Este domingo Senegal venció a Egipto por penales y se coronó campeón de la Copa Africana de Naciones por primera vez en su historia. Sadio Mané, delantero del Liverpool, resolvió el partido desde los 11 metros, tras haber fallado otro cobro en el tiempo regular. El equipo campeón tiene una característica particular, nueve de sus jugadores tienen pasaporte francés, y la mayoría de ellos están o han pasado por el fútbol galo.

Los “franceses” fueron protagonistas en la obtención del título. Aliou Cissé, entrenador senegalés, llegó a París con tan solo nueve años y construyó el proyecto que le dio a Senegal su primer título oficial. Kalidou Koulibaly, capitán del equipo que representó a Francia a nivel juvenil, fue clave en una defensa que apenas recibió tres goles en todo el torneo. Édouard Mendy, portero del Chelsea nacido en Normandía, fue clave en la final al detener el penal que dejó servido el título a los pies de Mané. En fin, una victoria con algunos tintes de azul, blanco y rojo.

La presencia destacada de Francia en el fútbol africano no es nueva. Por ejemplo, la final de la edición pasada (2019), disputada entre Senegal y Argelia, contó con 24 jugadores de pasaporte francés entre los dos planteles. Además, a nivel comercial, los galos han sido de los principales financiadores de este evento. Por ejemplo, esta edición fue patrocinada por la petrolera TotalEnergies, que tiene sede en París TotalEnergies.

Esta versión de la Copa Africana fue la segunda con 24 selecciones. En esta ocasión, trece de esos veinticuatro países fueron colonias francesas en el pasado, es decir más de la mitad de los participantes. En términos de jugadores, la confederación que envió más futbolistas fue Francia con 105, distribuidos en sus distintas categorías. Una cifra muy por encima de Inglaterra y Egipto, con 52 y 37 futbolistas respectivamente. De hecho, 19 de los 24 equipos tenían por lo menos un futbolista que jugaba en suelo francés.

La migración es una constante en el fútbol francés y ha beneficiado a muchas otras selecciones, principalmente a las africanas. Un ejemplo es que Francia fue el país de nacimiento de 50 jugadores que disputaron el pasado mundial de Rusia. Es decir, hubo más futbolistas franceses representando a otras selecciones que jugando para les bleus. De hecho, Francia ha sido el principal lugar de nacimiento de futbolistas de los últimos cuatro mundiales.

El fútbol francés es un fútbol muy relacionado con la migración. Desde el debut de Raoul Diagne con la selección francesa en 1931, los futbolistas de raíces africanas han tomado cada vez más protagonismo en el equipo nacional, sobre todo en los últimos años. De hecho, los dos mundiales que han conseguido, 1998 y 2018, tuvieron una fuerte presencia de jugadores con estos orígenes.

Los casos más destacados en la selección gala campeona en el 98 fueron Zinedine Zidane (de padres argelinos), Marcel Desailly (nacido en Ghana) y Patrick Vieira (nacido en Senegal). En la actualidad algunos de los nombres más sonoros con sangre africana son Paul Pogba (padres guineanos), N’Golo Kanté (padres malienses) y Kylian Mbappe (padre camerunés y madre argelina).

Llegar a jugar para Francia es un privilegio para pocos ya que la fila para estar en la actual campeona del mundo es muy larga. Por eso, para muchos jóvenes con raíces africanas, representar a la selección de sus padres puede ser una opción más segura en términos de continuidad y competencia. De hecho, algunos de los más reconocidos jugadores africanos del momento son nacidos en tierras galas. Por ejemplo, el argelino Riyad Mahrez y el marfileño Sébastien Haller.

¿Por qué Francia tiene tanta relación con África?

Los franceses empezaron sus asentamientos en África en la primera mitad del siglo XIX. En esa época los territorios africanos gozaban de autonomía. Sin embargo, los franceses enviaron tropas para conquistar los territorios de las actuales Argelia, Marruecos y Túnez, y siguieron hacia el sur. Años más tarde, en la Conferencia de Berlín de 1884, las principales potencias europeas se repartieron el continente donde su influencia militar pasó a ser un dominio directo, dando lugar al imperialismo colonial y una explotación desigual de los recursos.

