California- Los investigadores del avión de Asiana Airlines que se accidentó el sábado en el aeropuerto de San Francisco tratan de determinar si una de las dos adolescentes que perecieron en el accidente fue atropellada por los socorristas que se apresuraban a llegar al sitio del siniestro. Además, las autoridades se tratan de explicar por qué los pilotos volaban a tan baja altura.
Por su parte, Asiana Airlines informó el lunes que el piloto del avión accidentado tenía poca experiencia con ese tipo de aeronave y era la primera vez que aterrizaba uno allí.
Robert Foucrault, forense del condado San Mateo, dijo el domingo por la noche que oficiales del Departamento de Bomberos de San Francisco le notificaron a él y a su personal que una de las dos jóvenes chinas que fallecieron pudo ser atropellada.
«Estamos conscientes de la posibilidad en el lugar ese día», dijo Foucrault.
Uno de los cadáveres se encontró en la pista cerca de donde la cola del avión se rompió al impacto, indicó el forense. El otro se encontró del lado izquierdo de la aeronave, a unos 30 pies de distancia de donde cayó el Boeing 777, muy cerca de una línea de emergencia en la pista del aeropuerto.
Por su parte, Asiana Airlines informó que el piloto tenía poca experiencia con ese tipo de aeronave y era la primera vez que aterrizaba uno allí. Lee Gang-guk intentaba acostumbrarse al 777 durante el choque del sábado, dijo el lunes Lee Hyomin, portavoz de la aerolínea. El piloto tenía casi 10,000 horas de experiencia en otros aviones, pero sólo 43 en el 777.
Los investigadores intentan determinar si el percance se debió a un error del piloto, problemas mecánicos u alguna otra causa.
La jefa de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte dijo horas antes que los pilotos volaban demasiado lento al acercarse al aeropuerto e intentaron abortar el aterrizaje, pero chocaron un segundo después.
Los pilotos del Vuelo 214 de Asiana iban a muy baja velocidad al acercarse al aeropuerto de San Francisco, lo que activó una advertencia de posible pérdida de sustentación, y entonces trataron de abortar el aterrizaje segundos antes de estrellarse, informaron funcionarios federales de seguridad.
El Boeing 777 viajaba a una velocidad mucho menor de lo normal para aterrizar, la cual es de 137 nudos por hora en este caso, equivalentes a 157 mph, dijo Deborah Hersman, jefa de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte, en una sesión informativa el domingo.
Hersman dijo que la alarma en los controles del aparato —un sistema de seguridad que advierte a los pilotos de una entrada en pérdida de sustentación mediante vibraciones— se activó poco antes de que el aparato se estrellara. La respuesta normal ante esta alarma es aumentar la velocidad para recuperar el control de la nave.
Varios segundos antes del choque la nave incrementó la velocidad, dijo Hersman, sobre la base de una evaluación de las grabadoras de voz de la cabina y de la información de vuelo que contienen cientos de parámetros de la operación del aparato.
Y 1.5 segundos antes del impacto uno de los pilotos solicitó permiso para abortar el aterrizaje, agregó.
Los nuevos detalles ayudaron a arrojar luz sobre los momentos finales del avión mientras la tripulación trataba desesperadamente de tomar altura, y confirmaron lo que sobrevivientes y otros testigos dijeron que vieron: que el avión avanzaba muy despacio.
No hay señales de una conversación entre los pilotos y los controladores de tráfico aéreo de que el avión tuviera problemas.
Entre las interrogantes que los investigadores tratan de responder es qué importancia desempeñó en el accidente, si acaso tuvo alguna, la desactivación del sistema de guiado de descenso, ubicado en tierra. Este sistema ayuda a los pilotos, especialmente en aeropuertos como el de San Francisco, donde la neblina puede dificultar el aterrizaje.
En total, 305 de las 307 personas que iban en el avión salvaron la vida en lo que sobrevivientes y rescatistas dicen fue algo asombroso después de ver una escena estremecedora en la que un incendio consumía el fuselaje, había trozos del avión regados por todas partes en la pista y la gente huía despavorida.
El vuelo partió de la ciudad china de Shanghai, hizo una escala en Seúl, Corea del Sur, y de allí siguió en un trayecto de 11 horas a San Francisco. La aerolínea surcoreana informó que lo conducían cuatro pilotos de ese país, y describió a tres de ellos como «diestros».
Entre los viajeros había ciudadanos de China, Corea del Sur, Estados Unidos, Canadá, India, Japón, Vietnam y Francia. En el aparato se encontraban por lo menos 70 estudiantes y profesores chinos que se dirigían a campamentos de verano, según las autoridades chinas.
A bordo, Fei Xiong, de China, viajaba a California para llevar a su hijo de 8 años a Disneylandia. Los dos estaban sentados en la mitad trasera. Xiong dijo que su hijo tuvo la sensación de que algo andaba mal.
«Mi hijo me dijo: ‘El avión se va a caer, está demasiado cerca del mar»’, dijo la mujer. «Yo le dije: ‘Hijo, está bien, estaremos bien»’.
En un momento dado, el piloto de un vuelo de United Airlines habló por radio.
«Vemos personas… que necesitan atención inmediata», dijo el piloto. «Están vivos y caminando». «¿Usted dijo que la gente está caminando fuera del avión en este momento?», le preguntó el controlador. «Sí», respondió el piloto del Vuelo 885 de United.
Cuando el avión chocó contra el suelo, las máscaras de oxígeno cayeron de sus compartimientos, dijo Xu Da, gerente de productos de una empresa de internet de Hangzhou, China, quien estaba sentado con su esposa y un hijo adolescente cerca de la parte trasera del avión.
Cuando él se puso de pie, dijo que podía ver chispas, quizás de cables eléctricos expuestos.
Se dio la vuelta y pudo ver la cola, donde la cocina estaba destruida, lo que dejaba un hueco por donde se veía la pista. Una vez en la pista, vieron cómo el aparato se incendiaba y a los bomberos combatir las llamas.
«Me siento muy afortunado», dijo Xu, cuya familia sufrió cortaduras y tiene dolores en el cuello y la espalda.
Lowy reportó desde Washington, D.C. Los periodistas de The Associated Press Terry Collins, Terry Chea y Sudhin Thanawala en San Francisco, David Koenig en Dallas y Louise Watt en Beijing contribuyeron a este despacho.