Razones para migrar hay muchas. Puede ser por motivos económicos, familiares, laborales, profesionales, académicos, de refugio, entre otros. Cuando una persona deja su lugar de origen, lleva consigo saberes, tradiciones y rasgos identitarios, entre los que se encuentra el fútbol, y sirven de semilla para que este deporte, el más popular del planeta, germine en terrenos donde no tuvo acogida.

En el Mundial de Catar 2022 hay tres casos importantes de países donde el fútbol tenía un papel menor, en los que los estadios vivían vacíos y los pocos que se decidían a practicar este deporte no llamaban mucho la atención. Se trata de parajes donde los migrantes dejaron su huella y permitieron que el lugar que hicieorn su hogar pasara de ser considerado una cenicienta en este deporte, a ser referentes en sus respectivas regiones.

El sueño americano

Durante muchos años se habló del fútbol como un deporte sin atractivo en Estados Unidos. Allá, se le dice ‘fútbol’ a un deporte que suele involucrar las manos con más frecuencia que el pie, por lo que el deporte rey es comúnmente llamado soccer.

A lo largo de su historia, Estados Unidos fue visto como el lugar de las oportunidades. En principio, cientos de ciudadanos europeos, en especial del lado occidental, llegaron en barcos a la tierra de la libertad, o al menos así es como les fue vendido ese sueño.

Fueron varias olas, entre las que los europeos fueron sembrando sus semillas en lo que se convertiría en el mayor exponente de la globalización. Pese a que los británicos eran mayoría, miles de portugueses, irlandeses, italianos y franceses se asentaron allá a principios de siglo XX, y con ellos llegaron, además de muchos aportes culturales, el fútbol.

Un dato que no muchos conocen, es que en Uruguay 1930, la primera Copa del Mundo de la historia, tuvo a Estados Unidos en el tercer lugar del podio. La base del equipo eran jugadores nacidos en Reino Unido, sobre todo en Escocia, además de jugadores con orígenes en otros países europeos. Destacaron Bert Patenaude (origen francés), Tom Florie (origen italiano) y Billy Gonsalves (origen portugués).

Con el paso de los años, el combinado de las barras y las estrellas perdió protagonismo y fue opacado por México en la Concacaf. Con varias décadas llenas de participaciones para el olvido, les llegó el momento de organizar su propio Mundial en 1994. Allí hubo una nueva generación que marcó un nuevo precedente en el fútbol norteamericano.

En ese equipo, que fue uno de los responsables de la eliminación de Colombia en fase de grupos, supieron brillar jugadores de origen sudamericano. El nacido en Uruguay, Tab Ramos, y Claudio Reyna, de Livnigston (Nueva Jersey), pero de padres argentinos, fueron fundamentales en la digna participación del local hace 28 años.

En los últimos años hubo un resurgimiento prometedor en Estados Unidos. Todo gracias a jóvenes talentosos con raíces en el extranjero. Cristian Pulisic (Croacia), Giovanni Reyna (Portugal/Argentina), Sergiño Dest (Países Bajos) y Ricardo Pepi (México) son algunos de los nombres que ilusionan a la potencia económica mundial con una actuación digna en Catar.

Otro nombre para tener en cuenta, que puede figurar en Catar 2022, es Jesús Ferreira, hijo de David Ferreira, volante de la selección de Colombia en el proceso rumbo a Alemania 2006. El nacido en Santa Marta, que representa al combinado norteamericano, se ganó un cupo entre los habituales de la selección por su presente en el Dallas, de gran paso por la conferencia del oeste.

La conquista del balón en la tierra del disco

Si en Estados Unidos el balompié tuvo que competir con baloncesto, beisbol y fútbol americano, en Canadá la batalla fue contra el hockey sobre hielo. Allí el deporte rey, aunque tardó en germinar, ahora vive su mejor momento en la historia.

El primer Mundial para los canadienses fue en 1986, y aunque parece hace mucho, fue la hazaña más grande de su selección hasta que la actual nómina marcó un nuevo precedente. En la segunda Copa del Mundo que celebró México, el país de la hoja de maple afrontó la competición con una nómina que mezcló hijos de británicos, italianos, polacos y países que ya no existen, como Checoslovaquia y Yugoslavia.

Pasaron los años y Canadá no estuvo cerca de regresar a la cita orbital. Todo cambió recién en la última eliminatoria, cuando una base de jugadores jóvenes, casi todos ellos con doble nacionalidad, lograron que los estadios de su país se llenaran de gente y cantaran sus goles. Pese a que los pronósticos daban a México o Estados Unidos como el ganador del hexagonal, los rojiblancos se impusieron con estilo.

El máximo referente del equipo es Alphonso Davies, lateral izquierdo del Bayern Múnich y uno de los mejores del mundo en su posición. El joven de 21 años, que nació en un campo de refugiados en Ghana, de padres liberianos, demostró condiciones a lo largo de la eliminatoria y asumió el liderato en un equipo que puede incomodar a Croacia, Canadá y Marruecos, sus rivales de grupo en Catar.

Otros nombres que vale la pena destacar es Jonathan David, delantero del Lille. Nació en Nueva York hace 22 años, pero se mudó a Haití, país de origen de sus padres, cuando era un bebé. A los seis años se trasladó con su familia a Canadá y allí creció como futbolista. No tardó en mostrar su talento y, tras un paso por el Gent de Bélgica, se puso a romper redes en Francia.

Al igual que en Estados Unidos, su vecino también tiene un aporte colombiano: Jonathan Osorio. El volante es hijo de un caleño y una paisa. A los cuatro años empezó a jugar en una liga local de futsal de Toronto y luego se mudó a Brampton, donde continuó con su formación deportiva. Debutó con la selección mayor de Canadá en 2013 y ha disputado cinco Copas Oro.

El fugaz crecimiento del fútbol catarí

Antes del Mundial, el mundo del fútbol no volteaba sus ojos a Catar, salvo para presenciar el retiro de alguna leyenda que tomara la decisión de jugar sus últimos años pensando en la billetera. Su selección era desconocida y rara vez superaba la primera ronda de la Copa Asiática. ¿Clasificar a un Mundial? Imposible.

Con el anuncio de la primera Copa del Mundo en tierras árabes, el Gobierno de dicho país decidió apostarle en serio no solo a la infraestructura, sino también al crecimiento deportivo. Por eso, en cuestión de años pasaron a ser vistos como una cenicienta, a ser uno de los principales equipos de su confederación.

Trajeron formadores extranjeros al país y se dedicaron a cazar y pulir talentos sin importar si nacieron dentro de sus fronteras o no. Entre los jugadores que llegaron a lo más lejos de ese proceso destaca el delantero Almoez Ali, que nació en Jartum, Sudán. Con nueve goles, el atacante se convirtió en el máximo artillero de la Copa Asiática 2019, la primera conquista internacional del anfitrión del Mundial.

Hay otros futbolistas nacidos en el extranjero que ilusionan a los locales con hacer un papel decente en el certamen. Pedro Miguel Correia (Portugal), Boualem Khoukhi (Argelia), Karim Boudiaf (Francia), Bassam Al Rawi (Irak) y Ahmed Alaa Eldin (Egipto) son algunos de los “extranjeros” que estarán a disposición del español Félix Sánchez en el torneo que arranca el próximo 20 de noviembre.