Hace 50 años Malcolm X era asesinado a tiros en un teatro cuando se aprestaba a hablar ante centenares de sus partidarios. En uno de sus discursos más famosos, pronunciado un año antes, “El voto o la bala”, el líder musulmán negro condenaba el racismo y la marginación social de los negros en Estados Unidos e invitaba a la comunidad negra a que asumiera la tarea de combatir por sus propios medios la opresión política, económica y social.

Hoy su discurso sigue vigente. A pesar de que muchos estadounidenses consideran que en el país no existe el racismo y esgrimen como prueba la llegada a la Casa Blanca en 2009 del primer presidente afroamericano de la historia, lo cierto es que la brecha racial sigue abierta. Lo reconoció el propio Barack Obama luego de que Dylann Roof, un joven blanco de 21 años, matara a nueve miembros de la comunidad negra de Charleston (Carolina del Sur). El confeso asesino le dijo al único testigo de los hechos: “Estoy acá para matar negros”.

“El hecho de que esto (el crimen) tenga lugar en una iglesia negra evidentemente plantea interrogantes sobre una página sombría de nuestra historia”, dijo el presidente estadounidense.

Una historia no muy remota que despertó fantasmas medio dormidos. La quema y los atentados contra templos religiosos negros eran una realidad en el siglo XIX y se intensificaron durante la época de los derechos civiles, en las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado. Uno de los episodios más conocidos es la muerte en 1963 de cuatro niñas en una iglesia de Birmingham (Alabama) por un ataque del Ku Klux Klan. Pero en los años noventa una oleada de ataques sacudió de nuevo al país. Y un dato: el día de la proclamación de Obama como presidente de EE.UU., un hombre blanco atacó una iglesia negra de Massachusetts.

De hecho, la llegada de Obama al poder despertó profundos temores raciales. Un día después de su posesión, más de 2.000 usuarios se inscribieron en webs para “nacionalistas blancos”. La media era de 80 diarios. “Tememos que estas condiciones (es decir, la llegada al poder de un presidente afroamericano y el aumento del desempleo) sean decisivas para el crecimiento de estos grupos en el futuro”, decía a la cadena CNN el director del Proyecto de Inteligencia del Southern Poverty Law Center. A finales de 2014 se contabilizaron 874 grupos, entre los que se encuentran el Ku Klux Klan y nacionalistas blancos, 19 de ellos sólo en Carolina del Sur, estado donde Roof cometió la matanza.

La policía considera que el joven cometió un “crimen de odio”, es decir, actuó por motivos racistas, pero aún no ha levantado cargos por eso. Carolina del Sur es uno de los cinco estados de ese país sin una ley que tipifique tales crímenes, la cual normalmente impondría penas adicionales o más duras al considerar que el acusado actuó motivado por la raza, el género o la orientación sexual de la víctima.

Según The Washington Post, los últimos datos oficiales de crímenes de odio en Estados Unidos son de 2013: entonces se registraron 5.928 incidentes, el 48% de los cuales tuvieron una motivación racial, mientras que por religión era casi uno de cada cinco. Jahn Richardon, negro de 39 años, le dijo al periódico El País que hay pocos lugares con mayor tensión racial que Charleston. Sostiene, sin entrar en detalles, que el hecho de que esta ciudad fuera uno de los principales puertos de desembarco de esclavos negros hace que todavía hoy “la energía y la atmósfera sean diferentes”. No le parece nada casual que el objetivo del asalto de Roof fuera una iglesia fundada por abolicionistas afroamericanos.

Charleston es una ciudad de 127.000 habitantes. El 67% de la población del condado es blanca y el 29% es negra, según datos del censo federal. Y tiene un largo historial de tensión racial que fue evidente a principios de abril, tras la muerte de Walter Scott, un hombre negro de 50 años que iba desarmado, por el impacto de ocho disparos hechos por un policía blanco. Varios habitantes reconocen que hay “tensión racial” en Charleston, pero esgrimen que es la misma que en otras partes del país en donde ya comienzan a aparecer carteles que dicen: “Las vidas de los negros importan”. Tal como lo gritaba a los cuatro vientos Malcolm X hace 50 años.

La bandera de la polémica 
Un día después de la matanza en Charleston (Carolina del Sur) la bandera confederada, considerada el símbolo de los supremacistas blancos, continuaba ondeando  frente al Capitolio en la capital de ese Estado, Columbia, desatando una dura polémica en el país. Controversia que no es nueva en Estados Unidos.
Mientras sus defensores la ven como un tributo a los que lucharon en la  guerra civil (1861-65), sus detractores la consideran un símbolo de la esclavitud, la segregación racial y el odio de esos supremacistas blancos con los que se identificaba abiertamente el asesino de Charleston, Dylann Roof. El presidente Barack Obama opina que “la bandera confederada debería estar en un museo”, pero las autoridades locales  la mantienen.