El primer ministro japonés, Shinzo Abe, anunció el jueves que levantaba en la mayoría del país, aunque no en Tokio y Osaka, el estado de emergencia impuesto a principios de abril para contener la epidemia del coronavirus.

«Hemos tomado esta decisión tras consultar con expertos y ver que se ha cumplido el criterio objetivo de ralentización del número de contagios en las últimas dos semanas», explicó en rueda de prensa el primer ministro nipón.

Japón estuvo expuesto muy pronto a la pandemia de coronavirus, con un primer caso en enero y la llegada un mes después del crucero «Diamond Princess» cerca de Tokio, que se convirtió entonces en el mayor foco fuera del epicentro en China.

Prorrogado el 4 de mayo, el estado de emergencia debía seguir en vigor hasta finales de mayo.

De este modo, en 39 de las 47 regiones de Japón se podrán levantar progresivamente las restricciones y recomendaciones aplicadas en el marco del estado de emergencia para combatir al virus, antes de cumplir el plazo inicialmente fijado por el Ejecutivo central.

«Si es posible, nos gustaría levantar el estado de emergencia antes del 31 de mayo también en otras regiones», añadió.

La alerta seguirá no obstante vigente en dos de las áreas metropolitanas más habitadas del país, Tokio y Osaka, además de en Chiba, Saitama, Kanagawa, Hokkaido, Kioto y Hyogo, para asegurar que el número de casos nuevos sigue bajando y garantizar que los hospitales no llegan al límite de su capacidad.

Sólo 55 nuevos casos de infección se registraron el miércoles en todo el archipiélago, 10 de ellos en Tokio. Pero ante la progresión cotidiana de la enfermedad en la capital y en Osaka (oeste), así como en la gran isla septentrional de Hokkaido, el estado de emergencia se mantendrá, precisó Abe durante una conferencia de prensa.

Y aunque en Tokio y Osaka se ha registrado un descenso de las infecciones diarias del 60 %, «esto no es suficiente»  para Abe, debido a que aún existe mucha presión sobre las instalaciones médicas de ambas regiones y un alto número de pacientes que necesitan asistencia respiratoria.

En total, Japón registró unos 16.000 casos de COVID-19 en su suelo desde el inicio de la crisis sanitaria, de los cuales 687 fueron mortales, niveles mucho más bajos que los observados en Europa y en Estados Unidos.

¿Realmente lograron controlar el brote?

Japón, con la población más anciana del mundo y unas de las megaciudades más concurridas del planeta, Tokio, debería haber sido un caldo de cultivo para el nuevo coronavirus. Pero por el momento el país parece haber quedado a salvo de un contagio masivo.

Las imágenes de empleados en trenes de cercanías de Tokio abarrotados hicieron temer que la capital japonesa se convirtiera en la «próxima Nueva York» si el virus se arraigaba.

Pero pese al aparente éxito de las últimas semanas, las voces más críticas insisten en que se desconoce el alcance de la crisis debido al número relativamente bajo de pruebas realizados. 

Hasta el 11 de mayo, el ministerio de Salud afirmaba haber efectuado 218.204 tests, la tasa per cápita más baja del G7, según Worldometers.

El propio experto en coronavirus del gobierno, Shigeru Omi, ha reconocido que «nadie sabe» si el verdadero número de casos de coronavirus «es 10, 12 o 20 veces mayor de lo registrado».

Ryuji Koike, subdirector del Hospital Universitario Médico y Dental de Tokio, declaró a la AFP que aunque Japón tenga índices de muertes e infecciones más bajos que muchos otros países, «esto no significa que nos vaya bien».

Y añadió: «No creo que (la caída del número de infecciones) se deba a las políticas del gobierno. Creo que parece que a Japón le va bien gracias a cosas que no se pueden medir, como los hábitos diarios y el comportamiento japonés», como por ejemplo una buena higiene y no estrechar la mano.

Una encuesta reciente de Kyodo News mostró que el 57,5% no está satisfecho con la respuesta del gobierno a la pandemia, y sólo el 34,1% la aprueba.

La reacción de Abe ha sido «desigual», estima Tobias Harris, un experto en política japonesa de la consultora Teneo.

Decisiones como el cierre de los colegios probablemente ayudaron a contener la enfermedad, pero Harris destaca los altos estándares de higiene, una población generalmente saludable y las mascarillas como las razones más probables del renovado éxito de Japón.