Cuando Ahmed* llegó al hospital de campaña de Médicos sin Fronteras (MSF) en el sur de la ciudad de Mosul, en Irak, muchos de los integrantes del hospital estallaron en llanto. Durante años, Ahmed, un experimentado enfermero, había sido su colega mientras atendían a los heridos y enfermos del este de Mosul, pero ahora era su paciente y necesitaba urgente asistencia médica.

Dos días antes, Ahmed y su familia habían quedado en medio del fuego cruzado mientras huían de su hogar en el este de Mosul. Ahmed fue alcanzado por los ataques varias veces, su esposa y sus padres resultaron seriamente heridos, y su hijo más pequeño murió en sus brazos.

“Mientras corríamos, miré hacia atrás y vi a mi hijo intentando respirar”, recuerda. “Vi que había recibido múltiples disparos en su espalda y en su pecho y, como soy enfermero, sabía que mi hijo estaba muriendo. No había nada que pudiera hacer para salvarlo”.

Los dos hijos mayores de Ahmed también se encontraban en el hospital, sin heridas físicas pero visiblemente traumatizados; ambos mirando silenciosamente hacia la nada.

Antes de junio de 2014, nuestro personal iraquí mencionaba que los hospitales en Mosul proporcionaban una atención médica de gran calidad. Había enfermeras, médicos y cirujanos experimentados, buenos medicamentos y equipo de gran calidad disponible y accesible para todos. Bajo el control del Estado Islámico (EI), la atención médica seguía disponible, pero la calidad de los servicios comenzó a menguar.

De acuerdo con el doctor Yasser*, un cirujano de Mosul que se unió al equipo de MSF hace dos meses, muchos trabajadores sanitarios decidieron quedarse en la ciudad a pesar de los riesgos para poder ayudar a la población. “Todos los suministros médicos y los medicamentos fueron tomados de los hospitales públicos para ser enviados a los pocos hospitales controlados por el EI, y cada vez menos clínicas podían funcionar debido a la escasez de suministros. Si alguien tenía una condición médica severa, podía pedir permiso para salir de Mosul y buscar tratamiento. Se les permitía viajar, pero uno de sus familiares era retenido a manera de ‘garantía’, en caso de que el paciente no regresara”.

De acuerdo con los informes, cuando comenzó la batalla por Mosul en octubre del año pasado, muchos trabajadores en las áreas controladas por el EI en el este de la ciudad fueron obligados a vivir en los hospitales, con el fin de que estuvieran disponibles para atender a los combatientes heridos.

“Los cirujanos, especialmente, eran atrapados y no podían salir de los hospitales”, dice el doctor Wassim*, un médico de MSF. “Los civiles heridos eran desatendidos y se priorizaba a los combatientes sobre la población civil”.

De acuerdo con los reportes, muchos trabajadores sanitarios siguen entre los 200.000 civiles que se estima están atrapados en el este de Mosul. Pero al intensificarse los enfrentamientos, muchos hospitales han sido dañados o destruidos por los disparos, los bombardeos o los ataques aéreos.

“Quedan pocos hospitales en el este de Mosul”, dice Ahmed desde su cama de hospital. “Durante las últimas dos semanas trabajé en uno de ellos y yo era la única persona en mi departamento. Cada uno de los departamentos del hospital tiene sólo una persona atendiéndolo. Antes solía haber entre ocho y diez personas por departamento”. Durante los enfrentamientos, cuando las instalaciones médicas estaban bajo ataque o se encontraban en la línea de combate, algunos trabajadores sanitarios se escondían y algunas veces atendían a los pacientes en sus hogares.

“Sabíamos que la guerra se acercaba y nos preparamos con meses de anticipación”, dice el doctor Wassim. “Yo llevaba algún tiempo almacenando medicamentos y suministros médicos vitales. No había muchos médicos en el vecindario, y cada uno tenía una calle, manzana o área para cubrir. El equipo técnico no era sofisticado. Teníamos analgésicos y antibióticos, pero carecíamos del equipo vital, como los tubos torácicos, así que teníamos que improvisar. Un día, después de un ataque aéreo, un pilar de cemento cayó en la pierna de un paciente que quedó atrapado bajo los escombros. No podían moverlo, así que un cirujano tuvo que realizar la amputación usando sólo morfina para aliviar el dolor. Le salvó la vida”.

