La apropiación de ideas de otros siempre ha existido en el arte. Las creaciones de unos artistas inspiran a otros, y así ha sido en el cine. Quentin Tarantino no tendría una carrera de esto no ser cierto. Sin embargo, no es lo mismo copiarse de otras películas que tomar material prestado de ellas y hacerlo tuyo mediante tu propio estilo. Tarantino es un maestro de lo segundo. Oblivion, filme que estrenó ayer en la Isla, es culpable de varios cargos de lo primero.

Con tan sólo dos películas en su filmografía, el director Joseph Kosinski ha probado que posee un don para realizar películas visualmente impactantes, pero también emocionalmente huecas y tan excitantes como ir de compras al supermercado en un día lluvioso. En su ópera prima, Tron: Legacy, gozó de la excusa de que el guión no era de su autoría. La situación no es la misma en Oblivion, largometraje basado en una novela gráfica escrita por él y claramente influenciada por mejores exponentes cinematográficos de la ciencia ficción.

Oblivion se centra en “Jack Harper” (Tom Cruise), un técnico que en el año 2077 se dedica a reparar los robots voladores que vigilan las enormes instalaciones que absorben el agua salada de la Tierra, planeta que quedó devastado por una guerra contra extraterrestres que aún permanecen escondidos entre los escombros. La humanidad se ha mudado a Titán, una de las lunas de Saturno, mientras “Harper” permanece en la Tierra junto a una compañera como los únicos terrícolas que quedan en el planeta.

La cinta transcurre a un ritmo letárgico mientras “Harper” investiga los atentados que se han hecho contra sus robots a la vez que padece de unos sueños en los que ve a una mujer en la ciudad de Nueva York antes de la catástrofe, tiempo en el que él no estaba vivo. El misterio en torno a estas visiones en combinación con las imágenes futuristas que ofrece Kosinski -muy bien realizadas e incuestionablemente asombrosas- logran retener el interés durante el primer acto de la cinta.

Pero entonces Kosinski empieza a abusar de nuestra paciencia y la trama se estanca en territorio demasiado familiar con pocas secuencias de acción que nos permitan ignorar que todo esto lo hemos visto antes y mejor hecho. Oblivion se siente demasiado familiar, como caminar por una amalgama de Beneath the Planet of the ApesThe MatrixWall-E y Solaris antes de introducir otros elementos en la historia que evocan a Moon y 2001: A Space Odyssey, por sólo mencionar algunas. El problema no es que Kosinski recurra a estos celebrados filmes del género, sino que no hace nada nuevo con lo que extrae de ellos. Es como si hubiese ordenado todo en el menú de un restaurante de ciencia ficción.

Previo al estreno de Oblivion, mucho se comentó acerca de la banda sonora en la que estaría colaborando la agrupación electrónica M83 junto a Joseph Trapense, pero en este departamento la producción también  deja mucho que desear. El soundtrack está muy por debajo del talento que han destilado en sus discos. No se encuentra ni remotamente al mismo nivel de trabajos similares que han realizado Daft Punk (Tron: Legacy) y Basement Jaxx (Attack the Block) en los últimos años. De hecho, la banda sonora emula las pistas de Tron: Legacy, esto cuando no está imitando los rápidos tempos de acción de Hans Zimmer, algo de lo que el mismo Zimmer ha abusado.