La misma grieta que Cristina Fernández de Kirchner generó en la sociedad con su política de confrontación terminó por jugarle en contra el domingo. Tanto es así que sólo se dejó ver en el anochecer del lunes, cuando aterrizó en Santa Cruz para visitar el mausoleo de Néstor Kirchner, a cinco años de su muerte. Los 2,53 puntos de ventaja que sacó su candidato Daniel Scioli (36,86 %) sobre Mauricio Macri (34,33 %), en el Frente Para Victoria (FPV), se tomaron como una derrota. A fin de cuentas, el voto opositor fue demasiado contundente.

Scioli nunca pensó que vería amenazado su sueño de sentarse en el sillón de la Casa Rosada a partir del 10 de diciembre, como también era impensado para Macri tener serias posibilidades de desbancar al postulante oficialista. El jefe de Gobierno de Buenos Aires aspiraba al balotaje, pero jamás imaginó que a la madrugada del lunes, cuando desde el centro de cómputo por fin entregaron los datos preliminares, estaría por delante del gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Con el 67 % de las mesas escrutadas, Macri se imponía por casi dos puntos. La tendencia se revirtió a favor de Scioli, pero Macri dio un paso gigante hacia la compulsa del 22 de noviembre.

Esta diferencia mínima parece demasiado corta teniendo en cuenta el discurso del tercero en discordia, Sergio Massa, intendente de Tigre y líder del Frente Renovador, quien habló de “nueva etapa” y “cambio”.

Aquellos que sospechaban que Cristina estaría detrás de la sombra de Scioli, eligieron una alternativa. Y aunque el rostro de la campaña es el gobernador bonaerense, la presidenta no puede eludir su responsabilidad. En definitiva, ella fue quien eligió a Scioli. No pudo convencer al ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo, de que aceptara competir por la Gobernación de la provincia de Buenos Aires. Randazzo es un delfín K, con buena imagen por su gestión ferroviaria. Tenía apetencias presidenciales, pero la mandataria decidió incluir en la fórmula de Scioli a Carlos Zannini, secretario de legal y técnica y padrino político de Randazzo, y terminó por alejar al funcionario, que declinó participar de primarias y le allanó el camino a Aníbal Fernández, el jefe de Gabinete, otra de las caídas que hicieron del domingo.

Fernández (35,18 %) perdió los comicios provinciales a manos de María Eugenia Vidal (39,49 %), sostenida a capa y espada por Macri. Y por primera vez en la historia de Buenos Aires, una mujer será la gobernadora. Aníbal Fernández, polémico, de carácter autoritario, denunciado por el periodista Jorge Lanata como la cabeza de una red de narcotráfico, dejó entrever que podría renunciar a su carrera política. No fue el único barón del conurbano que quedó en el camino.

A partir de ahora Macri, empresario que nació en Tandil hace 56 años, ingeniero y expresidente de Boca Juniors, tiene un plus que puede volcar a su favor la elección. Se trata del 21,34 % que logró Sergio Massa. Exjefe de Gabinete y titular de la Anses (Administración Nacional de la Seguridad Social), joven político de 43 años, tiene una granítica alianza con José Manuel de la Sota, gobernador de Córdoba. Y aunque Macri no quiso negociar con él por sugerencia de su asesor de campaña, el ecuatoriano Jorge Durán Barba, ahora la situación es diferente. El jefe de Gobierno porteño necesita de esos votantes, muchos de ellos opositores al kirchnerismo, pero sin preferencia por ninguno de los dos candidatos que se medirán en apenas de 26 días.

Ni siquiera las denuncias del oficialismo contra Fernando Niembro, reconocido periodista deportivo y candidato a diputado nacional que se bajó de la contienda cuando quedó enredado en lavado de dinero, lograron mitigar el crecimiento del líder de Cambiemos, Macri.

“Estamos mejor posicionados. El oficialismo retrocedió”, dijo Macri. Por su parte, Scioli subió la apuesta: “Voy a ser más Scioli que nunca”. Una declaración de principios que apuntó a tomar distancia de Cristina, algo imposible a esta altura de la contienda. Aceptó intercambiar ideas con Macri, algo que no había querido hacer antes de las presidenciales, cuando creía seguro el triunfo.