con el sistema político del país, la corrupción y las políticas económicas cuestionables durante años. Como resultado de las dirigencias anteriores, los libaneses no tienen acceso a servicios básicos como electricidad las 24 horas, a agua potable o al servicio de limpieza de basura en las calles.

“La corrupción está en todas partes y en todo. La corrupción es cuando miras los ríos, solo una cloaca maloliente negra. La corrupción son 220 kilómetros de costas donde no se puede nadar debido a la contaminación. Quiero decir, la corrupción es obvia para los ojos, para la nariz, para todos los sentidos”, dijo Paula Yacoubian, la única parlamentaria que no pertenece a un partido político.

Hariri fue considerado como un líder débil, en extremo amigable con Occidente. El escándalo al que se enfrentó por los multimillonarios regalos a la modelo sudafricana Candice van der Merwe terminó de sepultar su imagen a finales de septiembre. Hariri es padre de tres, casado, y lo suficientemente rico según la revista Forbes para dar este tipo de obsequios. Mientras el país se sume en una inminente crisis financiera, el mandatario estaba derrochando su capital. Este, además, solo fue otra de las excentricidades que dejó ver el mandatario durante su gobierno.

A lo largo de la mañana, centenarios de manifestantes se concentraron detrás del domicilio del ministro de Telecomunicaciones, Mohmud Choucair y del Ministerio de Finanzas para protestar contra la corrupción. Mientras tanto, bancos, colegios, instituciones y algunos comercios continúan cerrados.

Las manifestaciones continúan pese al anuncio del Gobierno de un paquete de reformas para atajar los cortes de electricidad, en un país que 29 años después del término de la guerra (1975-1990) no consigue agua y luz de forma fluida a los ciudadanos.

Georges Corm, economista, escritor y profesor universitario, dijo a Efe que la situación se encuentra en un «punto muerto». “Es necesario que el gobierno cambie una política económica que ha llevado al empobrecimiento de la población. Además, la subida de impuestos se repercute de modo negativo en el pueblo, que paga los errores de la gente en el poder «, aseveró el economista.

Según el Banco Mundial, una cuarta parte de los libaneses vive en la pobreza y la situación económica continúa degradándose en el país, cuya deuda está estimada en 86.000 millones de dólares, que representa el 150% del PIB.