El Real Madrid encontró su bálsamo en la visita del Athletic, en el retorno a la Liga, donde rehabilitó su ánimo y el de la afición, después de haber salido malparado del severo revés copero ante el Barcelona.



Acuciado por la victoria azulgrana en Málaga el conjunto de Jose Mourinho, agazapado durante todo el choque en su banco, mantuvo el tipo. Salió airoso del trance frente a un adversario reputado.



Con temor a posibles daños colaterales del varapalo copero en el Clásico y bajo sospecha la estabilidad después de hacerse públicas ciertas desavenencias en el vestuario, el Real Madrid aguardó la visita del Athletic, uno de los equipos de moda del fútbol español. Impulsado por la propuesta futbolística de su técnico, el argentino Marcelo Bielsa, en el Bernabeu por primera vez.



Mourinho revolucionó su once. Distanciado del conservadurismo extremo del miércoles copero, tiró de una propuesta fuera de uso. ¿Jugones?, pues jugones.



Sin volante de contención, el Real Madrid se plantó, de inicio, con Xabi Alonso, el alemán Mesut Ozil, el brasileño Kaká y Esteban Granero. Hasta hace poco irrelevante en la plantilla blanca, el madrileño fue la gran apuesta del preparador luso, que dejó en el banco, a pesar de estar lesionado el alemán Sami Khedira, a Lass Diarra. Exceso de mando y escasa sujeción.



Pepe, el hombre sobre el que ha girado gran parte del postclásico, quedó al margen de la citación. A causa de una lesión, presumiblemente. Sin protagonismo. Lejos del juicio de su público por el pisotón a Leo Messi.