Un tribunal en Turquía declaró este viernes que una de las construcciones más famosas de Estambul y un bien declarado patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO puede reconvertirse en una mezquita.

Se trata del templo de Santa Sofía, una basílica ortodoxa, construida en el siglo VI, que fue convertida en mezquita tras la conquista de Constantinopla por los otomanos en 1453 y mantuvo ese estatus hasta 1934, cuando la naciente República de Turquía firmó un decreto que le quitó toda función de templo y la convirtió en museo.

Desde entonces, Santa Sofía se ha convertido en una de las atracciones turísticas más visitadas de Turquía, incluyendo las de líderes y personalidades mundiales. Cerca de 3,7 millones de viajeros entraron a la catedral el año pasado, de acuerdo con cifras del gobierno turco.

Su cierre como templo siempre tuvo detractores, pero estos provenían “de ámbitos islamistas y nacionalistas más bien marginales, que así mostraban su presencia en el panorama político”, explica el politólogo turco Güven Gürkan Öztan.

Sin embargo, los esfuerzos por reconvertirla en una mezquita se reactivaron tras las elecciones de 2018, cuando el partido de Erdogan, el islamista AKP, pactó con el ultranacionalista MHP para mantener en el Parlamento la mayoría de que disfruta desde 2002.

La campaña por reconvertirla en mezquita ganó adeptos dentro y fuera de la política turca. Finalmente, la decisión cayó en manos del Tribunal Supremo de Turquía que acaba de anular la ley de 1934 aprobada por Ataturk de mantener el carácter secular de Santa Sofía.

La sentencia abría la vía para que la antigua iglesia volviera a utilizarse como mezquita, algo que será efectivo a partir de ahora mismo con el decreto presidencial, que transfiere la propiedad del edificio a la Diyanet, el organismo turco equivalente a un Ministerio de la Religión, del que dependen las mezquitas del país.

Para el ideario nacionalista-islamista, reconvertir Santa Sofía en un templo musulmán es “el último paso en la reconquista de Estambul”, el histórico centro del mundo otomano que, tras la caída del Imperio en 1918 por la intervención europea, dejó de ser capital.

Aunque la polémica sobre Santa Sofía suele recrudecerse cuando el Gobierno islamista necesita movilizar a sus seguidores, se trata de mucho más que un instrumento electoral y refleja una profunda división.

El Museo de la Hagia Sofia, de la “Santa Sabiduría”, es un símbolo del laicismo del Estado, el mismo que prohibió durante décadas, hasta la llegada al poder de Erdogan, el uso del velo islamista en las universidades y dentro del gobierno.

Una decisión polémica

El estatus de la basílica de Santa Sofía se ha convertido en un asunto de estado en Turquía. Se trata de mucho más que un instrumento electoral y refleja una profunda división entre su sociedad.
El estatus de la basílica de Santa Sofía se ha convertido en un asunto de estado en Turquía. Se trata de mucho más que un instrumento electoral y refleja una profunda división entre su sociedad. / OZAN KOSE

La decisión de Erdogan, publicada en el Boletín Oficial del Estado solo momentos después de conocerse la sentencia del Danistay, quita las competencias de gestión del edificio al Ministerio de Cultura y Turismo, al que le correspondía hasta ahora.

Tras conocerse el fallo, la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), responsable de las declaraciones de “Patrimonio de la Humanidad”, se mostró hoy preocupada por la decisión de las autoridades turcas de convertir la vieja basílica de Santa Sofía en una mezquita.

Santa Sofía forma parte de las “zonas históricas de Estambul” y, como tal, fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985, cincuenta años después de que el Estado turco reconociera el templo como un museo.

“La Unesco ha comunicado sus preocupaciones a la República de Turquía en varios correos. Instamos a las autoridades turcas a iniciar un diálogo antes de tomar toda decisión que pueda atentar contra el valor universal del lugar”, señaló la organización.

Agregó que toda inscripción en la lista del Patrimonio de la Humanidad conlleva “compromisos y obligaciones jurídicas”, que pasan porque el Estado impida “toda modificación que atente contra el valor universal excepcional del bien inscrito”.

Otra voz de protesta contra el fallo en Turquía llegó por parte del gobierno de Grecia, que la consideró como “una provocación”. Por muchos años, la imponente edificación hizo parte del Imperio Bizantino, del que se desprendieron los territorios que hoy ocupan, entre otros países, Grecia y Turquía.

Pero frente a estas quejas, el ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Mevlut Cavusoglu, insistió en que Atenas no tiene voz en las decisiones que afectan la estructura, pues esta se encuentra en territorio turco.

¿Y ahora qué?

La basílica recibe al año a más de 2 millones de turistas. La convivencia de los credos dentro de sus paredes es uno de sus principales atractivos.
La basílica recibe al año a más de 2 millones de turistas. La convivencia de los credos dentro de sus paredes es uno de sus principales atractivos. / OZAN KOSE

Por supuesto, los turistas podrían seguir visitando el edificio, al igual que ahora afluyen en masa a la cercana Mezquita Azul. Pero habría que ver cómo conciliar el rezo islámico con los mosaicos cristianos.

Aún no se conocen los efectos prácticos de la decisión, ya que sería difícil imaginar que los fieles vayan a rezar bajo una cúpula decorada con imágenes de Jesucristo y la Virgen, cuando el islam rechaza la presencia de imágenes humanas -y menos aún, divinas- en sus templos.

Taparlos supondría un escándalo mayúsculo, no sólo en el extranjero, sino en el seno de la propia sociedad turca.

Bartolomeo I, líder de la Iglesia ortodoxa oriental, conocido como el Patriarca Ecuménico de Constantinopla -que sigue teniendo su base en Estambul-, dijo hace unas semanas que la reconversión del lugar “desilusionaría a millones de cristianos” y fracturaría a dos mundos.

“Su estatus de museo permite que se desplieguen las obras bizantinas y las otomanas lado a lado. No es como si unas u otras hayan sido borradas. Coexisten pacíficamente. Cambiar eso crearía algo completamente diferente”, dijo a BBC Mundo el profesor Dionysios Stathakopoulos, quien teme por la integridad histórica y artística del lugar.

Incluso muchos musulmanes practicantes se distancian de la propuesta.

“De momento, la mezquita está ahí y con eso nos basta”, dice a Efe un joven llamado Lütfi, camino del rezo en la Mezquita Azul.

”Si hubiera mucha más gente, entonces sí veríamos correcto abrir Santa Sofía al rezo, pero de momento, no hay necesidad”, opina.

Por su parte, las autoridades turcas han asegurado en los días pasado que abrir el hasta ahora museo al culto musulmán no causará perjuicios a su estatus como monumento histórico y artístico universal, pero no han dado más detalles.

Con información de EFE