Maria Schneider fue uno de esos numerosos y invaluables símbolos de ese cine por el que sentimos tanta nostalgia. Su rostro, su voz y su presencia se hicieron inmortales cuando encarnó a la jovencísima Jeanne, en esa perturbadora obra maestra que es El último tango en París del director italiano Bernardo Bertolucci. Schneider encarnó, con intensidad y fogosidad, a una joven que tiene aventura con un perturbado viudo cuarentón, Paul (Marlon Brando en todo su esplendor creativo).

De todas formas, los espectadores la seguiremos recordando y soñando. Frágil, bella y letal. Esperemos que haya encontrado la paz y la armonía que tanto buscó durante toda su vida. (AL)