Un baño de sangre se ha generado en Filipinas con la llegada al poder de Rodrigo Duterte. El cuestionado mandatario ha llamado a los filipinos a protagonizar una «limpieza social» en contra de los consumidores y vendedores de estupefacientes. Tan cuestionada campaña ha acabado con la vida de 810 personas, entre el 10 de mayo y el 3 de agosto. De ellas, 240 personas fueron asesinadas por civiles siguiendo el llamado de Duterte. El director ejecutivo la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito, Yury Fedotov, ha calificado esta campaña como una «violación de derechos y libertades fundamentales». Y ha dicho que «este tipo de respuestas son contrarias a las provisiones de las convenciones internacionales para el control de la droga, no sirven para hacer justicia y no ayudarán a asegurar que el pueblo tenga salud, dignidad, paz, seguridad y prosperidad».

Pero Duterte ha respondido que le da igual esos cuestionamientos y que no le importa cuántas personas mueran. «Odio matar a seres humanos(…). Pero tengo que hacer algo con el crimen y las drogas», dijo el mandatario, que goza de un 91% de popularidad. Pero, mientras recibe críticas alrededor del mundo por su política, Duterte ha encontrado en su país a socios como el campeón mundial de boxeo y, actualmente senador, Manny Pacquiao, quien ha propuesto revivir la pena de muerte, proscrita desde 2006, por una decisión de la entonces presidenta, Gloria Macapagal Arroyo. El deportista sostuvo que Duterte «realmente quiere que se vuelva a imponer la pena de muerte, y por supuesto, yo también lo quiero».

«Estoy preocupado porque soy padre. Me preocupa que los crímenes y las drogas no se resuelvan. Quizás, es mi opinión, si tuviéramos otro presidente distinto y la campaña antidrogas no fuera tan intensa, no hubiéramos sabido cómo de grande es el problema que tiene Filipinas con las drogas», dijo Pacquiao, senador desde mayo pasado. El boxeador ha presentado tres proyectos de ley ante la Cámara Alta para revivir la pena capital, en concordancia con las propuestas que ha hecho el presidente filipino. Desde antes de ganar, Duterte ya había dicho que reviviría la pena de muerte, en duras declaraciones. «Voy a pedir al Congreso la vuelta de las ejecuciones por ahorcamiento, dijo, durante una rueda de prensa, recien obtuvo la presidencia. «Si te resistes, muestras resistencia violenta, mi orden a la Policía será disparar a matar. Disparar a matar contra el crimen organizado. ¿Habéis oído esto? Disparar a matar contra el crimen organizado».

Duterte ha impuesto de esta manera el mismo estilo que lo caracterizó durante sus años como alcalde de Davao, durante los cuales fue señalado de tener nexos con organizaciones criminales, dedicadas a la mal llamada limpieza social y con grupos de vigilantes urbanos. Duterte ha sido reconocido por posiciones extremas en otros temas como, por ejemplo, la violencia contra la mujer. Tras conocerse el caso de una australiana violada en Filipinas, Duterte dijo que le molestaba la violación. Pero recalcó, antes que todo, que la víctima era muy guapa y que «el alcalde», en referencia a sí mismo, «debió haber sido el primero» en violarla. En el caso de Pacquiao, no es la primera vez que genera una controversia similar. El boxeador, cristiano radical, dijo, a inicios de este año, que los homosexuales eran «peores que los animales».

«Es de sentido común. ¿Alguna vez ha visto los animales se aparean con los animales del mismo sexo? Los animales son mejores, ya que distinguen entre hombres y mujeres», dijo, en entrevista con un medio de su país.