Puede que la suspensión presidencial de Dilma Rousseff signifique una victoria para la oposición, pero su salida no representa una solución inmediata para la economía brasileña. La dirigente del partido de los trabajadores deja un país inmerso en una crisis económica, sobre la cual las entidades internacionales como el Fondo Económico Mundial (FMI) advierten que este año el Producto Interno Bruto se contraería 3,8%.

El presidente interino que queda, Michel Temer, deberá luchar por sacar adelante una economía que tiene un déficit fiscal que superó al cierre del 2015 los US$32.000 millones, y con márgenes de deuda que son equivalentes al 67% del Producto Interno de Brasil. Además el nuevo mandatario tendrá que sortear el terreno internacional cargando el yugo de que las principales calificadoras de riesgo, como Standard & Poor´s, Moody´s y Fitch, han bajado la nota de sus bonos de deuda pública por debajo del grado de inversión.

Sin embargo, los mercados parecieron haber reaccionado positivamente al hecho de que Dilma por el momento no está al mando de la economía más grande de la región: la bolsa de Sau Paulo comenzó la jornada de este miércoles con una alza de 0,95%, lo que por el momento le ayuda a recuperar las pérdidas que tuvo en la sesión anterior, antes de que se conociera la suspensión de Dilma.

Desde las elecciones presidenciales de Brasil de 2014, quedó muy claro cuál era el bando de los inversionistas y empresarios del país carioca. Incluso algunos analistas de firmas internacionales como Morgan Stanley, llegaron a sugerir que lo mejor que le podría pasar a la economía brasileña era que Aécio Neves ganara la presidencia, pero este no fue el caso. Por esto “la salida de Dilma ayuda a reducir el riesgo político que se vive en los mercados de esta nación, pero no necesariamente significa un repunte inmediato de los demás indicadores de confianza a la hora de invertir”, comentó Juan David Ballén, analista de Casa de Bolsa.