Tres décadas atrás, Adam Schiff, el demócrata que dirige la investigación de juicio político contra el presidente estadounidense Donald Trump, procesó al primer agente del FBI encarcelado por espiar para Moscú.

Los soviéticos aprovecharon la relación del agente con una mujer rusa para sacarle información confidencial de Estados Unidos.

Ahora, Schiff quiere saber si Ucrania u otros países podrían tener influencia sobre Trump, después de que el mandatario buscara ayuda de Kiev para dañar a Joe Biden, su potencial rival político en las elecciones de 2020, y posteriormente tratara de ocultar el hecho.

El caso de fines de la década de 1980, uno de los primeros en la carrera de Schiff -egresado de la Universidad de Harvard- como fiscal federal, definió su visión acerca de las amenazas de seguridad que hoy lo guían como presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.

La semana pasada, después de que se conociera públicamente una conversación telefónica del 25 de julio en la que Trump le pidió al presidente de Ucrania que investigara -y perjudicara- a Biden, la presidenta de la cámara baja, Nancy Pelosi, nombró a Schiff y a su comité para liderar una investigación que podría conducir a la destitución del mandatario.

«Tengo la intención de hacer una investigación exhaustiva», dijo Schiff el domingo a la cadena ABC.

«Lo que ya hemos visto es condenatorio, porque lo que hemos visto en ese registro de llamadas es que un presidente de Estados Unidos usa todo el peso de su cargo para tratar de obligar a ese líder a fabricar suciedad sobre su oponente e interferir en nuestra elección».

«Es difícil imaginar una serie de hechos más condenatorios que esa», sostuvo.

En apariencia, pocos elegirían a Schiff, de 59 años y voz queda, como el adalid de los demócratas para derrotar a un mandatario republicano que luchará con uñas y dientes para proteger su presidencia.

El congresista de California, que representa el centro de la industria del entretenimiento de Hollywood-Burbank, parece más un vicario o un director de escuela primaria. Nunca alza el tono y rara vez se desvía hacia la hipérbole.

Eso hizo que su indignación ante la noticia de los tratos de Trump con Ucrania fuera aún más impactante.

El pedido de Trump de un «favor» por parte del presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, refleja «una extorsión de tipo mafioso clásica», dijo Schiff. «Así es como un jefe de la mafia habla», sentenció.

Trump le había apodado crudamente el año pasado como «el pequeño Adam Schitt», y en los últimos días lo acusó de hacer «ilegalmente» declaraciones falsas sobre el presidente.

«Quiero que Schiff sea interrogado al más alto nivel por Fraude y Traición», tuiteó el domingo Trump.

Apacible como parece, Schiff ha demostrado ser un investigador centrado, decidido y duro. Es un ciclista en forma que a los 50 años completó un triatlón.

Pelosi lo describió como «lógico, lineal, medido pero contundente».

Su determinación refleja su experiencia en los primeros procesos del FBI.

«Aprendí mucho sobre el comercio ruso: cómo operan los rusos, a quién se dirigen, las vulnerabilidades que buscan», relató a principios de este año a Zach Dorfman, del programa de Tecnología y Cibernética del Instituto Aspen.

Sin embargo, más allá de la intromisión rusa en las elecciones, se enfoca en lo que él ve como un riesgo de seguridad crucial: ¿tiene un gobierno extranjero influencia sobre un funcionario estadounidense?

«Muchos estadounidenses han expresado su profunda preocupación porque potencias extranjeras, especialmente Rusia, cultivaran o poseyeran influencia sobre el presidente Trump o sus asociados», escribió en un artículo de opinión del Washington Post en abril.

«Corresponde al Congreso asegurar que el presidente y sus asociados trabajen para el pueblo estadounidense y no para algunos intereses personales o extranjeros no revelados», reiteró.