El actor estadounidense Willem Dafoe recibió el homenaje de la Berlinale en forma de Oso de Oro de Honor, un premio al conjunto de una carrera en la que ha sido desde un anticristo a voz de un pececito de colores y en un festival que lo recibió, sobre todo, como amigo.

«Los directores quieren explicar una historia y necesitan a alguien como yo, un actor capaz de plasmarla«, dijo el actor en la conferencia de prensa ante los medios que siguen la Berlinale, previa a la gala en su honor, en la que se proyectará el filme «The Hunter» (2011).

Es su décima visita al festival berlinés, tras las ocho ocasiones en que acudió con una película a competición -la última, con «The Grand Budapest Hotel», de Wes Anderson, en 2014, que recibió el Premio Especial del Jurado-, y su papel como miembro del jurado en 2007.

En esta 68 edición del festival le corresponde el papel de homenajeado, a lo que respondió con un recital de su característica sonrisa abierta, capaz de encajar en el «Anticristo», de Lars von Trier; en el «Platoon», de Oliver Stone; el «Pasolini», de Abel Ferrara, o en «The Last Temptation of Christ», de Martin Scorsesse.

Los cuatro títulos, más el mencionado «The Hunter», de Daniel Nettheim, quedaron incluidos en el ciclo de diez filmes programado estos días en el festival en su honor, aunque no el «Finding Nemo», donde prestaba la voz a Gill, un pez tropical.

Una carrera variada y que le ha dotado de un gran prestigio, pero con menos premios de los que se merece su talento. Tiene tres nominaciones a los Óscar y tampoco parece que este año -es candidato por «The Florida Project»- le llegue la estatuílla-.

Mientras, a Dafoe, nacido hace 62 años en una ciudad de provincias en Wiscosin (EE.UU.), se le ha reconocido con el Oso de Oro honorífico su proverbial versatilidad para interpretar a un malvado o a Jesucristo, destacó la dirección de la Berlinale, en su justificación del premio.

«Cuando estoy ante una cámara soy como un color que forma parte de una pintura«, dijo. «Un elemento al servicio de un director, que es quién decide dónde aplicarlo, la elección del tono y su intensidad«.

Sencillo, simpático, sin amagos de divismo ni la indolencia que se permiten otros invitados ilustres de la Berlinale, con o sin premio, Dafoe se presentó con el bagaje que le da el centenar largo de filmes que habrá rodado, en cualquier parte del mundo.

«Será que me gusta viajar. Si es posible, a lugares remotos y exóticos«, respondió, a una pregunta sobre los múltiples paisajes en que ha discurrido su trayectoria, como si también ahí -como en la elección del color- todo dependiera de la decisión de su director de turno.