Un infierno. Así describen los cerca de 200.000 habitantes de Alepo lo que viven desde que comenzó la guerra en Siria, hace más de cinco años. Han sido blanco de ataques de todos los bandos enfrentados.

En esta ciudad se ubica el principal bastión rebelde, que pelea en contra de las tropas de Bashar al-Asad. Desde el fin de semana, esos barrios están sitiados por el ejército sirio. “No sé qué será de nosotros”, declaró a la AFP Mohamad Rukbi, desempleado y padre de cuatro niños, quien reside en el barrio rebelde de Bustan al Qasr. “Todas las rutas están cerradas, y desde hace días falta pan, los alimentos en general, prácticamente de todo”, añade este hombre de 38 años de edad.

La escasez de alimentos y combustible se hace sentir en los barrios ubicados en el este de la segunda ciudad de Siria desde que las fuerzas del régimen de Bashar al Asad cortaron el 7 de julio la ruta del Castello, última vía de aprovisionamiento del sector controlado por los insurgentes.

Este fin de semana las tropas gubernamentales tomaron el control de la totalidad de la ruta, aislando por completo a Alepo este del mundo exterior y haciendo temer por un largo sitio.

La ciudad ya ha vivido esta situación. “La gente vive al límite. Todo el mundo teme por sus vidas y nadie sabe qué va a venir después”, decía en abril el respresentante de la Cruz Roja Internacional, Valter Gros, en Siria, quien pintó un panorama desolador de la ciudad escenario de combates y bombardeos discriminados. “Dondequiera que estés se pueden oír explosiones de proyectiles de mortero, bombardeos y el vuelo de aviones”, dijo.

Según Naciones Unidas, unas 600.000 personas viven en zonas asediadas en Siria, la mayoría de ellas bloqueadas por las fuerzas del régimen, aunque los insurgentes también utilizan este mismo método atroz.

Los barrios del este de Alepo todavía no han sido incluidos en la lista de la ONU de lugares sitiados. Sus residentes, sin embargo, se lamentan por la escasez de alimentos y el aumento desorbitado de los precios.