En su primera entrevista como presidente de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro, aseguró al canal SBT tener la posibilidad de instalar una base militar estadounidense en el país. Las declaraciones alarmaron no sólo a sus detractores, sino también a sus seguidores, fuerzas militares y varios países de la región. ¿Por qué?

El planteamiento de Bolsonaro llega en un contexto de tensión entre los países de América Latina. La elección reciente del mandatario de derecha, Iván Duque, en Colombia, y la posesión del mandatario brasileño inclinaron la balanza ideológica en la región e incrementaron la presión sobre Venezuela. El gobierno de Nicolás Maduro, que se encuentra cada vez más aislado, se encuentra en una situación crítica pues 13 de los 14 países del Grupo de Lima) decidieron no reconocer en su próximo mandato.

Las hipótesis sobre el interés de Bolsonaro de instalar una base militar en su país apuntan en este sentido. Al permitir el complejo militar estadounidense en el país más grande de América Latina, que además comparte frontera con Venezuela, Brasil podría estar lanzando señales sobre la nueva relación que quiere tener con Washington e incrementar la presión sobre el gobierno de Maduro, al que califican como una «dictadura».

Aunque la idea de que Estados Unidos o alguna otra fuerza militar extranjera acuda a “salvar a Venezuela” se ha discutido ampliamente desde que el expresidente Hugo Chávez asumió el poder en 1999, actualmente ha tomado más fuerza. La llegada al poder de Donald Trump en el país norteamericano, quien no descartó la posibilidad de una “alternativa militar” en Venezuela, ha aumentado la tensión.

“Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluyendo una posible opción militar, si es necesario”, aseguró Trump en agosto de 2017.

Por eso, las declaraciones de Bolsonaro son, según expertos, un ejercicio más de presión hacia Maduro y su Gobierno (sumado a las sanciones económicas a su familia y los miembros de su gabinete por parte de EE.UU.), y una oportunidad por parte de Washington de contrarrestar la influencia de Rusia en la región (que en diciembre realizó ejercicios militares conjuntos en territorio venezolano).

Según comenta el académico de la Universidad de Chile Gilberto Aranda al diario El Mercurio Online de Chile, una posible base militar en suelo brasileño “acrecienta el antagonismo o la polarización nacional en torno a una Venezuela que está recibiendo apoyo militar por parte de Rusia». «Que su vecino esté acogiendo estas bases, puede aumentar los márgenes de incertidumbre entre los países», agrega Aranda.

Sin embargo, para el analista Luis Vicente León, presidente de la consultora Datanálisis, es posible que en Venezuela no haya ningún cambio pues Maduro ha estado haciendo las reformas necesarias para sobrevivir a la presión internacional, lo cual incluye reforzar alianzas con los países afines, aumentar el nivel de represión interna para mantener a raya las posibles explosiones sociales o las implosiones dentro de su propio grupo.

Bases militares, nada nuevo en la región

La presencia de bases militares en el continente americano no es reciente. Desde el siglo XX Estados Unidos ha justificado su intervención en los demás países de la región argumentando que padecen desafíos de gobernabilidad, corrupción y niveles altos de violencia que favorecen el camino a actividades ilícitas, migración hacia Estados Unidos e inestabilidad en toda América.  Además, con la denominada “Alianza para el Progreso” (1961-1970), Washington buscó contrarrestar con su presencia el surgimiento de movimientos de izquierda que, contagiados por el éxito de la Revolución Cubana, aumentaban en la región.

De hecho, en América Latina y el Caribe, solo Bolivia, Ecuador (cuya base en Manta fue clausurada por el expresidente Rafael Correa en 2009) y Venezuela están libres de asientos militares extranjeros. El resto de los países cuentan con presencia directa o indirecta de soldados o personal militar estadounidense.

Según el último reporte del Departamento de Defensa de Estados Unidos, en la región cuentan con participación militar en estados como Puerto Rico (con bases de la Naval, la Armada y la Fuerza Aérea), Aruba, Costa Rica, El Salvador, Cuba (con Guantánamo, que tiene más de 28.000 hectáreas, Honduras, Perú y Colombia entre otros.

De hecho, a través del Plan Colombia (inaugurado en 1999) de “cooperación bilateral contra el narcotráfico”, la relación con Estados Unidos se fortaleció, aunque nunca se concluyó la instalación formal de bases norteamericanas en territorio colombiano. Sin embargo, durante el segundo gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe, Washington estuvo cerca de instalar siete bases militares en territorio colombiano, algo que provocó una ferrea oposición por parte de países vecinos como Venezuela, Ecuador, Bolivia y Brasil.

Y aunque la intención de Uribe era la de otorgarle a Estados Unidos estas facultades, con el objetivo de combatir a la guerrilla y al narcotráfico, finalmente la Corte Constitucional dijo que no. Pero «sí se permitió la presencia casi constante de personal militar y contratistas estadounidenses en las bases colombianas”, afirmó a la AFP Adam Isacson, director del Programa de Veeduría de Defensa de la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA).

En Brasil la historia tampoco es nueva. Aunque los últimos 13 años estuvieron en manos de gobiernos de izquierda (que limitaron la participación de Estados Unidos en el país), entre 1941 y 1945 las fuerzas militares brasileñas tuvieron una estrecha colaboración con Estados Unidos y contaron con una base aérea cerca de la ciudad Natal, en el noreste del país.

Pero ahora con la victoria de Bolsonaro, y el regreso de la derecha al poder, los lazos entre Brasilia y Washington se han estrechado. La visita del secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, para la posesión del mandatario significó un nuevo impulso para la relación. Pompeo pidió en una entrevista de un diario brasileño que toda Latinoamérica cierre filas contra el presidente venezolano y que contenga el avance de China en la región”.

«Queremos tener certeza de que, no sólo Estados Unidos y Brasil, sino que los demás países de la región dejen muy pero muy claro» que «la democracia tiene que ser restaurada» en Venezuela, declaró Pompeo al diario O Estado de Sao Paulo.

Esta participación de Estados Unidos es estratégica en un momento en el que se ha acercado a países suramericanos para afrontar la situación en Venezuela, y en el que el Grupo de Lima definió acciones contra el nuevo mandato de Maduro.

Sin embargo, la presencia de fuerzas norteamericanas en otros territorios también genera grandes incertidumbres.  “Algo llamativo, es que las tropas norteamericanas tienen los mismos privilegios que las tropas de los países donde operan. De este modo, ninguna base militar paga impuestos de ningún tipo y de producirse daños materiales o víctimas humanas en el país donde se realizan las maniobras castrenses, éste no recibe ningún tipo de resarcimiento”, eñala Hugo Lilli, Politólogo y escritor del Centro de Estudios Internacionales de Argentina, Córdoba Global.

“A su vez, esas tropas no pueden ser juzgadas ni por los tribunales de la nación en la que cometieron el delito, ni por la Corte Penal Internacional”, añade.

Para Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, la intervención militar debe ser algo que no debe considerarse, pues «no solo desbordaría la migración en la región sino porque podría implicar un paso a la subversión por parte del actual gobierno venezolano”.