Los restos de la mexicana Soraya Jiménez, primera campeona olímpica de su país en la historia, fueron cremados hoy en un sencillo acto en la capital mexicana, donde falleció este jueves como consecuencia de un infarto a los 35 años.
Jiménez fue sometida a más de una decena de cirugías, una de ellas para quitarle un pulmón en el 2007 cuando estuvo en estado de coma y soportó algunos paros cardiorrespiratorios, pero llevaba una vida bastante normal, con ejercicios físicos incluidos hasta que ayer la sorprendió la muerte en su casa.
Desde anoche personalidades del mundillo del deporte mexicano, encabezadas por Carlos Padilla, presidente del Comité Olímpico, y Jesús Mena, director de la Comisión Nacional del Deporte, estuvieron en los funerales de la deportista.
Hoy, un par de horas después del mediodía, los restos fueron trasladados a una agencia funeraria, donde fueron cremados sin recibir homenaje de cuerpo presente, a pedido de la campeona.
Padilla dijo que si bien no hicieron homenaje a los restos, sí se lo harán a la memoria de la levantadora de pesas para que los jóvenes no olviden a la primera mujer mexicana ganadora de un oro olímpico y pondrán su nombre a una plaza en las instalaciones del Comité Olímpico.
«Se fue una mujer que luchó todos los días, según las estadísticas era imposible que ella ganara oro en Sydney 2000, pero demostró que todo es posible si no se deja de soñar. Fue una campeona de la vida y siempre tenía una sonrisa», dijo a los medios el peleador de taekwondo Víctor Estrada, ganador de bronce en los mismos Juegos en los que brilló Soraya Jiménez.
Joel Sánchez, bronce en la caminata de 50 kilómetros en aquella justa, recordó que se entrenaba en Nueva Zelanda cuando escuchó en la noticias del triunfo inesperado de Soraya y entonces pensó que si ella había ganado contra pronósticos, él también podía intentarlo y así consiguió su presea.
Los familiares de Soraya no han decidido el destino de las cenizas de la campeona que en los primeros días estarán en su casa en la Ciudad de México.