François Fillon, de 62 años, ha ganado las votaciones primarias de su partido, los Republicanos, y se convierte así en su candidato para las elecciones presidenciales de 2017. Fillon ha sido la sorpresa en estas votaciones primarias: pese a su larga carrera en la política, que comenzó en los años setenta, Fillon era un político en segundo plano cuyo puesto más alto había sido el de primer ministro durante la presidencia de Nicolás Sarkozy. Sin embargo, fue él quien derrotó en esta ocasión a dos pesos grandes de su partido: por un lado, Alain Juppé, contra quien compitió en esta segunda vuelta y quien  fue ministro de Estado y es hoy alcalde de Burdeos; por otro, el expresidente Nicolás Sarkozy, que sonaba como el candidato seguro del partido. En esta ocasión, obtuvo casi el 70% de los votos.

Dado que su victoria en la primera vuelta resultó inesperada (se llevó más del 44% de los votos, mientras que Sarkozy ganó apenas en tres departamentos del país), Fillon revuelca una competencia que tiene en vilo el futuro político de Francia. La tendencia general de Occidente hacia los extremismos (como en el caso de Donald Trump y los movimientos de ultraderecha en Europa) hacen temer que un candidato con estas tendencias se tome la presidencia de Francia el próximo año. Los que más sonaban en ese papel eran los miembros del Frente Nacional, el partido de extrema derecha francés que dirige Marine Le Pen. Sin embargo, la victoria de Fillon obliga a este partido a reajustar su estrategia de cara a las elecciones, pues Fillon, criado dentro de un conservadurismo serio y católico fiel, podría raparles votos esenciales.

Fillon está a la derecha de la derecha: propone modificar la ley que permite que parejas del mismo sexo se casen y reducir la migración a los mínimos necesarios. Sus políticas económicas son austeras: dice que quitará cerca de 500.000 puestos públicos para reducir el gasto. Tiene en mente, también, apartarse de Estados Unidos y tener una cercanía más certera con Rusia, con cuyo presidente, Vladimir Putin, ha forjado una relación cercana desde principios de este siglo.

Fillon ha sido ministro de educación, de tecnologías de la información y de comunicaciones; también ha ocupado los puestos de diputado y senador. Hijo de un notario y de una historiadora, y originario de Le Mans, en el oeste del país, está casado con una galesa y tiene en la liberalización de la economía, la restauración de la autoridad del Estado y la afirmación de los valores sus ejes prioritarios. Sobre él, Putin dice que es uno de los pocos políticos “honestos” que existen. Su crecida se ha visto beneficiada por el voto de los católicos —a quienes promete una mayor atención en temas como el aborto y la preservación del modelo tradicional de familia—, los seguidores de la derecha más rigurosa y ciertos empresarios.

“Mi diagnóstico es que nuestro país está al borde de la revuelta”, señaló Fillon, quien describió un país con “impuestos cada vez más altos”, una “deuda abismal” y un “desempleo masivo”. “Todos los países a los que les va bien, que tienen pleno empleo, son países en donde las reglas para contratar y despedir son más simples”, dijo el candidato en estos días. “Todo el mundo debe hacer un esfuerzo, trabajar más y ganar un poco menos”. Fillon propone aumentar la jornada laboral en las empresas cuando sea requerido, a partir de negociaciones internas.