Luego de la primera guerra mundial, los movimientos independentistas de África tomaron fuerza. En los años 30, los jóvenes africanos que habían estudiado en occidente impulsaron causas de autodeterminación y las potencias se retiraron progresivamente, o al menos de manera oficial. El estatus de potencia que tenía Francia a principios del siglo pasado, en parte gracias al aprovechamiento de materias primas del tercer mundo, la convirtió en un destino atractivo para los africanos francoparlantes que buscaban una mejor vida en Europa.

En la actualidad, Francia es el país de Europa que tiene más población africana. Se estima que son entre cinco y seis millones de personas con origen africano viven en su territorio, aunque esta cifra suele variar según las fuentes porque allí no se permite recolectar datos sobre raza o etnicidad. Ese dato es el resultado de las olas migratorias que llegaron tras la Segunda Guerra Mundial pues los franceses necesitaban mano de obra para reconstruir las ciudades. Primero llegaron los árabes africanos del norte y con el tiempo también lo hicieron los subsaharianos.

Hoy, la influencia francesa en África persiste en otras esferas no necesariamente políticas. Por ejemplo, 31 países de África pertenecen a la Organización Internacional de la Francofonía (OIF), entre ellos 23 consideran el francés como su lengua oficial. También hay catorce países usan la moneda que ellos les dejaron: el Franco de la comunidad financiera africana. Además, el ejército francés tiene presencia en muchos países que antes fueron colonias, entre otras razones, para garantizar estabilidad y luchar contra el terrorismo.

Los afrofranceses y el fútbol

Las comunidades de africanos que llegaron a Francia a mediados del siglo XX se asentaron en los suburbios de las principales ciudades como París, Marsella o Lyon. Los hijos de esas olas migratorias dieron paso a la generación que ganaría el mundial del 98. El equipo campeón recibió el nombre Black, blanc, beur, que traduce: negro, blanco y árabe. Sin embargo, esto no gustó a muchos, en especial a los nacionalistas.

En 1996, el político ultraderechista Jean-Marie Le Pen se refirió a la presencia de jugadores de origen extranjero así: “es artificial que se haga venir a extranjeros y luego se les bautice como equipo de Francia”. El entonces entrenador francés Aimé Jacquet calificó esas palabras de grotescas, y lo mismo hicieron sus jugadores.

Después de algunos fracasos futbolísticos del fútbol francés entre los sesentas y setentas, la Federación Francesa ideó un ambicioso proyecto que supondría la creación de un centro nacional de fútbol para potenciar sus talentos y no quedar rezagado ante sus vecinos. La sede del proyecto fue Clairefontaine, en el área metropolitana de París, donde la población migrante tenía una presencia muy amplia. Allí, jóvenes entre los 13 y los 15 eran seleccionados y entrenaban para potenciar al máximo sus cualidades individuales.

Para participar en Clairefontaine era necesario ser ciudadano francés, vivir en París o sus suburbios y pasar los filtros de talento. Cada año eran seleccionados solo 22 jugadores entre cientos de solicitantes. Algunos de los principales graduados de esta academia fueron Olivier Giroud, Louis Saha, Thierry Henry, Blaise Matuidi y Kylian Mbappé, varios de ellos campeones mundiales.

El sistema de Clairefontaine se extendió más allá de Francia. De allí se espera que surjan, no sólo el Mbappé del futuro, sino también los futuros talentos que brillaran en las próximas ediciones de la Copa Africana de Naciones. Los jugadores que hoy representan el futuro de la selección gala son en su mayoría hijos de la diáspora africana. Entre ellos destacan Eduardo Camavinga, Dayot Upamencano y Moussa Diaby, futbolistas que ya están dando de qué hablar.