La política en Argentina está muy cerca de los deportes, pero particularmente del fútbol, que también juega en las elecciones del domingo. En la cancha están tres candidatos: Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires desde 2007 y favorito en las encuestas; Mauricio Macri, actual alcalde de la capital argentina, y Sergio Massa, diputado disidente peronista, exjefe de Gabinete de la actual mandataria, Cristina Kirchner.

Las apuestas se las lleva Scioli, quien, según las encuestas realizadas por los diarios Perfil y Página 12, tiene el 42% de la intención de voto, a 14 puntos de Macri con el 28% y de Massa con 23%. Si este marcador se mantiene, el candidato oficialista ganaría en primera vuelta, pues según las leyes argentinas el vencedor debe reunir el 40% con diez puntos de diferencia sobre el segundo más votado para ganar. De lo contrario, un nuevo partido se jugaría el 22 de noviembre, por primera vez en democracia.

En Argentina fútbol y política se funden y el domingo será un verdadero clásico. Scioli, un excampeón mundial de motonáutica, es un empedernido jugador de fútbol sala (futsal), Macri es expresidente y líder en las sombras del popular club Boca Juniors y Massa es un dirigente del club Tigre de primera división.

Conscientes de la importancia de eso, cada uno ha hecho lo suyo. Scioli, con una intensa agenda que incluye hasta cinco actos en un día, ha sacado tiempo para jugar con su equipo de futsal, el club La Ñata, o con invitados especiales, como el presidente boliviano, Evo Morales, quien visitó Argentina para arropar su candidatura y echarse un “picadito”.

A Daniel Scioli le falta el brazo derecho, mutilado por la hélice de su lancha en un accidente en 1989. Pero se las arregla para mantenerse en las canchas de La Ñata, su casa futbolera, que tiene un gran estadio techado al norte de Buenos Aires. Se quita el brazo ortopédico y gambetea. “Acá está el tipo al que más de uno le decía lo que tenía que hacer, al que más de uno subestimaba”, reza un anuncio de campaña que ironiza las críticas que recibe.

“El fútbol simboliza lo que pasa en este país”, ha asegurado Mauricio Macri a La Nación. Es hincha de Boca como Scioli. Despuntó su vicio futbolero en Los Abrojos, su casa de campo al norte de Buenos Aires. Organizó campeonatos a granel y reunió amigos. Pero fue Boca el que le trajo fama. Haber sido presidente de este club futbolístico durante 12 años le permitió a este millonario dar el salto a la política. Macri fue alcalde de Buenos Aires durante ocho años. Hijo de Franco Macri, fundador de un imperio familiar de industrias y servicios, fue él quien lo alentó a dedicarse a la política y el fútbol. Su administración en Boca es la etapa histórica más fecunda en títulos y copas: ganó 17, once de ellos internacionales. “Lo que pude hacer en Boca me confirmó que tenía la capacidad y que podía liderar sin depender de él”, afirmó Macri, líder de una alianza conservadora, en referencia a su padre.

En 1995 ganó las elecciones del club con más hinchas en Argentina, según la encuestadora Gallup. En 1997 creó el primer fondo de inversiones de un club de fútbol en la Bolsa de Comercio. “Trabajé muchos años como dirigente deportivo para lograr que nuestro club tuviera una buena imagen internacional”. Ya no juega al fútbol.

Tiempo atrás había prometido que si llegaba al poder eliminaría el programa Fútbol para Todos, un caballito de batalla del gobierno de Cristina Kirchner para ganar adeptos con las transmisiones gratuitas de los partidos. Pero la necesidad electoral tiene cara de hereje. Ahora dice que “el fútbol tiene que ser gratis para la gente”.

“El Gobierno tiene que ser como un canchero de fútbol: tenés que cortar el pasto, marcar la cancha, y es la gente la que tiene que jugar”, dijo. Y agregó: “Si vos tenés la cancha llena de pozos, el partido no sale. La protagonista es la gente, hay que dejarle la cancha perfecta para que se destaque”.

Massa, un peronista antikirchnerista, fue elegido alcalde de la comuna de Tigre en 2007. Al club le consiguió promotores en las empresas de indumentaria deportiva. Su suegro es Fernando Galmarini, exfutbolista y exministro de Deportes. Su cuñado es Martín Galmarini, jugador de la primera de Tigre. Massa está tercero en los sondeos, pero lo vive con espíritu futbolero: “Soy como (el caudillo de la selección, Javier) Mascherano: corro hasta la última pelota”.

Massa entró en 2004 como dirigente clave al club Tigre, al norte de Buenos Aires, cuando estaba por descender a la cuarta categoría. Bajo su influencia el club escaló hasta primera y ganó un subcampeonato, pero perdió la final de la Copa Sudamericana en 2012. Fue en el estadio Morumbí, donde estalló un escándalo. Denunciaron agresiones en los vestuarios y perdieron por abandono. “No puedo aceptar armas apuntadas hacia el pecho de mis jugadores”, declaró Massa aquella noche.

Al juego entró Diego Armando Maradona, quien hizo público su apoyo a Daniel Scioli. Javier Mascherano se la jugó por Mauricio Macri. Pero como dicen en fútbol y política: el juego no se acaba hasta que se termina.