Scena Colombia, el Museo del Tequila y el Teatro Cafam de Bellas Artes trajeron una parte importante de la cultura mexicana a Bogotá con la obra «Frida Kahlo: soy Frida, soy libre», una puesta en escena dirigida por Víctor Vázquez y que permite que el público conozca los sentimientos más profundos de una artista que plasmó su dolor en el arte.

Sobre Frida

A Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón la conocen como Frida Kahlo. Saben que era de Coyoacán, México. Su padre era el fotógrafo Guillermo Kahlo, un inmigrante alemán, y su madre Matilde Calderón. Se sabe que su vida estuvo marcada por el dolor: en 1913 le dio poliomielitis y eso desencadenó una serie de enfermedades. Se sabe que amó a Diego Rivera más que a su piel. Que fue bisexual y tuvo varios amantes, entre ellos León Trotski. Se conoce su vínculo con la “pelona”. Se conocen sus obras, su estilo y su irreverencia. A sus pinturas se las conoce como surrealistas, pero ella decía que no era cierto, porque lo que ella pintaba era su realidad. Se sabe que nació el 6 de julio de 1907 y que murió el 13 del mismo mes en 1954, a la edad de 47 años.

Sobre Flora

De Flora Martínez se sabe que es colombo-canadiense. Se sabe que es una actriz de teatro, cine y televisión. Se sabe que está casada con el productor musical José Reinoso, con el que tiene una hija, Sofía Reinoso Martínez. Se sabe también que está radicada en Barcelona.

Enlazadas en las tablas

Friducha se convirtió en un ícono del feminismo, la mujer que representaba a México con su aspecto. Mujer de flores coloridas en la cabeza, vestidos con bordados para ocultar las secuelas de la poliomielitis, de cejas unidas. Más que una pintora, una poeta que encontró en las letras y en la pintura la manera de sobrellevar el dolor causado por el accidente que tuvo a los 19 años y en el que sufrió heridas y fracturas que la postraron durante meses en cama, y el tormentoso amor con su adorado Diego Rivera.

De ella se han hecho películas, documentales, libros, pinturas y una serie de objetos decorativos para que muchos la conozcan y otros tantos sigan enamorándose.

Colombia no se quedó atrás, y con un monólogo escrito por Tomás Urtusástegui, dirigido por Víctor Vázquez y adaptado por Flora Martínez y su esposo, llegó una gran obra a las tablas del Teatro Galería Cafam de Bellas Artes.

Flora Martínez es la primera colombiana que interpreta a una de las pintoras más famosas del mundo. Fue uno de los mayores retos actorales que ha tenido. Durante cuatro meses preparó el personaje. Estudió sus pinturas, pintó —la obra que aparece durante la función fue hecha por la actriz—, vio los documentales y películas, y se informó de todo lo que pudo para construir el personaje.

Flora se enamoró tanto de Frida que intervino en el texto y la obra que se terminó presentando fue la escrita por su esposo y ella, pero por cuestiones de créditos y registro no se pudo cambiar. El éxito de las funciones fue tan impresionante que esperan iniciar una gira nacional e internacional.

La pintora mexicana no pintaba sueños, pintaba su realidad. Hablaba de temas que para su época eran tabúes, como el aborto, la sexualidad, la política, y los plasmaba sin tapujos, “trataba los dramas o los traumas, las tristezas, el dolor que podemos tener las mujeres. Claro, cuando digo que las mujeres, también los hombres, el ser humano sin artificios”, dice Martínez.

Era una mujer que plasmaba el dolor pero que tenía una fortaleza inigualable. Hablaba con la muerte, no le temía. Su legado parte de no ser víctimas de nosotros mismos, sino que hay algo adentro que puede salir y ver ese dolor desde afuera. Con sus autorretratos permite avanzar con la fuerza que ella lo hizo.

Antes de salir a escena, a las tablas, a su “primer amor”, Flora Martínez repasa las escenas y momentos, se nutre de música de la época. Cucurrucucú paloma la inspira y siente que fue una canción escrita para Frida. En su camerino tiene pinturas, pinceles y tequila.

Durante los primeros minutos de la obra, Flora Martínez es Flora, pero al trascurrir la obra termina siendo Frida, desde las rancheras que canta hasta los sentimientos que logra reproducir de la pintora. No sabían si la obra iba a iniciar cuando Kahlo recibe la última inyección de morfina que la lleva a la muerte o la transformación de la actriz que entra y le da paso y voz para que la mexicana se apropie del escenario.

Martínez conoció a Kahlo cuando era pequeña y su padre la llevó a ver Las dos Fridas, pero fue a los 15 años, en la casa de Teresita Gómez, quien tenía libros y cuadros de Frida, que fue consciente de lo que le hacía sentir esta pintora. Se enamoró de ella, de sus historias y de su fortaleza.

Por “cosas del destino”, como dice, llegó a representar el personaje. Un día estaba en el Museo del Tequila y se encontró con Julián González, quien buscaba una actriz que interpretara a Frida. Él estaba hablando con el director y “todo sucedió muy rápido”. Un reto actoral que la enriqueció y le permitió hacer las paces con el teatro.

A medida que ha avanzado la obra —que cuenta con una innovadora puesta en escena—, se han dado cuenta, junto con Jimmy Rangel, el director colombiano, y Víctor Vázquez, director mexicano, que podían ir agregando y mejorando. Es una puesta en escena que crece a medida que se va desarrollando. A Flora le “encanta poder improvisar, y es algo que he ido aprendiendo al lado de mi marido. Es muy enriquecedor porque está todo el mapa, todas las bases, pero poder volar ahí adentro es increíble”.

La obra logra un diálogo entre la actriz y el público. Los asistentes pueden sentir, escuchar, respirar y acompañar durante una hora y 10 minutos la vida de Kahlo. Es como una magia. Martínez hace posible que los espectadores se desconecten de sus rutinas, de sus dispositivos tecnológicos, algo que en este siglo no logra cualquiera.

“Ese amor es algo que me trajo Frida, no lo hubiera sentido de la misma forma. El haber preparado tanto el personaje, el libreto… Es ella, esa mujer con esa fuerza, con ese sentido del humor, todos esos elementos, y el poder volver ahí con ella fue un regalo del universo”.

Frida Kahlo llegó a Colombia en los zapatos de Flora Martínez, para conmover y ser un ejemplo de fortaleza que en las tablas permite que los espectadores realicen un viaje por el dolor, la alegría, el arte y el amor.

Dos artistas que logran erizar la piel y que el espectador deje de parpadear.