Las grandes leyendas del deporte lo son porque fueron capaces de conjugar el verbo ganar mejor que cualquiera de sus rivales. Más rápidos, más fuertes, más altos, como la frase con que se identifica al olimpismo. Y aunque los récords están para romperlos, hay muchos que parecen realmente inalcanzables, como el del tenista español Rafael Nadal, quien el domingo conquistó su decimocuarto título en el Abierto de Francia -Roland Garros-, completó 22 coronas de Grand Slam y les sacó dos de ventaja al serbio Novak Djokovic y al suizo Roger Federer.

Ganar un trofeo en alguno de los cuatro torneos grandes del tenis es ya una hazaña, pero hacerlo 14 veces es una barbaridad. Ese es el número de Copas de los Mosqueteros que ha levantado Rafael Nadal y que solo él podría superar, con una más, porque Djokovic lleva nueve triunfos en Australia, pero no parece probable que juegue en la élite cinco años más (tiene 35), y en caso de hacerlo tendría que ganar siempre en Melbourne.

En el tenis hay otros registros que parecen imposibles de superar, como los 24 títulos individuales de Grand Slam, entre 1960 y 1973. Eran otros tiempos, con menos torneos en el calendario y un número más reducido de rivales de élite. Aun así, Serena Williams llegó a 23 coronas, la última de ellas en el Abierto de Australia, en 2017.

Retos imposibles

Las marcas, en todos los deportes, son susceptibles de mejorar. De vez en cuando aparecen atletas privilegiados con capacidades físicas extraordinarias y enorme personalidad.

Sin embargo, dada la evolución de las competencias, hay unos retos que parecen imposibles en nuestros tiempos, como que un basquetbolista de la NBA anote 100 puntos en un partido, como lo hizo el mítico Wilt Chamberlain, en un partido entre Warriors y los Knicks de Nueva York, en 1962. En 2008, Kobe Bryant estuvo “cerca”, al lograr 81 unidades ante Toronto con la camiseta de los Lakers, la única que lució en su carrera.

Menos probable aún parece que algún deportista llegue a igualar las 28 medallas olímpicas del nadador estadounidense Michel Phelps, quien se colgó 23 oros, tres platas y dos bronces en cinco ediciones de las justas de verano, entre 2000 y 2016.

Dada la exigencia que tienen ahora todas las pruebas, son pocos los nadadores que se especializan en varias. Casi todos escogen tres o cuatro, de acuerdo con el estilo que mejor manejan y la distancia que les conviene. En Pekín 2008, el Tiburón de Baltimore se impuso en las ocho competencias en las que participó, 100 y 200 metros mariposa, 200 metros libre, 200 y 400 metros combinados y tres relevos, algo que, según los especialistas, no volverá a ocurrir.

Otros registros aparentemente se podrían mejorar, pero el tiempo pasa y siguen ahí. El de los 100 metros, la prueba reina del atletismo. El 16 de julio de 1988, en Indianápolis, la estadounidense Florence Griffith Joyner paró los cronómetros en 10,49 segundos. Desde entonces, algunas velocistas se han acercado, pero no la han superado. Las jamaiquinas Elaine Thompson-Herah y Shelly-Ann Fraser-Pryce se han quedado a centésimas de lograrlo. Lo mismo ocurre en los 200 metros con el 21,34 que impuso Flo-jo en los Olímpicos de Seúl.

En la rama masculina, el jamaiquino Usain Bolt, que había sido medallista de oro en los Juegos de Pekín 2008, impuso récords en los 100 y 200 metros un año después, en el Mundial de Atletismo que se disputó en el estadio Olímpico de Berlín. El 16 de agosto hizo 9,58 segundos en el hectómetro y cuatro días después 19,19 en los 200.

Se dijo entonces que en los metros finales se frenó, para tener la posibilidad después de bajar el registro y recibir mayores premios, pues tenía pactados con sus patrocinadores unos bonos en efectivo cada vez que rompiera un nuevo récord.

Casi una década después, el Rayo Bolt se retiró sin haber corrido más rápido que en la capital alemana. Estudios de especialistas en aerodinámica y fisiología, apoyados por la World Athletics, determinaron que las dos actuaciones del jamaiquino fueron “perfectas” en el aspecto técnico y de aplicación de la potencia, que solo podrían ser superados por un hombre con mayor equilibrio entre la estatura y la masa muscular que él, alguien que, por lo que se sabe, no ha nacido.

Y si de récords se trata, pasarán muchos años para que algún club de fútbol alcance y supere al Real Madrid en títulos de la Liga de Campeones de Europa. Con la que logró hace 10 días en París, cuando venció 1-0 al Liverpool del delantero colombiano Luis Díaz, el conjunto merengue completó 14 “Orejonas”, el doble de su más inmediato perseguidor, el Milan de Italia, que tiene siete. Con seis se quedaron los Reds y el Bayern Múnich alemán.

Otros dos registros en el fútbol prometen durar mucho tiempo. El primero, el de mayor cantidad de goles en un Mundial. El francés Just Fontaine marcó 13 en Suecia 1958 y en 15 ediciones nadie se le ha acercado. Quien pretenda hacerlo, dado el sistema del torneo, debería llegar a la final y marcar dobletes en todos los partidos.

Y con las dos anotaciones del domingo ante Suiza, en la Copa de las Naciones, el portugués Cristiano Ronaldo sigue sumando en la tabla de máximo cañonero con selecciones. Llegó a 117 goles y el siguiente futbolista activo en la lista, que también está cerca del retiro, es Lionel Messi, quien le hizo cinco a Estonia y llegó a 86.