El mundo ignoró el fútbol africano durante varias décadas, justo hasta cuando descubrió su enorme potencial futbolístico, pero sobre todo político.

Antes de 1990 los seleccionados de ese continente eran “paisaje” en los torneos internacionales y no tenían protagonismo.

Pero en el Mundial de Italia 1990 todo cambió. De la mano de un veterano delantero de 38 años llamado Roger Milla, los Leones Indomables llegaron hasta los cuartos de final y alertaron al mundo del balompié sobre lo que harían los equipos africanos en adelante.

Sus seguidores más entusiastas aseguraron que pronto serían campeones mundiales y que las mejores ligas del mundo se llenarían de jugadores nacidos en el Continente Negro.

Aunque lo segundo se cumplió, ningún seleccionado africano ha logrado si quiera llegar a semifinales en un Mundial de mayores. Eso sí, conquistaron medallas en Juegos Olímpicos y Copas del Mundo de categorías menores, aunque siempre con el manto de duda sobre las verdaderas edades de los futbolistas.

Hasta hoy su mejor actuación sigue siendo la de ese mítico Camerún del 90, cuya historia está ligada a Colombia.

En octavos de final enfrentaron al equipo que dirigía Francisco Maturana y que había sido sensación en la primera fase, especialmente por su agónico empate 1-1 ante Alemania, con el que logró la clasificación.

Fue en el estadio San Paolo de Nápoles en donde Roger Milla se convirtió en la pesadilla para René Higuita y el país entero. El número 9 ingresó al campo y en el tiempo extra anotó dos goles, el segundo con complicidad del golero paisa y el defensa Luis Carlos Perea.

Su baile, al lado de los banderines de tiro de esquina, es una imagen icónica de los Mundiales. Camerún se impuso 2-1 y siguió haciendo historia.

Después, en un partido dramático, perdió 3-2 con Inglaterra, luego de estar arriba en el marcador. Allí terminó el sueño de los Leones.

Y aunque han sido cinco veces campeones de la Copa Africana de Naciones, la más reciente en enero pasado, no han logrado consolidarse, al igual que otros vecinos poderosos como Nigeria y Ghana, en la élite del balompié, así haya tenido jugadores legendarios, como el goleador Samuel Etoo, el más reciente, quien triunfó con el Barcelona de España.

Para el historiador Paul Dietschy, autor del libro FIFA 1904-2004, “es claro que más que en ningún otro lado, el fútbol representa la cultura y la idiosincrasia del africano: genial, mágico, pero indisciplinado, cómodo y amigo de la informalidad”.

David Claude Kemo-Keimbou, especialista en deportes y sociólogo, asegura que “no hay un medio de movilización nacional y una forma de que África se reafirme internacionalmente más importante que el fútbol”.

Y eso lo entendió la FIFA, que durante los años 80 y 90 se convirtió en una de las multinacionales más poderosas del planeta.

Además de un mercado potencial de 1.200 millones de personas, África tiene 54 países, 52 de ellos afiliados y con voz y voto ante la entidad rectora del balompié, en la que tuvo como representante por muchos años al tristemente recordado Issa Hayatou, camerunés y mandamás del fútbol continental por cerca de 20 años, quien estuvo implicado en el escándalo de corrupción del Fifagate hace un par de años.

África pasará de tener uno o máximo dos países en los mundiales del siglo pasado, a 10 en la cita de 2022, por ahora todavía programada en Catar.

En lo que respecta a Camerún, una nación de 22 millones de habitantes, casi la mitad viviendo por debajo de la línea de la pobreza, depende económicamente del cultivo de plátano, cacao, aceite de palma, caucho y té, así como de las exportaciones de café, azúcar y tabaco, aunque en los últimos años el fútbol ha significado ingresos importantes.

Se calcula que más de 200 futbolistas actúan en Europa y cerca de 300 en todo el mundo. Se van para buscar mejores oportunidades económicas, pero también porque en su país la Liga es desorganizada y de bajo nivel, casi siempre dominada por el Cotonsport de Garoua. No hay infraestructura adecuada para la iniciación deportiva ni trabajo en las canteras.

Después de haber jugado contra España, la selección de Colombia enfrenta ahora a Camerún, un rival de peso y tradición que dejó de ser ignorado por el mundo del fútbol casi al mismo tiempo en el que Colombia comenzó a figurar, en ese inolvidable Mundial de Italia 1990.