Es el único candidato autorizado a recoger firmas que se opone abiertamente a lo que Vladimir Putin se obstina en calificar de “operación especial” por la invasión en Ucrania. Este exdiputado, que ha participado tanto en la oposición liberal como en movimientos más afines a las autoridades, dio una rueda de prensa en Moscú este domingo 28 de enero.

A primera vista, todo tenía apariencia de un mitin político normal. Un jefe de prensa agobiado, militantes que ya lucían sus primeras sudaderas de campaña, guardaespaldas al acecho y un candidato, veterano de la política, muy a gusto ante el micrófono, respondiendo a las preguntas del público, en su mayoría joven y masculino -típico grupo de edad de los movilizados-, sobre temas variados: el aborto, la relación de fuerzas, la flagrante infrainversión en infraestructuras públicas, la contaminación.

Todo ello sin eludir su punto fuerte que ha generado un sorprendente entusiasmo: su condena tajante, desde el principio, de lo que se cuida en llamar “una operación especial”, “un error fatal de Vladimir Putin”, repitió, que ha “destrozado cualquier posibilidad de vínculo con los ucranianos en las próximas décadas”.

Todo, a priori, normal, salvo que en Rusia el mero hecho de celebrar hoy este ejercicio retórico es un verdadero acto de equilibrismo. La invitación al acto se cursó el sábado por la tarde, la acreditación y la dirección se comunicaron el sábado por la noche, apenas unas horas antes de la reunión, y no había ni rastro del discreto lugar de la reunión desde el exterior, en un edificio situado en el interior de un patio del centro de Moscú.

La presencia de este candidato en esta fase de la competición plantea interrogantes

Un candidato que encarna a la oposición para dar un barniz de legitimidad a unas elecciones que todo el mundo en Rusia sabe que están cantadas, la configuración no es nueva. Pero esta vez, la presencia de este candidato en esta fase de la competición plantea interrogantes en un contexto en el que personajes como Alexei Navalni o Ilya Yashin entre rejas, la inmensa mayoría de los medios de comunicación independientes fuera del país, con la censura militar en vigor desde el comienzo de la guerra y una oleada de rusos de a pie que huyen al exilio.

Ekaterina Duntsova, periodista independiente, fue descalificada en la fase preliminar por la comisión electoral en diciembre por el clásico motivo de “irregularidades administrativas”. En cuanto a los otros once candidatos potenciales, hacen alarde de legitimidad. A la pregunta “¿Viene usted a ganar?”, uno de ellos respondió hace unos días: “Por supuesto que no, ¿parezco idiota?

Recién nombrado candidato por su partido a finales de diciembre, el nacionalista y fiel al Kremlin Leonid Slutski dejó claro desde el principio que “no le quitaría ningún voto” a Vladimir Putin, cuya victoria, prometió, sería “enorme”.

‘Por desgracia, si no he entendido mal, el presidente no ve YouTube ni Telegram’

La apisonadora de la represión continúa haciendo su trabajo. La semana pasada, por ejemplo, supimos que una mujer rusa había sido multada por primera vez por hacer un comentario a un medio de comunicación calificado de “indeseable”.

Boris Nadezhdin reconoció a RFI que había tenido algunas dificultades para recoger firmas en ciertas regiones, como Chechenia, pero ya ha superado la barrera de las 100.000 firmas.

El candidato no duda en subrayar un punto sensible como la edad del presidente-candidato de 71 años y su desconexión con el país, de forma sibilina. “Cuando una persona lleva tanto tiempo en el poder, el principal problema es que deja de entender lo que pasa porque reciben la información en forma de notas de sus departamentos. Por desgracia, si no he entendido mal, el presidente no ve YouTube ni Telegram”, dijo este domingo por la tarde ante un centenar de personas que grababan y filmaban.

Coartada o no, Boris Nadezhdin compone con las líneas rojas del gobierno

El debate en el seno de la oposición sobre la conveniencia de apoyar a un candidato “liberal” que se presentaría con el beneplácito más o menos tácito del Kremlin es recurrente en cada elección presidencial rusa.

Este año, muchas de las figuras en el exilio ya han tomado una decisión. Mijaíl Jodorkovski y los allegados a Navalni han decidido apoyar a este veterano de la política de 60 años. Otros, ya ven en este apoyo una fragilidad porque en la Rusia actual hay muchos que lo presentan como el candidato de un Occidente odiado y lo pueden llevar a una zona peligrosa para su seguridad y la de sus partidarios, más allá de una campaña de desprestigio.

A la pregunta de RFI sobre si hará campaña en las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporiya y Jersón (regiones ucranianas bajo control parcial del ejército ruso y que fueron anexionadas en septiembre de 2022, nota del editor), Nadezhdin respondió negativamente. Salvo que la razón aducida no fue que impugnara la legitimidad de una campaña y una votación en territorio ucraniano ocupado, sino que lo consideraba imposible “a causa de los combates y la ley marcial”.

La periodista independiente en el exilio Farida Roustamova señaló el 23 de enero que “es poco probable que las personas que apoyan a Boris Nadezhdin se hagan ilusiones ni sobre su personalidad ni sobre sus posibilidades en las elecciones. Se trata sólo de una lucha por la oportunidad de elegir una papeleta ‘antibelicista’ (…) pero también es cierto que tal vez los funcionarios en el poder no esperaban que su operación política no saliera según lo previsto y provocara tal reacción entre los rusos antibelicistas”.

Está previsto que Boris Nadezhdin entregue sus firmas el 31 de enero. La comisión electoral tiene un plazo máximo de diez días para validarlas. Si puede presentarse, también podrá tener sus propios observadores en las urnas.

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