Quienes aseguran que la guerra contra Al Qaeda o contra el Estado Islámico se debe, exclusivamente, a un conflicto religioso entre cristianos y musulmanes, parecieran no tener en cuenta la cantidad de ataques perpetrados por el yihadismo en tierra musulmana. Ayer, cuatro personas se inmolaron en distintos puntos de Arabia Saudita, mientras este país, al igual que el resto del mundo islámico, celebraba el fin del Ramadán, el mes sagrado de los musulmanes.
Quienes aseguran que la guerra contra Al Qaeda o contra el Estado Islámico se debe, exclusivamente, a un conflicto religioso entre cristianos y musulmanes, parecieran no tener en cuenta la cantidad de ataques perpetrados por el yihadismo en tierra musulmana. Ayer, cuatro personas se inmolaron en distintos puntos de Arabia Saudita, mientras este país, al igual que el resto del mundo islámico, celebraba el fin del Ramadán, el mes sagrado de los musulmanes.
A primera hora, un hombre detonó una carga explosiva a metros del consulado de Estados Unidos en Jeddah, la segunda ciudad más grande de Arabia Saudita. El hombre se inmoló al ser abordado por dos guardias de seguridad, que salieron levemente heridos. Ningún funcionario de EE. UU., que ayer celebraba su Día de la Independencia salió herido. Este mismo lugar había sido escenario, en 2004, de un ataque en el que murieron nueve personas.
A las pocas horas otro hombre se inmoló en la ciudad sagrada de Medina, a pocos metros de la mezquita El Profeta, como se le conoce coloquialmente debido a que en ella se encuentran los restos del profeta Mahoma. Miles de musulmanes se encontraban en ese lugar santo, el segundo en importancia para el islam, celebrando el fin del ayuno que deben cumplir los creyentes, durante el mes sagrado del Ramadán.
Entonces el desconocido detonó la carga explosiva que llevaba, acabando, al parecer, con la vida de cuatro uniformados y con la propia (aún no hay una cifra oficial de víctimas). Otra mezquita, Al Umran, en la ciudad costera de Qatif, fue escenario, casi a la vez, de otro atentado, cuando un hombre se inmoló, al parecer, sin causar víctimas mortales. Qatif, una región de mayoría chiíta, fue escenario, a mediados de 2015, de un atentado en el que murieron 20 personas.
Este ataque suicida fue reivindicado por el Estado Islámico, que considera a los chiítas sus enemigos, debido a que este es sunita; es decir, que a diferencia de los chiítas, no veneran al yerno de Mahoma, Ali ibn Abi Talib; estas mismas diferencias separan a Arabia Saudita, de mayoría sunita, de Irán, de mayoría chiíta. El primero ha reprimido durante años a la minoría chiíta, impidiendo, por ejemplo, su acceso a cargos de poder.
En enero pasado, la ejecución de un clérigo chiíta, Nimr al Nimr, por parte de Arabia Saudita llevó al líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, a prometer una “venganza divina” en contra de Arabia Saudita. Algunos, como Hezbolá, han acusado al régimen de Riad de querer una guerra entre chiítas y sunitas; otros han criticado el papel ambivalente de Arabia Saudita en los distintos conflictos que se viven en la región.
Sobre todo por sus similitudes con el Estado Islámico, que al igual que Riad, profesa el wahabismo, una forma conservadora del islamismo. Por ello, algunos señalan que es poco o nada lo que Arabia Saudita se ha comprometido con la guerra contra el EI, causando, incluso, el rechazo de Estados Unidos, que lidera la coalición contra esta organización yihadista. De hecho, el régimen de Riad ha puesto más empeño en combatir a los rebeldes chiítas en el vecino Yemen.
Yemen, al sur de Arabia Saudita, es desde hace años un país sumido en la violencia por cuenta de las diferencias entre sunitas y chiítas, y que se ha convertido en otro de los motivos de disputa entre Riad y Teherán. Ya que, mientras el primero apoya al derrocado presidente yemení, Abd Rabo Mansur Hadi, el segundo apoya a los rebeldes chiítas, liderados por Mohammed Ali al-Houthi.
De hecho, Arabia Saudita lidera la coalición que combate a los rebeldes, con el fin de que el despuesto mandatario regrese al poder, lo que ha convertido a Arabia en objetivo de los rebeldes. No obstante ayer, sus fuerzas interceptaron un misil lanzado desde Yemen. Todo esto forma parte, a su vez, de un conflicto entre Arabia e Irán por convertirse en la potencia regional, en medio de un mundo convulsionado por varios conflictos.
Por ahora nadie se ha atribuido los varios ataques suicidas en Arabia Saudita. Sin embargo, algunos sospechosos, desde EI, responsable de los atentados en Estambul y Bagdad, hasta Al Qaeda. E, incluso, existe la posibilidad de que los suicidas hayan sido lobos solitarios, motivados por estos recientes atentados en Turquía, Irak y Bangladesh.
En Irak, el Ministerio de Justicia anunció que acelerará las ejecuciones en contra de condenados por terrorismo, tras los atentados en Bagdad, en el que murieron, por lo menos, 213 personas. Cinco sentenciados fueron ejecutados ayer como parte de la promesa del gobierno del primer ministro iraquí, Haidar al Abadi, quien, tras los ataques, dijo que los “terroristas intentan desviar nuestra marcha, pero nuestra respuesta será dura y en sus propios feudos de Al Anbar y Mosul (…) proseguirá la lucha contra ellos”.
Han pasado dos años desde que el Estado Islámico proclamara el califato. Y, aunque ha recibido duros golpes en el norte de Irak y Siria, el EI ha resistido y ha respondido con la violencia que ya es costumbre. No obstante, la suya es apenas una de las amenazas en una región estratégica para muchos por sus reservas de petróleo y gas.
Desde la guerra entre Turquía y la guerrilla kurda, pasando por el conflicto con EI y Al Qaeda, hasta llegar a Yemen y a la guerra fría entre Arabia Saudita e Irán, Oriente Medio vive hoy en día una violencia desatada a la que nadie escapa, ni siquiera la Tierra Santa, ni siquiera la mezquita en la que reposan los restos de Mahoma. Con violencia, esta parte del mundo despide un Ramadán que estuvo marcado por atentados casi a diario y bombardeos en una Siria que lleva años sin poder celebrar plenamente estas festividades.