Con casi medio siglo de carrera, Diane Keaton se considera una de las afortunadas. «Nunca me he sentido acosada sexualmente», dice la aclamada actriz, quien también reflexiona sobre el amor, el hecho de no haberse casado nunca, el paso del tiempo y su determinación a no dejar nunca de trabajar.

Sesenta y ocho créditos de actuación han pasado desde que en 1970 tuvo su primer papel en Hollywood, en la comedia «Amantes y otros extraños». En el camino trabajó en clásicos como «El Padrino» y en varias producciones de Woody Allen, con quien mantiene una larga amistad después de haber tenido una relación amorosa y de trabajo. Fue con su papel en «Annie Hall», un filme de Allen, que Keaton ganó el Óscar en 1978.

Cabe recordar que en medio del gigantesco escándalo de décadas de abuso y acoso que salpicó a pesos pesados de la industria, como Harvey Weinstein y Kevin Spacey, Allen volvió a ser azotado por viejas denuncias de que había abusado de su hija adoptiva Dylan.

«Woody Allen es mi amigo y yo todavía le creo», escribió la actriz en Twitter en enero de 2018. Sin embargo, en esta entrevista prefiere evitar el tema. Al ser consultada sobre si trabajaría de nuevo con el cineasta, guarda silencio y espera la próxima pregunta.

Antes dice que nunca se sintió acosada, como muchas otras actrices que contaron sus historias al destaparse el escándalo que desembocó en el movimiento #MeToo.

«Nunca», afirma tajante esta actriz nominada a otros tres óscares. «Tal vez no tenía lo que se necesitaba para ser acosada», añade en tono de broma, tratando de bajar un poco la tensión.

«Realmente nunca fue parte de mi vida… Al comienzo hacía audiciones, y cuando tuve filmes exitosos me llegaban ofertas de papeles. He sido muy afortunada».

Sorpresas en el camino 

Las últimas dos películas de la actriz giran en torno a historias de mujeres de avanzada edad: «Cuando ellas quieren», que reivindica que el amor no tiene edad, y ahora «Poms».

Este útlimo filme relata la historia de Martha, una mujer enferma que decide dejar todo para mudarse a una residencia de ancianos y simplemente morir, pero en el camino termina creando un equipo de porristas que le da un giro radical a sus últimos días.

Keaton, quien protagonizó con Jack Nicholson «Alguien tiene que ceder» (2003), otra comedia romántica centrada en una pareja mayor con la que ganó el Globo de Oro, luce con orgullo sus 73 años.

Lejos de molestarle hablar de su edad, para ella la vida es más fácil a medida que se hace mayor. «No tienes nada que perder, es la verdad», dice riendo.

¿Pasaría sus últimos días en una residencia geriátrica? «No lo sé», dice. Pero si llegara a pasar, no sería porrista como Martha en «Poms», que se estrena este viernes en Estados Unidos.

«Nunca bailé y ser porrista es básicamente bailar (…) me costó mucho aprender», admite. «Audicioné en la escuela y no quedé en el equipo, igual mi corazón siempre estuvo en la actuación».

No obstante, sostiene que las casas de cuidados no le son ajenos. «Fui voluntaria en mis 30 en un hogar judío y me conecto mucho con los ancianos», afirma, al contar que su hermano, tema de su reciente libro, está en una casa de cuidados por un cuadro de demencia.

«Infeliz no soy» 

Lo que sí tiene claro es que sin importar dónde viva, la palabra retiro no le pasa por la cabeza.

«Ni lo pienso», indicó tajante. «Y si pasa que nadie quiera contratarme, tengo muchos pasatiempos que consumen mi tiempo», como la fotografía y la remodelación de casas.  «Me enfocaré en ellos como mi trabajo. No tengo intención de parar».

Keaton, que tuvo largos romances con otras estrellas como Warren Beatty y Al Pacino, además de Woody Allen, nunca se casó.

¿Aceptaría una propuesta de matrimonio? «No», responde con una carcajada la actriz, que tiene dos hijos adoptados. «Creo que soy la única mujer de mi edad que ha trabajado en cine y nunca se ha casado, tal vez soy un bicho raro. La mayoría de la gente en este negocio se casa y en algún momento se divorcia, pero yo nunca me casé».

Y aunque dice no arrepentirse, reconoce que le da cierta curiosidad imaginarse qué sería de su vida «si hubiera terminado con alguien, hubiera hecho esos votos con alguien que realmente valiera la pena».

«Quizá me perdí algo, pero igual nadie puede tenerlo todo, ¿cierto?», añade. «Infeliz no soy».