Con un minuto de silencio, oraciones y manifestaciones antinucleares, Japón recordó un año desde que un terremoto y posterior tsunami mató a miles de personas y provocó una crisis radioactiva que hizo añicos la confianza pública en la energía atómica y en los líderes de la nación.

El 11 de marzo de 2011, un terremoto de magnitud 9.0 desató una pared de agua que azotó la costa noreste de Japón, mató a casi 16,000 personas y dejó unos 3,300 desaparecidos, en un país que sigue lidiando con los costos humanos, económicos y políticos de la tragedia.

En el puerto de Ofunato, cientos de residentes vestidos de negro se reunieron en las afueras de la municipalidad para poner crisantemos blancos en memoria de los 420 muertos y desaparecidos de la ciudad.

El país guardó un minuto de silencio a las 2:46 p.m., el momento en que se produjo el terremoto.

Los residentes de Ofunato se reunieron delante de un altar improvisado, con el mar detrás de ellos. Ofunato se detuvo nuevamente 33 minutos más tarde, en el momento en que hace un año un tsunami de 40 metros envolvió la ciudad de 41.000 habitantes.

A sólo un kilómetro de la destrozada planta Fukushima, gestionada por la firma Tokyo Electric Power Company (TEPCO) , donde el colapso de un reactor provocó la peor crisis nuclear desde Chernóbil, los residentes de la ciudad abandonada de Okuma pudieron volver al lugar durante unas pocos horas para honrar a los muertos.

En Fukushima, hasta hoy, se mantiene evacuadas a 80,000 personas en un radio de 20 km a la planta y otras tantas de zonas más alejadas.

Un año después, casi 335,000 personas permanecen en viviendas temporales, mientras continúan las labores de limpieza para retirar 6 millones de toneladas de escombros de los más de 22 millones que dejó el tsunami.

A lo largo de la costa noreste, los agentes de policía y la guardia costera continúan la búsqueda de restos de desaparecidos pese a la disminución de las posibilidades de encontrar alguno.

Los japoneses se ganaron la admiración mundial por su compostura, disciplina y resistencia ante el desastre, al tiempo que sus empresas impresionaron con la velocidad a la que se recuperaron.

Como consecuencia, la economía de $5 billones podría volver a los niveles anteriores al desastre en los próximos meses, con la ayuda de una gigantesca ley de $230,000 millones destinada a una década de reconstrucción y que se acordó en una muestra poco habitual de colaboración entre el Gobierno y la oposición.

El emperador Akihito, convaleciente de una operación coronaria a la que se sometió el mes pasado, acudió a una ceremonia en el Teatro Nacional de Tokio y animó a sus compatriotas a trabajar juntos, haciendo eco del discurso televisado sin precedentes que pronunció 6 días después del desastre.