Las salas de EE.UU. estrenaron este fin de semana «Parkland», un film sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy, suceso del que se cumplen 50 años el próximo noviembre y dio pie al mito que muchos estadounidenses recuerdan con nostalgia.

El 22 de noviembre de 1963, el hombre más joven en ganar unas elecciones presidenciales -y el único católico hasta la fecha- era trasladado herido de muerte al hospital Parkland Memorial de Dallas (Texas), donde falleció tras haber sido tiroteado durante un desfile por las calles de la ciudad.

Kennedy fue el cuarto mandatario estadounidenses asesinado y su figura se consolidó como un mito popular, trascendiendo a la política y manteniéndose 50 años después como uno de los presidentes más valorados por los ciudadanos.

«Gran parte de la nostalgia por Kennedy es por lo que fueron tiempos mejores para algunos», explicó a Efe el profesor Eric R.A.N. Smith, del departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Santa Bárbara (California).

Según Smith, tras el asesinato del presidente, EE.UU. entró en un «período de agitación política y social» que perdura hasta nuestros días; muchos estadounidenses empezaron a perder la confianza en su propio gobierno y ahora ven en Kennedy el reflejo de «un pasado idealizado».

El presidente, que llegó al poder con 43 años, «hablaba de grandes ideas y hazañas, y convenció a los estadounidenses de que el futuro no sólo podía ser mejor, sino que ellos eran dueños de su propio destino y del destino del mundo», indicó a Efe el profesor Jeffrey A. Engel, director del Centro de Historia Presidencial de la Universidad Metodista del Sur.

El mandato de Kennedy estuvo marcado por dos grandes prioridades: la Guerra Fría -que por entonces pasaba por uno de los momentos de máxima tensión-, y la lucha por los derechos civiles, que encontró su mayor expresión en la Ley de Igualdad en el Pago de 1963.

Los logros sociales de Kennedy -y de su sucesor, Lyndon B. Johnson- supusieron el reconocimiento de los derechos de las minorías, las mujeres y las comunidades más desfavorecidas, aunque, para los expertos, aún queda mucho camino por recorrer.

«Es evidente que las relaciones de raza y género en EE.UU. no han alcanzado desde 1960 un estado de perfección, puesto que la creación de un país más perfecto es siempre un proceso, no un destino», aseguró el profesor Engel.