Las elecciones españolas han terminado. La campaña electoral más larga de la historia democrática llegó a su fin y ahora toca interpretar los números en mensajes políticos. Pero primero los números, claro.

El partido en el gobierno, Partido Popular, pierde 63 asientos en el Congreso, pero sigue siendo la fuerza más votada con el apoyo de más de siete millones de españoles. El problema del presidente de gobierno, Mariano Rajoy, es que los 123 representantes en el Congreso no le dan la mayoría suficiente –de 176 escaños– para ser investido presidente de gobierno automáticamente.

Y aquí empiezan las matemáticas, porque deberá buscar apoyos –para alcanzar los 176 escaños que le den la investidura en primera votación– o abstenciones –que le garanticen la mayoría simple en una segunda votación– de otros partidos que le permitan seguir en el palacio presidencial.

Caso curioso el de Rajoy, el candidato que sobrevivió a dos derrotas electorales hasta lograr una victoria demoledora hace cuatro años, y que podría ser el primer ganador de elecciones –obtiene una victoria que suena a derrota– que no lograse la investidura de presidente de gobierno. Lo particular es que el desplome del PP no deja en posición cómoda a los demás partidos.

El Partido Socialista Obrero Español, PSOE, el otro partido tradicional de la democracia española, no sólo no recupera ni un solo voto de los que perdió hace cuatro años, sino que vuelve a perder otro millón y medio de electores que tenía hace no tanto tiempo. Dentro de esa tendencia, logra mantenerse como segunda fuerza –con matices– y, llegado el caso, liderar la oposición. Si no es nada clara su situación como eje de la oposición tampoco está clara la situación de su candidato, Pedro Sánchez, al que dentro del PSOE tampoco le facilitarán la continuidad.

Sus posibilidades pasan por: o abstenerse y dejar que Rajoy sea presidente o arriesgarse a formar gobierno de concentración antiRajoy, pero con sus peores resultados históricos y 90 diputados –en 2008 el partido tenía 11 millones de votos y 169 diputados–, parece a remolque de lo que los demás hagan.

Podemos, liderada por Pablo Iglesias, es el partido que queda en posición más cómoda. Sesenta y nueve (69) representantes en el Congreso en sus primeras elecciones, a los que puede sumar algunos movimientos afines si se desarrolla la legislatura en minoría del PP, tiene mucho margen de maniobra y de crítica, convirtiéndose en una especie de jefe de la oposición de facto, mientras POSE y PP asumen sus propias dosis de desgaste y castigo. Además el resultado del 20-D deja a la formación en una magnífica posición si se produjeran nuevas elecciones, a modo de segunda vuelta, si no hubiese nadie capaz de formar gobierno. Podemos tiene todos los instrumentos para erigirse en el eje de un frente contra el PP como representante de lo nuevo contra lo viejo, la izquierda contra la derecha y la reforma contra la inercia.

El cuarto partido en este escenario es Ciudadanos, que si bien puede considerar un éxito entrar por primera vez en el Parlamento con 40 diputados, pero que tenía expectativas de más. No logra ser fuerza decisiva y queda como cuarta fuerza política. Su presidente, Albert Rivera, ya ha anunciado que no entrará en gobierno de coalición alguno pero que no obstaculizará a otras fuerzas. Es decir, anuncian su abstención.

Esas son las cuatro fuerzas principales, pero no las únicas. Hay más.

Así, Rajoy iniciará llamadas para ver si logra convencer a Pedro Sánchez y Albert Rivera de que se abstengan y lo dejen gobernar en minoría. De lo contrario España deberá aprender a vivir como Italia o como Bélgica, con constantes cambios de equilibrio, con minorías inestables y necesidad de negociarlo todo constantemente, sin alianzas fijas. Lo viejo y lo nuevo deberán aprender a convivir. El bipartidismo ni muere en su encarnación PSOE –PP ni renace en la forma Podemos o Ciudadanos–. La actividad vuelve al Parlamento. Es el tiempo de las matemáticas y… de la política.

La investidura presidencial

El primer paso del proceso, tras las elecciones, es la constitución de las dos cámaras de las Cortes Generales, el 13 de enero de 2016. Lo que sigue es la investidura del presidente del Gobierno. El rey propone al candidato, que desde 1977, es el más votado de las elecciones. Se hace una primera sesión de investidura luego de consultar “con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria”. El candidato sólo es elegido si logra la mayoría absoluta de la Cámara: es decir, 176 votos. Hasta ahora la única opción de Rajoy es formar una gran coalición con el PSOE. Sin ese acuerdo, es imposible que el líder logre 176 votos a favor. Si el candidato propuesto por el rey no es elegido, se celebra una segunda votación 48 horas después. En ésta ya no es necesaria la mayoría absoluta para ser elegido presidente: basta con lograr más votos a favor que en contra. Es casi imposible que Rajoy sea investido en esa segunda votación.