El 4 de diciembre de 1997, Zinedine Zidane se enfrentó a Ronaldo Nazário y Gabriel Batistuta. El 4 de diciembre de 1997, hace exactamente 26 años, el mundo del fútbol tuvo que privarse del placer de parpadear; y luchar contra sus instintos más primitivos para poder disfrutar del partido que enfrentaba a Europa contra El Resto del Mundo; en un encuentro organizado previo al sorteo para la Copa del Mundo de 1998.

Los equipos se conformaron con jugadores de los 32 países clasificados a la Copa con una premisa simple: entretener, soñar y caer rendidos ante la plácida y embrujada ociosidad de un partido sin premio, sin disputa aparente, e inocente.

Al equipo europeo lo dirigió la leyenda alemana Franz Beckenbauer, segundo hombre sobre la tierra que ganara la Copa del Mundo como jugador, en 1974, enfrentando a Países Bajos en un partido demoledor y trémulo, que ganó Alemania con un gol al final del primer tiempo de Gerhard Müller; y como entrenador, en 1990, dirigiendo a su país, tras reponerse de la final perdida contra Argentina en 1986, y obteniendo la gloria eterna contra el mismo duro, corroído y perspicaz rival.

Las otras dos personas que han conseguido la hazaña fueron, Mario Zagallo, el primero en conseguirlo; como jugador, en dos ocasiones, acompañando al Rey Pelé en el campo, en 1958 y 1962, los primeros dos títulos de la Canarinha; y como entrenador, dirigiendo a O’Rey, en 1970, para dar el tercer título a la Verdeamarela. El último en lograr la hazaña, Didier Deschamps, consiguió la Copa como entrenador dirigiendo a Francia en el mundial del 2018; y previamente consiguió alzar la preciada e intachable copa en 1998, justamente el certamen que estaba por jugarse antes de este partido lúdico.

El entrenador del Resto del Mundo no era un entrenador cualquiera; inexperto o novato. Era Carlos Alberto Parreira, brasileño; devoto al fútbol como concepto, y el primer y único hombre en consagrarse campeón del mundo como entrenador sin haber sido jugador previamente; con la ayuda poco despreciable de Mario Zagallo, como asistente de entrenador. El partido reunía a los dos últimos entrenadores que habían salido triunfantes en la copa, y a los últimos dos entrenadores campeones del mundo con Brasil. Las fichas estaban jugadas, las apuestas y la atención, impávidas, listas y preparadas para lo impredecible. Y el silbato sonó ese día en Marsella en el Stade Vélodrome.

El partido empezó, Zizuo tomó el balón desde el principio, con su elegancia inerte, propia, lanzó un balón cruzado, buscando a su compañero más alejado, quien, con desprecio y displicencia, lanzó un centro lento y fútil, que cayó en pies enemigos, pero que por inercia terminó recalando en los pies de Marius Lacatus, que disparó sin pensarlo y marcó el primer gol, casi sin intención y con vehemente desinterés, al minuto 1.

Al minuto 16, Ronaldo lanzó un pase filtrado que acarició con su circunferencia cada centímetro de césped hasta caer en los pies del colombiano Antony De Avila, que definió forzado pero de forma correcta sobre el brazo extendido de Andreas Köpke, que salió a cerrarle los ángulos.

El colombiano solo pudo sonreír, recibir el abrazo de Nazário y las palmadas en la cabeza de Batistuta con una sonrisa inquebrantable y enorme; el partido se igualó y todo parecía adquirir mayor seriedad. Luego cayeron en simultáneo los goles de El Fenómeno, tras pase reivindicativo de Antony, y el de Batistuta tras un pase monótono del brasileño.

El disparo del argentino fue brutal y escandaloso para un partido amistoso, característica que parecía perdida y olvidada por momentos, por la intensidad que atribuían los jugadores en el campo. Casi como una réplica, Ronaldo asistió de nuevo a Batistuta, con un lujo innecesariamente predilecto, y luego Ronaldo cerró su presentación con un gol inefablemente suyo, tras pase largo de Batistuta, que devolvía el favor con predisposición angelical.

Mientras que Zidane solo logró maquillar el marcador al minuto 60, con, haciendo honor a la verdad, un gol sacado de un cuento de fantasía, con una gambeta sobre el portero que podría clasificarse como irrespetuosa, y un remate letal que los dos defensas rivales, en la línea del arco, no pudieron detener.

Ahora, quizá tratando de emular un poco lo sucedido aquella vez. La Conmebol reunirá a las leyendas del continente en un solo escenario para disputar un partido conmemorativo y nostálgico. El Pibe Valderrama, Fredy Guarín, Mario Alberto Yepes, Sergio ‘Kun’ Agüero, Gonzalo Higuaín, Javier Zanetti, Diego Godín, Iván Zamorano, Ronaldinho, Lucio, Dida y otros grandes referentes del continente se verán las caras en La Florida, en el estadio provisional del Inter de Miami, equipo actual de Lionel Messi. Los entrenadores serán dos viejos y queridos conocidos de la Selección Colombia, Francisco Maturana y José Néstor Pekermán.