Egipto es quizás el caso más emblemático del fracaso de la primavera árabe, la ola de protestas que en 2011 sacó a varios dictadores del poder: Ben Alí, en Túnez; Muamar Gadafi, en Libia; Alí Abdulá Saleh, en Yemen y Hosni Mubarak, en Egipto. La caída de este último abrió las puertas a unas elecciones libres en las que los Hermanos Musulmanes se impusieron en las urnas. Mohamed Mursi, el sucesor del «faraón» como se conoce a Mubarak, sin embargo, apenas duró un año en el poder. Fue derrocado por el general Al Sisi.

Entonces, el país se dio cuenta de que los militares nunca dejarían el poder. Los seguidores de los Hermanos Musulmanes terminaron en prisión y fueron condenados a muerte. Al Sisi se eligió como presidente en 2014 y desde entones su régimen comenzó la represión y la impunidad; la fiscalía de Egipto autorizó la puesta en libertad del expresidente Hosni Mubarak, absuelto a principios de marzo por el Tribunal Supremo por la muerte de manifestantes en las masivas protestas de 2011 que acabaron con su gobierno, indicó su abogado a la AFP.

El abogado Farid el Deeb precisó que Mubarak, actualmente retenido en un hospital militar de El Cairo, «podrá volver a su casa cuando los doctores le den el alta». No podrá sin embargo viajar al extranjero.

Mubarak, de 87 años, pasó la mayoría del tiempo desde su arresto en 2011 en un hospital militar. En junio de 2012 fue condenado a cadena perpetua, pero la justicia ordenó un nuevo juicio. El «faraón» sólo estuvo 15 días tras las rejas pues sufrió un problema cardíaco y tuvo que ser trasladado de la cárcel a un hospital militar.

En noviembre de 2014, otro tribunal que lo juzgaba ordenó el abandono de las acusaciones, blanqueando así a Mubarak, pero la fiscalía apeló la decisión. El 2 de marzo de 2017, la justicia confirmó finalmente el abandono de los cargos.

En el poder

Mubarak estuvo 30 años rigiendo los destinos de Egipto de forma autoritaria y poco democrátiva. Siempre burló las urnas, respaldado siempre por el estamento militar, que tejió una red tan poderosa en el país que ni siquiera su salida del poder logró sacudir. A los 21 años se graduó en la Academia Militar Egipcia, año al que pasó a formarse como piloto de combate. En 1969 ya era jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea: en 1973 recibió honores como héroe de gurra por su papel en la guerra de Yom Kippur, y un año más tarde fue nombrado viceministro de Defensa.

En 1975, Anwar al Sadat lo nombró vicepresidente de la República, pero fue asesinado en 1981 a manos de islamistas, durante una marcha militar celebrada en El Cairo, Mubarak esquivó las balas y además llegó a la Presidencia. Desde entonces demostró ser un sobreviviente: burló seis intentos de asesinato, según la prensa local, el más famoso el de Addis Abeba, cuando la limusina en la que se dirigía a la cumbre de líderes africanos fue atacada.

Fue un líder prepotente y sordo a los reclamos de los egipcios. Basó su estabilidad interna en el miedo en la alianza privilegiada con Estados Unidos y con Israel.