Sderot, por su proximidad con la Franja de Gaza, está acostumbrada a las sirenas. Toda la ciudad, ubicada más o menos a un kilómetro de distancia de la valla que marca el inicio del territorio de Gaza, tiene edificios y paraderos reforzados, refugios y hasta programas de contención emocional ante las constantes amenazas, entre muchas otras medidas.

Por eso, hoy todos se preguntan cómo nadie vio venir, nadie alertó, la incursión del grupo palestino Hamás del pasado sábado, que fue una combinación de ofensiva sorpresa con ataques aéreos y hombres armados en tierra.

Sderot, una ciudad fundada como un campo de tránsito de familias kurdas e iraníes en 1951, fue uno de los epicentros de la infiltración de las milicias, reivindicada como una operación para poner fin a la ocupación y los abusos del Estado hebreo.

El ataque, del que resultó también una toma masiva de rehenes, en un inicio se sumó al lanzamiento de unos 5.000 misiles del lado palestino en sábado en la mañana. Luego provocó la declaratoria de guerra por parte de Israel. Hasta el momento, entre ambos lados, las víctimas fatales sobrepasan las 1.500.

“A cada segundo pensábamos que íbamos a morir”, contó Ortal Dadya, una israelí de 39 años, citada por la AFP, poco después de salir del cuarto donde se refugió con su familia durante la violenta incursión, cuyo saldo fatal aún no es claro.

“Nunca vi algo así”, agregó la residente de la localidad que quedó salpicada de sangre y casquillos, saldo de incontables ráfagas de balas dirigidas indiscriminadamente contra civiles. El atrincheramiento de los infiltrados en una comisaría, que, según versiones, fue destruida por las propias fuerzas israelíes para no poner “vidas en riesgo”, dejó varias de las imágenes más impactantes del asalto.

Yaakov Shoshani, de 70 años, por su parte, le contó a la agencia francesa que cuando supo que hombres armados, con armas largas y armas blancas, habían irrumpido en Sderot, agarró un cuchillo y un destornillador.

“Aquí han fallado todos los sistemas, todo lo relacionado con la inteligencia, la inteligencia militar, la inteligencia civil, todo lo relacionado con los sensores y la valla [de Gaza], todo ha fallado”, dice.

Sderot, que en hebreo significa “Bulevar”, fue bautizada así por el ex primer ministro David Ben Gurion por la forma en que los árboles bordeaban la avenida principal. “Desde entonces ha simbolizado la visión del Néguev de hacer florecer el desierto”, cuenta la Sderot Foundation.

En la segunda mitad del siglo XX, la ciudad también acogió a familias provenientes de Rumania y el norte de África, “seguidas en la década de 1990 por llegadas recientes de la ex Unión Soviética y Etiopía, que en conjunto duplicaron la población casi de la noche a la mañana”, agrega la fundación.

En 1996 fue declarada oficialmente ciudad.

Familiarizada ya a la lluvia de cohetes por operaciones como “Plomo fundido” (que dejó unos 1.400 palestinos muertos, frente a 13 del lado israelí), como se le conoce al conflicto en Gaza que se extendió entre 2008 y 2009 (y que dejó a la ciudad prácticamente desierta), Sderot ha llegado a ser el hogar de unos 30.000 residentes.

El ataque del fin de semana, no obstante, con seguridad dejará otra cicatriz difícil de borrar en una región que ha llegado a destacar, entre otras, por su cultura alrededor del cine y la dinámica actividad comercial e industrial. Se ha hecho un nombre, por ejemplo, como productora de velas para Jánuca.

Hoy, sin embargo, de acuerdo con la información de las autoridades, está en una carrera contra el tiempo para concluir la evacuación, mientras Sderot sigue bajo fuego.