Los ojos que hipnotizaron y conquistaron al mundo

Elizabeth Taylor (1932–2011)

Su belleza, su presencia en la pantalla, su tormentoso estilo de vida y su genuino talento actoral, han forjado una carrera de auténticas proporciones legendarias. Más allá de que su particularísimo color de ojos, se haya hecho mundialmente famoso, lo que hizo de la Taylor una actriz inolvidable no son cuestiones relacionadas con lo meramente cromático. Su belleza y elegancia rayó en algo mucho más profundo que las convenciones culturales y la genética. La magia de Liz Taylor estuvo en la conexión que mantuvo con el espíritu dramático, con la capacidad humana para ser uno y muchos a la vez, con su talento para ser una legión de personajes inolvidables. 

Aunque muchos la recuerden por sus múltiples matrimonios, por su amistad con ese extraño ser llamado Michael Jackson, por sus enfermedades, por sus operaciones, por su activismo relacionado con el Sida o por haber encarnado la imagen definitiva de Cleopatra, lo que es realmente trascendente de Liz Taylor es su arte.

La muerte de Elizabeth Taylor es un poco la muerte de ese tiempo en el que Hollywood era una fábrica de sueños y no meramente una industria de espejismos.