“La mayoría de los pacientes que necesitaban cuidados intensivos han muerto y muchos no pudieron llegar a tiempo al hospital”.

Durante la batalla en Mosul, muchos trabajadores han sido víctimas de la violencia o han visto cómo sus familiares, amigos o colegas son mutilados o asesinados. Concetta Feo, psicóloga de MSF, ha estado organizando sesiones grupales e individuales para proporcionar apoyo psicológico al personal iraquí de MSF, y también para brindarles capacitación sobre primeros auxilios psicológicos.

“Todos nuestros colegas iraquíes, sanitarios o no, piden apoyo psicológico”, dice Concetta. “Nos han dicho que es lo que más necesitan. Todos han vivido situaciones traumáticas, y los médicos especialmente han sido expuestos de primera mano a los horrores del conflicto. Durante meses, o incluso años, han estado arriesgando sus vidas para salvar a otros. Después de un ataque aéreo, los conductores de las ambulancias y las enfermeras normalmente son los primeros en llegar al lugar para recoger a los heridos o para buscar entre los escombros, y temen encontrar entre las víctimas a sus familiares, vecinos o amigos”.

El personal del hospital que trabaja en las salas de urgencias de Mosul y los alrededores también han sido expuestos a los horrores del conflicto, que frecuentemente está demasiado cerca de sus hogares. Muchos integrantes de nuestro personal tienen a familiares atrapados en las áreas controladas por el EI en el este de Mosul, y no han sabido nada de ellos desde hace semanas o incluso meses.

“Cuando recibimos a los pacientes heridos, lo primero que preguntamos es ‘¿De dónde eres?’”, comenta el doctor Wassim. “Esto lo hacemos porque las áreas en el este de Mosul son nuestras áreas, nuestras familias viven allí. Mi pesadilla siempre ha sido recibir a mi familia en la sala de urgencias uno de estos días. Algunas veces perdemos nuestro profesionalismo y nos encontramos demasiado afectados. No somos piedras”.

A pesar de los extremos desafíos y la profunda tristeza que provoca la vida diaria en Mosul y los alrededores, la resiliencia de los trabajadores sanitarios locales es inspiradora.

“Esperar noticias y, más aún, esperar malas noticias es emocional y psicológicamente agotador, pero para muchos de los integrantes de nuestro personal, trabajar en los hospitales de MSF es algo terapéutico: para ellos significa que están haciendo algo concreto para apoyar a quienes siguen atrapados del otro lado”, concluye Concetta.

Cuando le preguntamos si considera que su trabajo en Mosul es heroico, el doctor Wassim contesta: “No hay héroes en esta historia, sólo víctimas. Simplemente no teníamos otra opción. Algunas veces temía por mi vida cuando tenía que salir a buscar a los pacientes heridos. Pero después me senté por un momento y pensé: ‘Si yo no voy, este hombre morirá y será mi culpa, porque no lo ayudé. Soy un médico y es mi deber’”.

Los equipos de MSF siguen proporcionando atención médica de emergencia y atención quirúrgica a hombres, mujeres y niños heridos en la batalla en Mosul. Al mismo tiempo, los equipos están ampliando su respuesta para cubrir las brechas que ha dejado la destrucción de los servicios de salud locales en la atención hospitalaria. Los equipos de MSF actualmente trabajan en seis instalaciones médicas en Mosul.

También proporcionan atención a niños con malnutrición y atención médica básica y en salud mental en los campos establecidos recientemente para las personas que huyen de Mosul.

Para asegurar su independencia, MSF no acepta fondos de ningún país, organización religiosa o agencia internacional para llevar a cabo sus programas en Irak. Estos se financian exclusivamente a través de las aportaciones económicas de sus socios y donantes de todo el mundo.

* Colaboración de Médicos Sin Fronteras. Los nombres fueron cambiados.